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Historias de vida

Ruben Millan, del “Lobo” de los ’70 a Francia, y ese gusto por los amigos que le dejó la Liga Amateur Platense


Ruben Felix Millan, a los setenta y dos abriles y en compañía de Carmen, desde el 2000 su otra mitad, casados en segundas nupcias —ambos—, reciben al periodista en la calidez de un hogar hornense sobre la calle 132 entre 60 y 61 con ese aire a don de gentes del que aún quedan representantes. El ex futbolista, con algo de “mundo”, que asomó en la primera de Gimnasia y saltó al Auxerre francés, y rindió en Juventud Antoniana de Salta y en dos grandes de Olavarría.
Dejaba la piel con el sobrenombre de “Lobo” hasta los treinta y seis años, cuando metió varios años en clubes afiliados a nuestra Liga Amateur Platense.

“De la Liga me ha quedó un amor lindo en San Martín, El Cruce y Brandsen, que cuando hacen una comida tienen la amabilidad de invitarme. Llevo grabado en el corazón a esa buena gente”, resume quien ha fichado (también por Everton) en la casa del fútbol platense en calle 6 número 1387.

De físico esbelto, rubio y cara de galancito como lo “vende” una fotografía en la cancha del Bosque. “Este equipo es de mi categoría 53, y ahí jugamos en el intervalo de un partido de la primera”, frente a River, según dice el reverso de la foto.

De pie: Margheritini, Millan, Crena, Sauk, Bancoy, Mario Acuña; abajo: José L. Miranda, Argañaraz, Hugo Costantini, Rocaro y Ruben Morandeira

Las mesas de café hoy siguen debatiendo si este fútbol físico y con la inclusión de los métodos científico realmente nos dieron la mentada “evolución”, o bien el tiempo pasado “es siempre mejor”. Millán transpiró en las décadas del 60, 70 y 80, siendo nombrado por los periodistas en sus crónicas de diarios y revistas durante una huelga de jugadores profesionales, en 1971, cuando a los dieciocho años jugó tres partidos, de titular, mientras Agremiados planteaba ante AFA y Ministerio de Trabajo la reivindicación de derechos laborales. Aquel paro total de los planteles no detuvo la marcha del Campeonato Nacional A ya que los equipos salieron con pibes de Tercera, Cuarta y Quinta.
El “Lobo” lleva presente el momento en que al entrar al vestuario visitante de Banfield la voz de don Manuel Miranda le ordenó: “Pibe, agarre la 8 que hoy juega usted. Yo ni idea que podía jugar… El Negrito Miranda sí que debe estar entre los ídolos del club”, por encima de Griguol o de Troglio, enfatizó.
Los once del día que debutó, con derrota 1-2: De Thomas; Agostinelli, Gotffrit, Pérez, Romero; Echauri, Millan, Argañaraz; Aguayo, Valentín Sánchez y Miranda. Después, de locales con Independiente 2 a 2, y a Antoniana de visitante, 1 a 5. Solo tuvieron la continuidad dos cracks, Hugo Echauri, 252 partidos con la franja azul y 23 goles, y Hugo Gottfrit, con 230 presencias.

Millan llega al arco de Banfield, donde sale a controlar Lavolpe.

EL JUGADOR QUE SE FUE SIN PEDIR EL PASE

Un caso increíble protagonizó el mediocampista Millan cuando en 1973, ya iniciado el torneo y siendo parte del plantel, se marchó a Francia, sin pedir el pase.
Literalmente, escapó a una mejor aventura. Jugaban Gimnasia y Newell’s, en la vieja cancha de 1 y 57. Los goles del “Loco” Durso y de “Cucurucho” Santamaría, dieron cifras finales 1 a 1. Millán firmó planilla con el 15 en su dorsal, aquel 21 de abril del ’73, con una idea que ya estaba tomada. Al día siguiente se mudó de país…
A cincuenta años del hecho, lo cuenta sin ruborizarse.
“Al otro día no le dije nada a nadie, agarré el pasaje y me fui. Era el momento que había pegado el salto…” Se emociona al dar el argumento de su adiós a Gimnasia. Y fue el amigo, de los que ya no están. “Dougal Montagnoli, por él me fui a Francia, hicimos todas las inferiores. Mi amigo y hermano, carne y uña”.

