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Diego Iglesias: “Una mañana fui a trabajar al banco como data entry, me fui, y a la tarde empecé en la televisión”

Buena energía y felicidad es lo que transmite el periodista en esta nota. Sus inicios en el medio, el consejo a tiempo que le dio Pergolini y la mejor nota que hizo en CQC. Además, su mirada sobre la actualidad y la política

Diego Iglesias: “Una mañana fui a trabajar al banco como data entry

16 Ago, 2023
Por Mariana Dahbar
Nunca había pensado en ser periodista hasta que una pregunta clave lo despabiló de tanta incertidumbre adolescente y lo direccionó hacia el periodismo. Desde entonces, tiene el foco rigurosamente puesto en su carrera. Diego Iglesias comenzó en los medios como asistente de producción del exitoso Caiga Quien Caiga, y a los pocos meses ya formaba parte del staff de periodistas.
Actualmente conduce Mejor país del mundo en Radio con Vos, todos los días de 16 a 18 h. En C5N se lo puede ver en coberturas especiales y en entrevistas mano a mano a distintas personalidades y, realiza Políticos en el recreo y PBI en Infobae. Hoy, con su estilo propio y descontracturado, elige hacer periodismo en distintas plataformas porque no le gusta hablarle siempre a las mismas personas.
Dice que es estricto y controlador en lo profesional, pero relajado en el amor. Asegura que no le molestan las críticas. Da su opinión con una mirada profunda de la política actual del país y de los principales candidatos. Siempre atento y con los botines puestos encarando a muchos arcos, esperando el gol de la consagración final. Por ahora, a seguir jugando.
—¿Quién es Diego Iglesias?
—Una persona muy curiosa que terminó trabajando de algo donde puede plasmar esa curiosidad: el periodismo.
—¿Cómo llegó el periodismo a su vida?
—Siempre fui muy curioso. Empecé a hablar de muy chiquito, antes de empezar a caminar. Y me gustaba estar con gente grande. Nunca había pensado en ser periodista, pero ya de grande hice una charla de orientación vocacional porque cuando terminé el secundario estaba medio perdido, y la persona que da la charla, una mujer me acuerdo, dijo que nos imaginemos de qué nos gustaría trabajar toda nuestra vida y ahí sí dije: “Periodista”.
—¿Cómo fue su infancia antes de llegar a esa decisión?
—Vivía con mi mamá, mi papá y mis hermanos, primero en Almagro, después en Caballito, en un edificio que era muy de barrio, porque estaba lleno de chicos y teníamos un patio gigante en el fondo donde jugábamos al fútbol. Parece re vintage porque ya no correspondía con la época, pero jugábamos con una pelota de trapo, porque sino se dañaban las instalaciones; la hacíamos con papel mojado de diario y después. medias. Era muy divertido vivir ahí. En el medio mis papás se separaron; mi papá falleció cuando yo tenía 18 años más o menos.
—¿Cuántos hermanos tiene?
—Tengo una hermana mayor que se llama Mercedes y un hermano más chico que se llama Ignacio. Yo soy el del medio. Mi hermana es del primer matrimonio de mi papá. Y con mi hermano compartimos mamá y papá. Él es productor, vive en Brasil; se fue hace 12 años. Ahora tuvo una hija con una brasilera. Hermandad latinoamericana a full.
—Cuando decidió ser periodista, ¿qué fue lo primero que hizo?
—Empecé a estudiar en TEA y a la par estudiaba sociología en la Universidad de Buenos Aires. Estudié cuatro años, pero no terminé la carrera porque después empecé a trabajar y se me complicó. Sí terminé en TEA, y ahí hicimos una investigación periodística con un compañero sobre un intento de copamiento a un batallón en Monte Chingolo durante el peronismo, previo a la dictadura militar, del movimiento guerrillero ERP. Esa investigación se la propusimos a Punto.Doc, que era un programa periodístico que hacía Cuatro Cabezas, la productora que también hacía Caiga Quien Caiga.
—¿Qué programas veía en esa época?
—Veía mucho Caiga Quien Caiga, Punto.Doc también lo veía, exactamente por eso terminé yendo a proponerlo.
