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La Noticia Rebelde, el programa irreverente que nadie quería poner al aire y terminó revolucionando la televisión

Pocas veces se reúnen tantos talentos -en cantidad y calidad- para un proyecto televisivo. A mediados de los 80 Castelo, Guinzburg, Abrevaya, Becerra y Repetto le dieron origen a un envío único. La cábala de Bilardo en el Mundial de México, el único episodio de censura y el humor disparatado

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15 Jul, 2023
Por Eduardo Bolaños
“La historia de La Noticia Rebelde se inició cuando con Adolfo Castelo comenzamos a pergeñar la idea de poder hacer un programa como había sido Semanario Insólito, pero en formato diario. Nos entrevistamos con varias personas hasta que fuimos a ver a Raúl Naya, que tenía mucho éxito como productor, porque nos enteramos que tenía ganas de hacer algo en televisión. De entrada le gustó mucho lo que teníamos pensado y nos dijo que viésemos a Carlos Montero, que en ese momento producía Mesa de Noticias en ATC. Su respuesta automática fue: ‘Me encanta la idea, pero lo único que les voy a pedir es que hablen con dos muchachos que trabajan conmigo y me vinieron a proponer algo similar. Son Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya’”.
Sentado a la mesa de un bar porteño, Raúl Becerra rememora el germen de La Noticia Rebelde, ese programa único, irreverente, disruptivo y original que comenzó a tomar forma en noviembre de 1985, cuando desandábamos dos años exactos desde el regreso de la democracia y en la geografía nacional se respiraba el anhelado aire de la libertad. Él no solo fue uno de los cinco conductores, sino el productor, que le ponía el cuerpo cada día a ese sueño que se había hecho realidad
“Junto a Naya iniciamos una recorrida por los canales. Primero fuimos al 9, el único privado y dueño absoluto del rating, donde vimos a Víctor Tobi, que era el yerno de Alejandro Romay. No te digo que nos atendió en el pasillo, pero más o menos (risas). Rápidamente nos dio una respuesta: ‘Esto no es para nosotros. Alejandro no va a querer saber nada’. El 13 no nos dio ni bola y el 2 dijo que sí inmediatamente, pero como estaba en La Plata, a Naya no le daban los costos”.
“Pese a las negativas -continúa-, los cuatro seguíamos trabajando sobre la idea, hasta que el 4 de diciembre sonó el teléfono en la pequeña oficina en la que nos reuníamos, prestada por un primo de Guinzburg. Era Naya para decir que nos habían aprobado el proyecto en ATC, con el pequeño gran detalle: debíamos salir al aire el 2 de enero… Muy poco tiempo por delante, pero era eso o nada, así que dijimos que sí. En esos días lo llamé a Nicolás Repetto, que luego de Semanario Insólito se había ido a vivir a Brasil, en medio de la selva (risas). Estaba en otra cosa y se vino inmediatamente”.
La televisión argentina necesitaba ese aire fresco. Era una cuenta pendiente, como una partitura vacía que iban a completar esos cinco geniales intérpretes, tan distintos entre sí. La primera publicidad, que salió al aire desde los últimos días de diciembre, anticipaba el estilo que iba a tener el programa: se veía a los cinco conductores parados enfrente del canal, de espaldas a la entrada principal sobre Figueroa Alcorta; se iban pasando el micrófono, presentándose y con un dato irrelevante cada uno, como el talle de la camisa o el calzado.
Con ese espíritu, el 2 de enero de 1986 a las 20 horas se dio el puntapié inicial de un ciclo que quedaría en la historia, pero que no tuvo un comienzo idílico, como lo evoca Becerra: “En los primeros tres meses nos querían dar una patada y echarnos (risas), porque no pasábamos los 3 puntos de rating, una cosa espantosa. El que nos bancó fue Mario Sábato, que estaba a cargo de la gerencia de programación, y a todo el mundo le decía que el programa era buenísimo y que iba a funcionar”.
“Y así fue, lentamente comenzamos a despegar, hasta que un momento dado, a mediados del 86, una noche estaba comiendo Adolfo Castelo en Los años locos, de la Costanera, y se le acercó Silvio Soldán, una de las figuras históricas del 9: ‘¿Ustedes saben que la están rompiendo?’. Adolfo le respondió que según las mediciones que conocíamos, estábamos en 10 puntos, a lo que Soldán retrucó: ‘Pero no, eso es lo que reparte Romay (dueño de una de las medidoras de audiencia), pero el rating real, el que yo vi en su oficina, es de casi 25 puntos’. A los pocos días nos llegó la oferta, impresionante, de Alejandro Romay, pero decidimos quedarnos en ATC, como reconocimiento a Raúl Naya, que se la había jugado por nosotros”.