—Fue algo insólito, ¿cómo pudo jugar en Francia si no habló con los dirigentes de Gimnasia?
—Mirá, fue una corazonada. Allá primero se fue Dougal, después Juan Aznar, dos amigazos, y atrás fui yo. Los tres estábamos enloquecidos por estar juntos. Primero, acá no me querían dar el pase. No había representantes salvo para unos pocos, o a alguien que te aconsejara. Por ahí muchos me dicen que fue un error, pero no estoy arrepentido de nada.

—¿”Lobo”, y allá pudo jugar usted sin problemas?
— Estuve entrenando seis meses en el Niza, de primera división. Después fui al Auxerre (donde jugaba Aznar), que estaba en tercera y pagaba como un club de segunda —luego militó en la Liga 1—. Entonces me dejaron jugar un año, sin los papeles de la procedencia; pero después tenía que presentarlos y ahí fue que volví. Mi papá no estaba muy empapado en el tema de la patria potestad; lo mandé a hablar con la gente de Gimnasia, pero nunca le dieron mi pase.

En las calles francesas, la pinta de Ruben y su recordado amigo Juan Aznar

En definitiva, en el fútbol profesional argentino jugaban casi siempre los mismos y los pibes no tenían lugar
—Era una época en que acá los jugadores estaban hasta diez años consecutivos en un mismo equipo, y muchos juveniles quedaban en el camino, ¡miles, eh! Además Gimnasia tenía a tipos consagrados en mi puesto… Zywica, Santiago, Pedrazza. No se hacían transferencias fácilmente, menos a Europa, como ahora que se van desde muy chicos. Antes, los jugadores nos arreglábamos los contratos nosotros mismos con los dirigentes.

Y tal como fue ese sueño placentero, fue la realidad. Los franceses lo trataron bien. Y alguna noche de placer, fue a alentar a un compatriota santafesino, genio de los puños y símbolo de virilidad, Carlos Monzón, al que Millan vio triunfal en el stade Roland Garros, el 29 de septiembre de 1973, por el “championnaat du monde”. Ese ticket, en su reverso tiene la dedicatoria que Ruben le hizo a su amado padre…

Sabes como gritamos, nos quedamos todos roncos, pero les ganamos una cena a los franceses. ¡Sabes que dicen? Que Bouttier se cayó porque había agua en el piso, ja ja ja, no saben cómo le quedó la cara. Bueno, espero que les guste el billete. Besos. Ruben”.

Reliquia. La entrada de una pelea que hizo más grande a Monzón

Al volver de Francia, incluyendo las obligaciones por el servicio militar, se sentó a negociar con la dirigencia de Gimnasia, pero el destino iba a ponerle más pruebas. “Ya el técnico era Varacka, que me iba a dar la chance, pero lo echan y agarra Urriolabeitia. Como yo estaba en la colimba —City Bell—, me había visto entrenar dos veces, y en una que llegué al estadio y le pido la ropa al utilero, entro a dar vueltas a la cancha y el Vasco que me llama: ‘No, pibe, los socios adentro del campo no pueden estar. Yo soy jugador del club… ‘¿Y quien es usted?’. Millán, le digo. Vaya a la sede a arreglar porque lo dejé libre”.
“Me podía haber vuelto a Francia, pero mi mamá se moría”, advierte sobre el final a una historia trascendental en su vida. “Me fui a jugar a Juventud Antoniana de Salta. De allá a El Fortín y a Estudiantes de Olavarría (compañero de “Galo” Trinidad, otra figura platense) y los últimos piques en la ciudad donde nació, en una Liga áspera, puramente amateur y no apta para aquellos que no transpiraran y pusieran la pierna.