—¿Cuál era su periodista preferido?
—No tenía uno preferido pero tenía gente que en ese momento me gustaba lo que hacía. Por ejemplo, Jorge Lanata. Vos pensá que cuando yo empecé a estudiar periodismo era fines de los 90, principios de los 2000, y Lanata tenía un rol muy relevante: mostraba muchas situaciones que llevaba adelante el menemismo y me parecía un referente, además de que es un tipo muy creativo, muy carismático. Lo veo en perspectiva y en ese momento me parecía muy bueno lo que hacía; hoy no me gusta lo que hace. Me parece que dejó el periodismo, que hace otra cosa.
—¿Cómo que dejó el periodismo?
—Claro, siento como que no le interesa más hacer periodismo sino que le interesa, por un lado, el show, y por otro lado, le interesa influir directamente en política, de acuerdo a su visión de la política, ya no tanto buscando la verdad o buscando verdades, sino tratando de acomodar la realidad a cómo él ya previamente ve el mundo.
—¿Trabajaría hoy con él?
—No, no trabajaría con él.
—¿Quién sería su Lanata de hoy?
—No tengo uno, no tengo una persona así, pero hay mucha gente que respeto muchísimo en distintos medios.
—Continuemos. Llevó esa investigación a Punto.Doc, ¿y qué pasó?
—Me toman la investigación y termina saliendo al aire. Y después quedo en contacto con la gente de la productora durante un año, y siempre les decía que tenía ganas de estar ahí, que si había algún lugar que me tuviesen en cuenta, y nunca pasaba nada. Hasta que un día, yo trabajaba en un banco…
—¿Qué hacía en el banco?
—Era como data entry, algo así. Era medio como el antiempleado, porque como que tenía unos jefes muy buenos que me bancaban y me acompañaban, pero no me gustaba lo que hacía, entonces yo estaba todo el día escuchando radio, porque me encantaba la radio, y mientras ingresaba datos, soñaba con estar en un programa de radio. Y en un momento me llama al banco mi abuela, no había teléfono celular en esa época, porque me habían llamado a mi casa y yo vivía con mi abuela, y me dice que me habían llamado de Cuatro Cabezas. Querían que vaya a una entrevista para empezar a trabajar ahí. Fui en ese mismo momento. Le dije a mi jefe que me iba a una entrevista laboral, me preguntó si iba a volver y le dije que no creía (risas). Me fui a mi casa, estaba de traje, me cambié y me fui a Cuatro Cabezas. Llegué, tuve una charla y me propusieron empezar a trabajar ese mismo día. O sea, ese día me levanté a la mañana, fui a trabajar al banco, y a la tarde estaba trabajando en Cuatro Cabezas.
—¿Cuál era su trabajo?
—Hacía mucho archivo en Punto.Doc. Entré ahí como asistente de producción. El asistente de producción, vos sabés, hace de todo.
—¿Y cómo siguió?
—Rolando Graña y Daniel Tognetti conducían el programa. Y yo empecé a proponerle muchas notas a Daniel Tognetti, medio que le comía la cabeza.
—¿Usted dijo: “Esta es la mía, es por ahí”?
—Siempre tuve mucha voluntad. Siempre fui como muy proactivo. Y sabía o confiaba en que ese era mi diferencial y que tenía que apostar a eso e insistir. Medio rompe bolas, pero sabiendo que tenía un objetivo: crecer ahí adentro. Entonces le proponía notas a Tognetti, le hacía sumarios de notas mientras trabajaba de asistente de producción.
—Sin que Tognetti se lo pidiera.
—Claro, sin que me lo pidan. Y empecé a salir con Tognetti como, o sea, Tognetti salía con un productor y yo iba como el asistente, y empezamos a hacer notas y a Daniel le gustó y entonces pidió que me pasaran a producción. Entré en agosto del 2002 como asistente de producción, y en enero me pasaron a producción periodístico. Cubrí toda esa campaña electoral del 2003, que fue una buena campaña: estaba Lilita de candidata a presidente, Néstor de candidato a presidente.