Desde el nombre, el programa ya denunciaba un ingenio extraordinario. La novicia rebelde había sido una película muy exitosa, estrenada 20 años atrás, con una temática en las antípodas de la rebeldía. Así rememora Becerra el origen del título: “Fue una idea de Carlitos Abrevaya, entre muchas opciones que se tiraban, y resultó fantástica. Luego comenzamos las tratativas para poder tener los derechos de la canción del filme, que fue también una marca nuestra y lo grafico con una anécdota. Gracias a un canje, me había ido de vacaciones con la familia a Hawái. Estaba tirado en la playa ahí, del otro lado del mundo, con los ojos cerrados tomando sol, y detecté la sombra de una persona parada a mi lado. Cuando la miré, era una señora que, muy sonriente, comenzó a tararearme la cortina del programa”.
A mediados de marzo regresó a la pantalla Mesa de Noticias, que se ubicó a las 20, su horario tradicional desde 1983, pasando La Noticia Rebelde a las 19. Lejos de restarle público, el cambio lo benefició y estableció como una referencia. El humor irónico, disparatado, que rompía estructuras, tenía por fin su lugar en la televisión argentina con continuidad.
Raúl Becerra detalla los puntales del envío. “Había dos momentos claves. ‘Pasando revista’, que lo había inventado para Semanario Insólito, donde con Adolfo Castelo revisábamos las publicaciones de actualidad con mucho sarcasmo y concluyendo con un huevazo a la nota más tonta. El otro instante relevante era el reportaje que hacían Guinzburg y Abrevaya. Las cosas que decía Jorge… más de una vez pensé que le pegaban en vivo (risas). Por ejemplo, a Carlos Lozano Dana, célebre autor de telenovelas, la primera pregunta que le hizo fue si lo que tenía en la cabeza era un gato muerto (risas). Era para romper el hielo, como bien decía él”.
“Un extremo cuando vino Pappo -agrega Becerra-. Se sentó y todo transcurrió a la perfección hasta que llegó el final. Como era el día de su cumpleaños, colocaron una torta sobre la mesa para, teóricamente, festejar, y Jorge se la puso de lleno en la cara. Creí que lo mataba al aire (risas). Pasarlo airoso daba una chapa infernal. Con Nacha Guevara fuimos a cenar, junto con Jorge, para establecer las condiciones y el reglamento del reportaje, los cuales, por supuesto, no se cumplieron, pero ella lo tomó bien. Las dos únicas personas que nunca quisieron venir fueron Carlín Calvo y Ricardo Darín, que fue el que me dio su explicación: ‘No voy ni loco, voy a perder toda la fama que tengo como galán cuando ustedes me hagan de goma ahí. Muchas gracias, pero no’”.
En sintonía con su rebeldía innata, el programa se puso enseguida del lado de Carlos Bilardo, que era ferozmente atacado en aquellos primeros meses del 86 por las flojas tareas de la Selección, que luego deslumbraría en México. Antes del primer partido -ante Corea del Sur- lo llamaron a la concentración y el Narigón respondió. Por supuesto, quedó como cábala de allí en adelante, no solo la comunicación, sino que él era el único que debía atender.
El viernes 27 de junio, a 48 horas de la final con Alemania, se produjo una increíble situación. “Los intentos de la producción eran en vano, porque no podían contactarse con México -recuerda Becerra-. Faltaban 15 minutos para el final del programa y la ansiedad nos había ganado a todos. A las 19:57 escuchamos la alterada voz de Carlos del otro lado de la línea, desencajado, pero feliz que éramos nosotros. No me quiero imaginar como habrá vivido esa hora anterior, con lo cabulero que es” (risas).
El Estudio Número 5 de ATC fue el escenario donde se desarrolló el programa, con una escenografía austera: un par de atriles, sillones, una mesa ratona y otra más grande, donde se llevaba adelante el reportaje. Todo gobernado por las gigantografías con el logo que lo identificaba: una R mayúscula que sacaba la lengua, burlándose de todos.
Lentamente fueron sumándose colaboradores en la producción y también para los informes en la calle. Con algunas modificaciones, como el cambio de Nicolás Repetto, que dejó de hacer el móvil por la calle para pasar a ser uno más de los conductores, arrancó la temporada 1987, ya instalados definitivamente a las 20 por el pase de Mesa de Noticias a Canal 13. Fundamentales resultaron los aportes de la dupla Peni – Palomares y la creatividad sin pausa de Daniel Dátola, como motor de la producción.
Dos caras nuevas asomaron en el mundo de los rebeldes delante de cámara: Daniel Aráoz y Teresita Ferrari, que recuerda su llegada. “Trabajaba en el noticiero del canal, hasta que un día en un pasillo Raúl Becerra me dijo que estaban necesitando a una mujer en el programa y me ofrecía sumarme. Fue una sorpresa y un pánico enorme (risas). Pedí licencia en el noti y arranqué al día siguiente, haciendo encuestas en la calle con preguntas insólitas como: ‘¿Por qué no le dan la baja al Soldado Chamamé, que quiere estudiar y no puede?’ (risas). La gente respondía siempre. Trabajar con ese equipo fue fabuloso. Los cinco conductores eran absolutamente diferentes y de cada uno aprendía día tras día, porque eran como una máquina aceitada. Todos estábamos en una edad increíble y muy energética, donde cultivábamos el humor en un momento histórico extraordinario. Además, me reí todo el tiempo, no recuerdo un solo día triste allí. Y lo más importante: no había peleas ni competencia”.