RECUERDOS DE LA LIGA AMATEUR EN LOS OCHENTA

El mate viene y va en el patio de una casa que arrasó la inundación de 2013, catástrofe en la cual preservó la vida y algunas carpetas que, a falta de videos, son diarios y fotografías sagradas como un papiro.
Este periodista le notifica sobre la invitación de la Liga Amateur Platense de Fútbol, que el próximo mes tendrá una cita especial, en el marco del ciclo “Los grandes campeones de la historia”. En 1983 llevó a San Martin de Los Hornos a lo más alto, sacando la espina del ’82 donde los celestes fueron segundos. Además, Millán jugó algunos partidos del viejo Regional de AFA con este club, fenómeno social del barrio Obrero. ¿Cómo lo recuerdan los ex compañeros? “El Lobo tenía experiencia y nos empujaba a los pibes; marcaba y era armador de juego, con pases en profundidad”, diice Gervasio “Tito” Favant, un ladero en el mediocampo poblado de otros cracks: Hugo Peralta, un eje motor, y Miguel “Peche” Gómez, con su calidad y goles; con el capitán Pablo “Beto” Medina, Carlos Desiste y los hermanos Juan “Mincho” Cuz, entre otros que iban y venían. En defensa, el 1 Balparda, el 2 Selgas, el 3 Ledesma, el 4 Nuñez, y stopers como el “Chango” Cardenas yLalo” Marchesi. El 9 de área, Felipe Romano, figura clave, y varios wines que saciaban la sed de campones: César Ramírez, “El Tano” Taranto y Alejandro Pacheco.

Los Hornos, 1983. La camiseta de San Martín y el “Lobo” al ataque

Millan era vecino de Centro Fomento, el clásico rival del “Celeste”, pero su entrega le sacó los prejuicios de la cabeza a todos los que lo habían visto “raro” al llegar de la mano del técnico Manuel Alberto Ferreyra (jugador, técnico y presi sanmartiniano; fallecido en 2021, y un tramo de la avenida 143 entre 65 y 66 lleva el nombre del querido “Conejo”).

Millán siente honores por compartir con los cracks amateurs: “Los jugadores que vi en la Liga jugarían hoy en primera de AFA, ¡no tengas dudas!”.
“El Pocho Carrizo, ¡no sabes lo fácil que era jugar con él, tenía una potencia… Te sacabas uno de encima, se la metías y ya te ibas a abrazar. En El Cruce también había un arquerazo “Quique” Cabrera, “Quinolo” Frías, “El Colo” Mairal, Julio Roca (fallecido) y los tres Ruíz, el “Zorro”, ¡jugador exquisito!, también el Diente y el Hugo Ruíz (ex Estudiantes y Tigre). Te puedo hablar de Walter Guzmán, de José “Chiquito” Oviedo, de “El Goma” Vidal y de “El Caña” Vallejos“, enumera.
Sus ojos se iluminan más al comentar que un rival talentoso, Víctor Tiburzi (ex Estrella y San Carlos, hoy radicado en Mar del Plata) terminó en una amistad que hoy los lleva a hablar cada noche por teléfono y frecuentarse.
“Por supuesto todo el plantel de San Martín campeón del ’83 fue espectacular, y además tiene una hinchada maravillosa”.


Millan y la pelota, en la cancha de 58 y 145, donde se enamoró de San Martín.

Ruben disfruta de la vida hogareña, jubilado, con seis nietos, de sus dos hijos de sangre, Federico y Jimena, y una del corazón, Magalí. Es tiempo de cosecha, de mimos para una leyenda barrial que, en un momento, guió a los chicos de Olimpia en los torneos de infantiles y, como buen “Lobo”, tuvo su chance en el Lobo platense orientando las divisiones más pequeñas.
—¿Qué diferencias más notorias puede ver entre su generación y la actual?
—Los pibes ahora tienen muchas cosas, y nosotros nos divertíamos jugando a la pelota, nada más. Acá enfrente había una cancha de once, se armaban unos torneos terroríficos, venían a jugar Malbernat, Pachamé, yo era chico y me iba a ver esos picados.

Ese campito que estaba en la calle 132 entre 60 y 61, las calles donde hoy reside y atiende con la amabilidad de quien supo lo que es vivir jugándosela. Ahora el teléfono es móvil y por ahí empezó a ver que le toca prepararse para un homenaje: “Quiero ver a los muchachos de San Martín, no me lo pierdo. Me gusta lo que está haciendo la Liga con los ex jugadores”.
Cuando una pelota pica y lo llaman, como siempre, El Lobo siempre está.

1 comentario

1 comentario

  1. Omar Argentino Imaz

    20 abril, 2025 at 10:15

    Que grande Ruben, la verdad recién me entero bien de tu vida futbolistica; yo te conocí por ser amigo de mi hermano Eduardo Imaz. Me encantó lo que leí de tu vida.Un grande Ruben, un fuerte abrazo.

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