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Esquizofrenia y suicidio: la historia familiar de Federico Popgold que lo llevó a hablar de salud mental en las redes

Dejó un puesto de privilegio en una multinacional para lanzarse a la aventura del contenido digital. Cómo tomó la decisión que cambió su vida, la presión por las métricas y el peligro de la desinformación

Esquizofrenia y suicidio: la historia familiar de Federico Popgold que lo llevó a hablar de salud mental en las redes

19 Ago, 2023
Por Tatiana Schapiro
Era gerente en una de las multinacionales más importantes del país, hasta que se animó a renunciar y decirle a su jefe: “Quiero ser youtuber”. Para la mayoría era una locura. Para Federico Popgold no solo era necesario, sino también, inevitable: “Había algo adentro mío que me decía ‘si no es ahora, no va a ser nunca’”.
Las redes sociales y las plataformas abrieron las puertas que inicialmente no respondieron en los medios tradicionales. Tras un casting frustrado en el que fue convocado y luego rechazado por no ser “carilindo al estilo Guillermo Andino”, Federico entendió que el camino era la autogestión. “No puedo depender de que me venga a elegir un productor, tengo que hacer las cosas por mi cuenta porque evidentemente se priorizan cosas que quizás yo no voy a tener nunca”, razonó en ese momento.
Así comenzó un camino en la creación de contenidos hasta que, gracias a su propia historia, se propuso hablar de salud mental y de discapacidad, y buscar relatos que lo interpelaran. “Tenía ganas de hacer algo en Internet que rompiera con lo establecido. Lo que vos veías estaba más vinculado a lo estético: perfiles perfectos, la chica en la playa, el chico saliendo del mar todo trabado. Tenía ganas de hacer algo diferente y empecé a pensar cuáles eran las cosas que a mí me habían pasado en la vida que me motivaran a ver qué tipo de contenido quería crear. Así nació Vivir siendo. Con presupuesto cero: pedí una cámara prestada, un micrófono prestado, grababa en la calle. Después empezó el formato a caminar”, recuerda Popgold sobre los inicios del formato que fue declarado de interés cultural.
—Vos venías de ser gerente de marketing en una telefónica muy importante. ¿Es verdad que renunciaste para ir a crear tus contenidos?
—Te juro.
—¿Fue así? ¿Un día dijiste: “Tengo un re buen sueldo en esta Argentina que es tan estable, estoy tan tranquilo, estoy en una multinacional, pero vamos a probar por otro lado”?
—Renuncié el año pre pandemia. Fueron las elecciones que gana Alberto, año electoral. Me acuerdo que le empiezo a decir a algunos de mis conocidos que tenía ganas de renunciar. Nunca había manifestado en voz alta la idea que tenía de ser creador de contenidos porque me daba un poco de vergüenza en el fondo. Siempre había estado en la misma empresa. Hice el caminito tradicional. Estudié Marketing, la carrera que tenía que estudiar, entré a trabajar en una empresa en el call center y empecé a hacer carrera ahí. Por suerte fue una carrera muy rápida. Digo por suerte porque me hizo dar cuenta rápidamente qué era lo que no quería, que tardé en darme cuenta.
—En la empresa estuviste seis años y medio, y los últimos dos como gerente de Marketing.
—Sí, pero había algo adentro mío que me decía que era el momento de hacerlo. Era el momento también de equivocarse. Todo el mundo me decía: “¿Vas a hacer esto? Vos ya tenés el camino hecho”. Me acuerdo que mi viejo me dijo: “Vos sos medio boludo, ¿cómo vas a renunciar? ¿Vos sabés lo que estás cobrando en la Argentina de hoy?”. Y yo hacía oídos sordos.
—¿Cómo fue el momento?