—¿En ese momento ya se visualizaba frente a la cámara?
—No, todavía no me veía frente a la cámara, pero en un momento cuando producía veía a la gente que yo producía y pensaba que las preguntas las quería hacer yo.
—¿Entonces?
—Terminó Punto.Doc y arrancó un nuevo programa, La liga, y comencé con algunas priebas. Un programa donde los periodistas recorrían mucho el territorio, por lo general se elegía un tema y se desarrollaba. A la vez, me llamaron para coordinar una sección en CQC, Proteste ya, que la hacía Daniel Malnatti. La prueba en La liga medio que no funcionó del todo, entonces pasé directamente a coordinar CQC y tuvimos un muy buen año.
—¿Quién conducía en CQC en ese período?
—Conducía Mario Pergolini y estaban Juan di Natale y Eduardo de la Puente en ese momento. Hicimos una gran nota a un exrepresor, Pascual Oscar Guerrieri, que había tenido un cargo muy importante en la represión, y por los crímenes que había cometido tenía prisión domiciliaria. Y nosotros nos enteramos, por un dato, que estaba violando la prisión domiciliaria. Entonces pensé que con esa nota la teníamos que romper. Sabíamos que violaba la prisión domiciliaria, pero no qué día, qué hora ni nada. Así como él hizo inteligencia para reprimir gente y para desaparecer personas, nosotros le hicimos inteligencia para poder agarrarlo en la violación de la ley. Durante tres o cuatro semanas, con equipos rotativos de producción de CQC, nos poníamos enfrente de la casa y hasta que le empezamos a tomar los tiempos. El tipo tenía una rutina: empezaba a salir determinados días, a tales horas, porque jugaba al tenis. Fuimos un día; éramos un equipo de 30 personas, algo que no existe más en la tele, distribuidas en distintos lugares, con postas. Había gente en la puerta de la casa esperando que salga, había gente en la estación de tren, porque nosotros teníamos el dato de que se tomaba el tren acá en Belgrano, en la estación de Barrancas de Belgrano. Ahí estaba el equipo central: Malnatti, unos productores más, camarógrafos y yo. Teníamos gente también que se subía al tren pero en otros vagones. Era la adrenalina por sabíamos que iba a ser una nota histórica. Y sabíamos, además, lo que significaba para cada uno de nosotros, por lo que ese tipo había hecho durante la última dictadura cívico-militar. Lo esperamos, lo esperamos… Hasta que un productor me llamó y me dijo que acababa de salir. Nos ponemos todos en posición. Lo empezamos a seguir en auto, pero el tipo se sube a un auto, siendo que él siempre se tomaba el 42 para llegar a Barrancas, y como no teníamos eso previsto, lo perdimos.
—El plan falló ahí.
—Claro, teníamos todo diagramado y pensado; habíamos pensado todas las variantes menos esa. Estábamos desesperados, porque era un trabajo de mucho tiempo. Y en un momento nos dimos cuenta de que si salió, tenía que volver. Lo esperamos en la puerta de la casa. Cuando llegamos, aparece en el auto, era un remís, y nos ponemos delante con un equipo, otros dos equipos de costado, y Daniel Malnatti se pone en la ventana y le empieza a hablar. Malnatti tenía muy ensayado lo que tenía que hacer, que era lo justo y lo preciso: preguntarle dónde estaban cada una de las personas de las cuales él había sido responsable de su desaparición y había sido condenado. Malnatti le preguntaba: “¿Usted es Oscar Pascual Guerrieri?”. Y lo primero que dijo, mirá lo que es el inconsciente, fue que no era él. Obviamente, nosotros sabíamos que era él, 100% confirmado. Malnatti le empezó a preguntar dónde está tal persona, dónde está tal otra, y le leyó toda la lista de las personas desaparecidas que él había tenido responsabilidad. Y él, en vez de bajarse en la casa, le pidió al remisero que arrancara, lo seguimos y se refugió en el Regimiento Militar de Palermo, y ahí terminó la nota. Luego, le llevamos al juez Daniel Rafecas, a cargo de la causa, de la prisión domiciliaria, el material probatorio, y Rafecas le revocó la domiciliaria y lo mandó a una cárcel común, como correspondía.