Además de su tarea con las notas en la calle y los sketchs con Daniel Araóz, Teresita también tenía a cargo la producción de los invitados para el reportaje. Entre todos, uno que le quedó marcado. “Sin dudas, Sandro fue de los que más me costó: solía hacer pocas declaraciones y casi no iba a la televisión. Hice mil negociaciones con él, hasta que finalmente aceptó y fue el único que me pidió un lugar en la cochera del canal para ingresar directo allí con su auto. Bajó de un Rambler fabuloso y nos quedamos hablando ahí, hasta que yo le diera la certeza de que no le iban a preguntar por qué estaba peleado con Palito Ortega. Lo acompañé hasta el estudio con la emoción de estar al lado de un artista extraordinario y le dije a mis compañeros cuál era su condición. Por supuesto, una de las primeras preguntas fue esa: Sandro respondió que no estaba peleado con Palito, mientras con la mirada me buscaba detrás de cámara con cara de ‘salgo de acá y te mato’ (risas)”.
Dos años tremendamente exitosos, en rating y reconocimiento, los habían encaramado en lo más alto de la consideración del público. Pero casi como una consecuencia lógica, había llegado el desgaste entre los integrantes. En diciembre del 87 el grupo se dividió. “Vivía en el canal. Salíamos a las 9 de la mañana a la calle para grabar notas, luego hacía la producción durante el día y el aire en vivo a la noche. Era una cosa infernal y estaba agotado -explica Becerra-. Esa situación la grafiqué con una imagen: si se veía una foto, éramos cinco pedaleando en una bicicleta en tándem, uno atrás del otro, pero si bajabas la vista, el único que pedaleaba era yo, porque los demás no tenían experiencia en televisión, por lo que yo tenía a cargo casi todo fuera de cámara. A fines del 87 me llamaron desde Canal 13. Acepté, con la condición de que también viniera Jorge, cosa que ocurrió. La idea era hacer un programa semanal, pero hubo cambio de autoridades y nos llevaron a realizar uno diario para competir con La Noticia Rebelde. Así salió al aire Sin Red, que fue levantado al mes y medio por un chiste que hicimos sobre los radicales, que quedó mal editado, salió al aire, y nos rajaron”.
Como era natural el programa ya fue otro en el 88, tras las partidas de Becerra y Guinzburg. Sin embargo, el rating los siguió acompañando, mientras se sumaban, entre otros, Lalo Mir y Juana Molina. El viernes 28 de julio del 89 fue el último acto. Tras las elecciones presidenciales del 14 de mayo anterior, y con el nuevo gobierno asumido el 8 de julio, una ola de cambios llegó a las reparticiones estatales y ATC no fue la excepción. Habían pasado 1302 días desde aquel 2 de enero de 1986 y era el momento de bajar el telón. Abrevaya y Castello, los únicos que aún se mantenían, se despidieron en medio de un estudio que rebasaba de gente. Las imágenes los muestran emocionados y agradecidos. Era el fin de un programa y el comienzo de la leyenda.
“La Noticia Rebelde fue una continuación de Semanario Insólito, aunque más audaz e irreverente -considera Becerra-. En el plano personal, fue maravilloso porque me permitía hacer lo que quería, con total libertad, con el agregado de que nos divertíamos como locos en medio de un ámbito político que lo permitía. El único acto de censura fue cuando nos impidieron decir algo vinculado al radicalismo de cara a unas elecciones internas. Por supuesto estábamos dispuestos a comenzar el programa con eso (risas), pero nos frenamos porque lo perjudicábamos a Naya, nuestro productor, ya que corríamos el riesgo de que se levantara el programa y no iba a poder recuperar su inversión. No teníamos dimensión de lo que representábamos para la gente, apenas alguna noción por la repercusión en la calle. Años después, con las notas que nos fueron haciendo, sentimos el reconocimiento y nos dimos cuenta de lo que había significado. El programa lo hicimos con muchas ganas y al estilo del Chavo: ‘¡Síganme los buenos!’ (risas)”.
Y fuimos muchos los que lo seguimos desde el primer momento. Sintiendo que allí anidaba un enorme placer en cada anochecer. Sabernos representados por un humor diáfano y genial. Un programa que ya es leyenda y que dejó una huella imborrable. Y sumándonos a uno de sus lemas: le damos las gracias por haber sido un aporte más a la confusión general.

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