—Fui y le dije a mi jefe: “Quiero renunciar”. Me había armado un speech súper prolijo con mis explicaciones. Cuando me senté cara a cara me dice: “¿Te vas a otra empresa?”. “No, quiero ser youtuber”. Todo el speech que había armado lo tiré y dije: “Voy a ser sincero, le voy a decir lo que quiero hacer”. Y se quedó, porque en su mente, youtuber era más cosa de chicos o para boludear. Me dice: “¿Vos me estás diciendo en serio? ¿Y por qué no empezás mientras estás acá?”. “Me da mucha vergüenza. No puedo concentrarme en hacer videos llegando y viendo a mi equipo. Tengo miedo de que me vaya mal y si me va mal, prefiero que nadie me vea”. Yo sabía que a la larga me podía ir bien, pero no sabía qué tan largo iba a ser ese período. Pasa mucho que durante ese período, hasta que eventualmente te va bien, la gente te mira con cara rara. Por suerte nada me detuvo en ese momento, renuncié y empecé a hacer videos.
—Al “Quiero ser youtuber” no había mucho que te pudieran ofrecer para que te quedarás.
—Claro, era como: “¿Pero estás seguro que no querés más plata?”, “No, quiero ser youtuber”, “¿Y si te relocamos?”, “No, quiero ser youtuber”, “¿Un equipo más grande?”, “No, quiero ser youtuber. Basta, no me ofrezcas más cosas”. La segunda gran decisión fue más difícil que esa: al mes de renunciar me ofrecen un puesto buenísimo fuera de la Argentina en una empresa enorme. Decirle que no a esa propuesta fue peor que renunciar, te juro. Yo ya me había dado cuenta de lo que era no cobrar un sueldo fijo y me daban la oportunidad de volver a subirme al bote.
—Pero salió bien, no sé si volviste a hablar con ese director y le dijiste: “Mirá que al programa lo declararon de interés cultural”.
—Sí, cada like de él digo: “Bien. Está siguiendo mis pasos” (risas).
—Mucha gente tiene la fantasía a veces de decir: “Basta, me voy a vender choclos a la playa”, y no todos se animan a dar ese salto.
—Entiendo que hay un momento de la vida en donde tenés otras responsabilidades: hijos, familia, mascotas capaz, una casa, un auto, cosas que te implican un grado de responsabilidad mayor, y esa toma de decisiones, si te sale mal, tiene un costo más alto. Pero a su vez, y no quiero caer en el “solo se vive una vez” de mensaje inspiracional, pero lo voy a hacer, yo prefiero equivocarme a cualquier edad pero tratar de apuntar a lo que a mí me gustaría llegar y sentir que puedo realmente hacerlo.
—¿La decisión de contar historias, hablar de salud mental y de discapacidad, estuvo siempre?
—Sí. De hecho una de las primeras entrevistas fue “Vivir con HIV”. Elijo hasta el día de hoy temáticas de las que me interesa conocer más al respecto. Siento que hay mucha desinformación. De salud mental por suerte se está hablando un poco más. Pero hay muchísima desinformación todavía. Drogas, hay muchísima desinformación. Suicidio, hay muchísima desinformación. Hay temáticas que, con la excusa da la prevención, evitamos dar información. Existe una falsa creencia que, por ejemplo, hablar de suicidio genera más suicidios cuando está demostradísimo que eso no es así. La información justamente genera lo contrario.
—¿Cuál fue la historia que más te impactó?
—Hubo muchas. Una de las últimas fue “Vivir con estrés postraumático”. Es la historia de una chica que fue abusada por el padre cuando era chica y empieza a recordar todo esto de grande. Hace un año empezó a entender lo que significaba tener estrés postraumático y cómo había tapado todos esos recuerdos de abuso. Son esas historias que te quedás pensando durante el día. Después tengo el recuerdo de “Yo maté a mi mamá”, que es la historia de Marilyn Bernasconi, una mujer que está presa porque mató a su madre y a su hermano.
—¿Cuánto de tu propia historia hay en Vivir siendo?