—Después de esa producción, ¿cómo siguió su carrera?
—En un momento, Daniel Malnatti se va a trabajar a El Trece, y ahí pensé que quería estar de ese lado. Empecé a hablar con Cuatro Cabezas, con Cune Molinero, que era el productor ejecutivo, con Diego Guebel, que era el dueño de la productora. Les dije que quería probar y hacer aire. Me dieron el ok y empecé a hacer notas que no salían al aire, porque era en la temporada previa, antes de que salga al aire. A Guebel y Cune les gustaba lo que estaba haciendo.
—¿Y a usted, le gustaba?
—A mí me gustaba. Pero un día se la mostramos a Mario. Bah, yo no, se la muestran ellos a Mario Pergolini. Y a Mario no le gustó.
—¿Qué era lo que no le gustaba?
—No le gustaba. No explicitaba mucho qué era. No le gustaba.
—¿Y usted qué cree que era lo que no le gustaba?
—Bueno, ahí viene. Entonces yo le digo a Diego: ”¿A vos te molesta si yo voy y le toco la puerta a Mario y hablo con él y le pregunto a ver qué es lo que no le gusta, para saber y para ver qué onda?”. Me dijo que vaya. Pido una reunión con Mario, me la dan. Me junto con él en su oficina. Y la charla arranca así: “Che, Mario, me dijeron que no te convencen del todo mis notas. ¿Por qué no te convencen, qué es lo que no te gusta?”. Me mira y me dice: “Nosotros ya tenemos un montón de gente acá que hace muy bien lo que vos quisiste hacer. Vos sos periodista, tenés otra mirada. ¿Por qué no hacés otra cosa?”. Y le digo: “Bueno, dale, ¿me dejás probar una vez más?”. Me dijo: “Sí, tenés un solo tiro” (risas).
—Mientras escuchaba la devolución de Pergolini, ¿qué pensaba?
—Yo ahí tenía la cabeza a mil. Porque era verdad, las notas que yo estaba haciendo eran más de contacto clásico de Caiga, más burlón, más chiste y no mucho más. Y yo pensaba: “¿Qué me habrá querido decir con esto de que ‘vos sos periodista, hacé algo distinto’?”. Entonces, me acuerdo de un caso de una ministra de Transporte de Francia que en una conferencia de prensa respondía muy bien, pero en un momento le preguntaron cuánto estaba el boleto mínimo y no supo qué responder. Era como el ejemplo de cómo una pregunta sencilla bien puesta, en el momento indicado, puede descolocar al entrevistado. En ese momento me acuerdo que estaba incipiente la investigación de un posible caso de corrupción: el caso Skanska. Y se me ocurrió ir a preguntarle a todo el oficialismo qué era el caso Skanska, con esa sola pregunta, a ver qué decían. Porque estaba como en disputa, el sentido de lo que estaba pasando con eso. Fui y busqué como a 12 oficialistas de ese momento y pregunté, pregunté, pregunté. Era más periodístico. Después venía repregunta a eso. No había tanto chiste.
—Era su único tiro.
—Era mi único tiro e hice la nota, la editamos y por lo menos se parecía más a lo que soy yo, que era un poco lo que me había dicho Mario de otra manera. Se lo muestran a Mario y me llama Cuno y me dice: “Che, te felicito, quedaste. Vas a entrar como cronista”. Yo estaba loco de la alegría. Tenía 24 años creo, 25. Al otro día fui a Cuatro Cabezas, había un pasillo largo y al fondo tenía la oficina Mario. Entonces subo una escalera y de repente Mario sale de su oficina, me ve, lo veo, se ríe, me río, íbamos los dos caminando, como una cuestión medio cinematográfica, acercándonos, me abraza, lo abrazo, y me dice al oído: “Bienvenido. Si me traicionás, te mato”. Como chiste, pero no tan chiste.
—De esa época al presente, ¿cómo lo ve a Mario y qué le gustaría decirle?