—Hay un montón. Cuando era chico hubo un hecho en mi familia que marcó la historia familiar y me marcó a mí, que fue el suicidio de mi tío. Mi tío se suicida cuando yo era muy chico y nunca se habló mucho del tema en mi casa, más allá de que todos sabíamos lo que había pasado. Quizás por el afán de mis viejos de querer protegernos de cierta información. Pero a mí, el no hablar del tema lo que me generó es que fui construyendo esos espacios de desinformación con imaginación, entonces empecé a imaginar lo que podía haber pasado. Dije: “Okey, si se suicidó es porque seguramente estaba triste. Tenía depresión”. Durante toda mi vida me convencí de que era así. Me entero de mucho más grande, cuando Vivir siendo ya existía de hecho, en una llamada que le hago a mi papá, que mi tío sufría de esquizofrenia aguda. Él tenía un diagnóstico tremendo, había estado internado en un psiquiátrico cuando era joven. Todo eso no lo sabía. ¿Y por qué no lo sabía? Porque nunca me lo habían contado y yo tampoco había preguntado porque era un tema del que no se hablaba.
—¿Vos tenías 11 años en ese momento?
—Sí. Yo siempre supe que se había suicidado pero no conocía el motivo y los trasfondos. Obviamente era muy chico, yo no esperaba que me vinieran a contar el detalle paso a paso. Quizás sí lo hubiese esperado cuando era más grande. Ahora entro en lo que tiene que ver con el tabú de salud mental: como no se hablaba, como estaba prohibido, como hablar de esto podía generar esta otra cosa, si hubiese tenido mucha más información en ese momento quizás hubiera afrontado mi adolescencia de otra manera, ¿entendés?
—¿Y vos preguntabas o sentías que podía ser doloroso y también lo evitabas?
—No. No preguntaba. Empecé a preguntar cuando fui más grande. En Vivir siendo, de hecho. Quizás para responder mis propias preguntas de mi vida, esas que yo quería hacer y no me animaba a mi círculo familiar, las empecé a hacer a otras personas sobre sus propias vidas. Empecé a destrabar ciertos tabúes que sentía eran del resto y en realidad eran mis tabúes los que empiezo a destrabar en Vivir siendo.
—¿Y cómo vivió tu papá eso?
—El año pasado di una charla TED y fue de las primeras veces en las que hablé más con mi viejo sobre el tema. Imaginate, yo tenía 11 años, hoy tengo 31, hace 20 años pasó, y recién el año pasado hablé un poco más del tema con él. Es el suicidio de un hermano.
—Es enloquecedor.
—Voy a sacar hasta al hermano: es un suicidio. La muerte por suicidio. Por eso se habla también mucho de sobrevivientes de suicidio a los familiares y amigos de la persona que toma la decisión de quitarse la vida. Porque hay un factor que tiene la muerte por suicidio extra que no tienen otras muertes, que es el sentimiento de culpa. Es sentir que vos quizás podrías haber hecho algo diferente para evitar eso. Ese sentimiento de culpa también nace de la desinformación, de no entender las cosas y de quizás subestimar la salud mental. Hace poquito hice una entrevista a una chica que se había suicidado su hermano y ella me decía que las primeras cosas que pensaba cuando se enteró era: “Ay, quizás si yo justo lo llamaba en ese momento no lo hacía”. Y en realidad no es algo tan así: su hermano tenía una enfermedad, tenía un trastorno de la salud mental que debía ser tratado y que es un diagnóstico médico que después terminó traccionando ese suicidio. Pero no es algo evitable, como yo te mando un mensaje y ya está. Como a veces también una persona tiene cáncer y recibe el tratamiento oncológico que corresponda y eventualmente, igual sucede el fallecimiento. No siempre es todo tan así.
—¿Cómo ves que muchos más famosos estén hablando un poco de salud mental, que estén contando que tienen ataques de pánico, trastornos de ansiedad, depresión?
—Está bueno. Me gusta. Me pongo en el caso de Tini, que hace poco habló de ansiedad arriba de un escenario y que eso lo vieron millones de personas alrededor del mundo. Despierta muchas preguntas y eso está buenísimo. También está bueno que acompañemos esas cosas con acciones. Muchas veces hay mucha presión también alrededor de las personas públicas en que tienen sueldos que pagar, tienen mega movimientos alrededor. Mucha gente que vive del trabajo de esa persona. La presión es altísima. Todo eso repercute en la salud mental.
—Y faltan políticas públicas, ¿no?
—Recontra. No las hay. Hablar no alcanza: en algún momento hay que pasar a la acción. Y el pasar a la acción no lo va a hacer un instagramer o un youtuber. Puede desde su rol tomar cierta acción pero hay un gobierno, hay políticas públicas, hay un Estado que tiene que tomar acción sobre eso.
—Me viene a la cabeza Marina, la mamá de Chano, pidiendo ayuda por favor para poder ayudar a su hijo. Y tantísimas madres que ya no saben qué puerta golpear.
—Es que también pasa que no sabés qué hacer. Estamos hablando de personas adultas: vos no podés ir en contra de la voluntad de esa persona. ¿Cómo ofreces ayuda si la persona quizás no acepta que la necesita en una primera instancia? Una vez que acepta que la necesita, ¿de dónde la sacás? Y corriéndome del caso Chano, personas que ni siquiera tienen recursos económicos para acceder a esas ayudas. Si encima no tenés recursos económicos, ¿cómo carajo hacés?
—Además de festejar, ¿qué hiciste con la primera plata que entró de Vivir siendo? Porque en algún momento se convirtió en un producto comercial también.
—Sí, empezás a laburar con YouTube como plataforma. Empezás a pagar las expensas. Empezás a pagar el alquiler.
—Llamaste al que era el gerente de la empresa y a tu papá.
—Siempre jodo con que lo primero que hice cuando empecé a generar un ingreso a partir de las redes sociales fue invitar a comer sushi de canje a los que no creían en mí: “¡Miren ahora cómo comen gratis!” (risas).
—¿Qué sentís que tienen de bueno y qué de peligroso las redes sociales y las plataformas?
—Lo bueno es que democratizaron el acceso a las grandes audiencias. Hoy nadie tiene que venir a elegirte para que vos armes un proyecto propio y llegues a mucha cantidad de personas. Antes tenía que venir un productor de tele y decirte “vos sí, vos no”. Lo malo es el mismo contrapunto: que hoy en día cualquiera puede decir cualquier cosa a cualquier persona y eso a veces puede ser muy doloroso. Imaginate Instagram como un cuarto en el que está una señora de 80, un pibe de 12, una adolescente de 16: tenés gente de todas las edades, de todas las profesiones, de todo.
—¿Te preocupa cuánta gente ve una entrevista?
—Hoy un poco menos porque me siento más seguro, pero cuando recién me empezaba a ir bien, muchísimo. Las métricas, la cantidad de seguidores, la cantidad de likes. Antes vos capaz sacabas un disco y se enteraba poca gente cuánto vendió el disco. Hoy en día todo el mundo sabe cuánta gente escuchó la canción que sacaste ayer en Spotify. Entonces todo el mundo sabe si te está yendo como el culo o la estás rompiendo. Eso te quema la cabeza. El éxito hoy está medido en cuántos likes tuviste en la foto de ayer. En dos días ya no existe, porque se publican tantas cosas todo el tiempo que tu foto de ayer, que le fue tan bien, o tu video, tu canción, en una semana ya quedó vieja. Lo que para vos hoy es “la pegaste” es un “la pegaste” que dura un par de días, semanas. Constantemente tenés la presión de estar pegándola, ¿entendés?
—Muy agotador.
—Sí. Hay una regla en la creación de contenido que es la regla de los tres segundos, que es vos tenés que atrapar a la audiencia en los primeros tres segundos. ¡Tres! ¿Cómo no vamos a tener ansiedad?
—Mencionaste hace un ratito cómo es la decisión cuando es un productor el que te toca con la varita mágica. ¿Pasaste por la experiencia de búsquedas en tele, en radio?