—Yo no coincido con Mario en muchas cosas, pero él fue importante para mí. En esa charla que tuvimos, fue el inicio de entender que la mejor forma es buscando lo propio. Tratando de buscar dentro de uno qué es lo que uno tiene ganas de contar, de hacer y qué es lo que uno tiene para dar. Hoy hay cosas de Mario que no comparto, opiniones o miradas que tiene sobre las cosas; yo no lo consumo ahora, no escucho su programa de radio. En una época lo escuchaba mucho, pero ahora ya no. Igual sí me parece que es una persona que tiene una muy buena visión para los medios. Entiende, sabe. Y creo que fue un adelantado en todo lo que tiene que ver con la inserción de la tecnología en los medios y lo que se venía, los cambios que se iban a producir. De hecho, lo que hizo en Vorterix fue muy adelantado. Lo que hoy vemos que tienen todas las radios, él lo hizo antes, y lo hizo bastante adelantado al resto.
—¿Le costó estar frente a una cámara?
—Sí. Al principio me daba vergüenza y sentía presión. Caiga en ese momento era un programa muy visto, que tenía mucha repercusión, y me daba presión y miedo. Me daba adrenalina también. Había un poco de todo. Una montaña rusa de sensaciones. Y después, con el tiempo, me fui acostumbrando y perdiendo ese miedo, esa vergüenza, todo.
—¿En qué momento dijo: “Estoy donde quiero estar, como pez en el agua”?
—Ahora. Porque hago todos productos que pensé, que soñé y que los puedo plasmar y donde puedo armar buenos equipos de gente que trabaja muy bien. Y cuando uno imagina algo, sueña algo, y después lo ve plasmado hay como un disfrute extra, te diría. Yo vivo y vivo bien de lo que me gusta, que eso ya es una satisfacción enorme y, en un país como la Argentina, soy bastante privilegiado. Soy consciente de ese privilegio y de lo lindo que es estar donde estoy.
—¿Cuál es su próximo sueño o desafío laboral?
—Bueno, hay una figura que me encantaría entrevistar, que me fascina, pero me fascina en términos políticos, no en términos religiosos porque yo no soy religioso: el Papa.
—¿Lo está buscando?
—Sí, lo estoy buscando. Tal vez en un momento lo consiga. Pero me fascina. Me fascina el rol, me fascina su manejo de la política. Me gustaría preguntarle cómo maneja las intrigas de poder en su contra dentro del Vaticano. Para los cambios que está llevando adelante en la Iglesia el Papa es un rebelde. Lo quieren bajar, porque les molesta, los irrita. A mí ese combate al interior del Vaticano de poder y de política me parece extraordinariamente interesante. Y tenés que tener una habilidad muy particular para bancar esa parada.
—Mencionó la palabra rosca. ¿Cómo ve la política argentina actual?
—En una situación muy delicada por problemas macroeconómicos estructurales que se traducen en estos niveles siderales de inflación. No tener moneda confiable, como pasa con el peso, genera un descalabro generalizado. Desordena la vida. Este Gobierno debió haber trabajado de entrada en la solución de este problema que arrastra décadas pero, si bien se encontró con imponderables como la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía, tuvo una fenomenal impericia porque se sumergió en una interna completamente destructiva que tuvo impacto directo en la situación económica. Por supuesto, a todo este combo hay que sumarle la irresponsable e impagable deuda que tomó Mauricio Macri, que habla de la situación general de la Argentina como un panelista de televisión sin hacer una sola autocrítica de su pésima gestión.
—¿Cómo lee los resultados de las PASO y el fenómeno Milei?