—Sí. Tuve la posibilidad de laburar en lo que llamamos medios tradicionales eventualmente, pero en una de mis primeras experiencias hice un casting de una productora que me llamó porque había visto algo que yo había hecho en Instagram. Era para hacer un noticiero. Voy, hago el casting. Yo todo preparado, divino, y pasaron dos semanas, no tenía novedades, entonces le escribo y le digo: “Che, ¿es un sí, es un no, es un estamos mirando? Porque si es un no, yo ya me olvido”. Me dice: “Sí, ¿sabés que a mí me encantó? Pasa que los productores están buscando otro tipo de perfil, alguien más carilindo me dijeron”. Me quedé callado, para que desarrolle un poco más. Y me dice: “Están buscando una especie de Guillermo Andino”. Yo pensé: “Qué raro que me tomaron el casting entonces, porque parecido no soy”. Ahí entendí un poco: “No, bueno, yo no puedo depender de que me venga a elegir un productor, tengo que empezar a autogestionarme y hacer las cosas que quiero hacer por mi cuenta porque evidentemente se priorizan cosas que quizás yo no voy a tener nunca”.
—¿Dolió?
—Hoy lo cuento como que me causó gracia pero en su momento me descolocó. No sé si me dolió, me descolocó. Siempre pasa que te lo tomás muy personal. Igual, en este caso fue bastante personal. Pero después tuve la oportunidad de trabajar en tele. Hice radio tradicional el año pasado en la 990. Me llama un día Claudio Villarruel, que había tomado la dirección artística de la 990 y le gustaba mucho Vivir siendo. Fue muy divertido y fue la primera vez que hice radio propiamente dicho.
—En Luzu, sos otro.
—No sé si soy otra persona; siento que siempre se busca encasillar a las personas.
—El nicho.
—El nicho. Y yo soy las dos cosas. Me puedo cagar de risa como me pasa en Luzu de boludeces del día a día y también puedo hacer un formato como Vivir siendo y tener perfil más serio. Me divierte que las dos facetas coexistan.
—¿Como fue el inicio en Luzu?
—Nico me escribe un día por Instagram cuando Luzu no existía. Existía Nadie dice nada y salía por Zoom. Y me dice: “Che, quiero que hagas algo en la radio que estoy armando”. Yo obviamente lo conocía por los medios. Entonces le dije: “Sí, obvio”. Me dice: “Armate una columna de lo que quieras y vení a hacerla un día”. Armé una columna de Britney, me acuerdo (risas). Terminó y pensé: “¿Les habrá gustado?”. Me quedó la duda. Y al toque me escribe Nico y me dice: “Che, estuvo buenísimo, ¿te querés venir hacer otra la semana que viene?”. Y empecé a ir como columnista fijo y después Luzu se convirtió en lo que es.
—Y hoy, con tu programa.
—Sí, se empezó a gestar el proyecto por fuera de Luzu. Le presentamos el proyecto a Nico, me acuerdo que habíamos armado un PowerPoint divino con nombre, foto; ni lo abrió Occhiato. Nos sentamos en una reunión y dijo: “Charlen entre ustedes”. Se quedó mirándonos y cuando terminó dijo: “Me copa, estamos como para que arranquemos”. Todos salimos sorprendidos, esperábamos quizás una reunión más tradicional porque veníamos como una cabeza más de medio tradicional.
—De parecerte a Guillermo Andino.
—Exacto, claro. Yo venía con la cabeza y “si no te pareces a Guillermo Andino no te va a ir bien” (risas). Así que fue muy loco.
—¿Qué te gustaría que pase?
—Voy a escribir un libro para el año que viene.
—¿Tema?
—Voy a hablar un poco de la crisis de los 30. Hay para desarrollar bastante ahí. Tenemos el chip de: “Yo a tu edad ya tenía una casa”, y nosotros estamos viendo cómo comprarnos unas zapatillas en 18 cuotas.
Mirá la entrevista completa:
Si usted, o algún familiar o allegado suyo, está atravesando una crisis emocional de cualquier tipo, siente que nada tiene sentido o se encuentra atrapado en una situación a la que no le encuentra salida, llamar al 135 (línea gratuita desde Capital y Gran Buenos Aires) o bien al (011) 5275-1135 (desde todo el país).

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