—Un tanto sorpresivos, pero completamente lógicos. Las dos principales fuerzas políticas, Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, hicieron malos gobiernos. Esto trae un problema de representación. Pero sus principales dirigentes, patinando sobre la polarización, creyeron que el electorado siempre iba a estar ahí, entre uno u otro. Y no. Un sector importante de la población venía dando señales de desgaste con la clase dirigente hace tiempo. Sectores de clase media baja adonde el Estado no llega en ninguna de sus formas. Son “los anteúltimos”, según una interesante definición en un trabajo que hizo la Escuela IDAES: trabajadores precarios, que viven en los bordes, que están todo el tiempo respirando con el umbral de la pobreza en la nuca. Nadie los representaba. Bueno, ahora sí. Apareció Javier Milei con una narrativa que los sedujo: “Los políticos, la casta, son los culpables de lo que te está pasando. Y yo voy a acabar con los que te están jodiendo la vida”. Sencillo y contundente. Por supuesto que además tiene características caricaturescas que lo hacen ser un personaje muy atractivo para medios y redes sociales. La gran paradoja, casi trágica diría yo, es que si Milei cumple sus promesas, reducción del Estado al mínimo, baja generalizada de impuestos y dolarización, esos “anteúltimos” que se rompen el lomo todos los días de su vida para no irse al descenso van a estar mucho peor. No tengo ninguna duda acerca de ese desenlace.
—¿Cree que es el fin del kirchnerismo?
—No. Creo que ese es el deseo de algunos de sus adversarios políticos y un eslogan efectista en tiempos de elecciones para sectores profundamente antikirchneristas. Si veo que el kirchnerismo está desorientado, en proceso de reconfiguración, cada vez más recostado en el Conurbano bonaerense. Qué lugar ocupará dentro de un movimiento mucho más amplio, que es el peronismo, lo dirá el tiempo.
—Habló de incertidumbre. ¿Cuál es la mayor incertidumbre de Diego Iglesias? ¿Qué cosas le quitan tranquilidad?
—Soy una persona muy controladora, por lo tanto el futuro muchas veces me genera incertidumbre cuando me neurotizo. Cuando empiezo a pensar lo que puede salir mal…
—¿Es muy controlador?
—Sí, muy.
—¿Qué cosas tienen que estar bajo su control total?
—Soy muy metódico. Muy obsesivo. Muy puntilloso. Eso obviamente con terapia, hace muchos años que voy, aprendí a canalizarlo para bien. Para que me rindiera.
—¿Y cómo hace con el amor?
—Bueno, habría que preguntarle a mi novia por ejemplo. Pero no, en ese sentido no soy para nada controlador en una relación de pareja. Solo en proyectos laborales soy así. En la pareja no, para nada. No tengo eso, no me sale y no creo que sea sano tampoco.
—¿Qué cosas no hay que hacerle a Diego Iglesias para no irritarlo, por ejemplo?
—Que hablemos algo, quedemos en algo y que después no lo haga. Pero no que no lo hagas porque hay imponderables. Nuestro trabajo día a día tiene un montón de imponderables, me refiero a que quedemos en algo y que después no lo hagas.
—Que no se cumpla la palabra.
—Claro, sí, eso es.
—Volviendo al amor, ¿tiene ganas de formar una familia, tener hijos, o por ahora no?
—No lo tengo pensado ahora ni tampoco es un proyecto que esté presente en mi vida ni lo estoy proyectando en el corto plazo, pero creo que es una experiencia que me gustaría atravesar.
—¿Cómo se maneja con la exposición?
—Súper bien.
—¿Y con las críticas?
—También súper bien. Va a parecer raro lo que voy a decir pero no me afectan las redes sociales. Hasta me divierte a veces que me puteen porque pienso que es una gran ficción. Salvo que haya una crítica elaborada, que eso no es una ficción y que está bueno porque puede haber un intercambio, todo, pero en general creo que es una gran ficción. Creo que es muy fácil estar en un lugar determinado, agarrar el teléfono, ver algo que yo dije o puse y putearme. No hay mucha elaboración. No hay mucha intermediación en eso. Entonces no me lo tomo muy en serio, la verdad. Como tampoco me tomo muy en serio si en redes sociales me dicen: ”Huy, qué bueno esto que hiciste”. Pero sí, como cualquier persona que tiene exposición, a mí me gusta, disfruto la exposición, me gusta que me escuchen, que me vean o que me lean. Hago las cosas para que haya gente del otro lado también.
—Para terminar, si tuviera que ponerle un título a su vida, ¿cuál sería?
—Una gran aventura. Porque si algo he vivido hasta ahora son situaciones de todo tipo, que las veo en perspectiva y me regocijan. Me gustan las experiencias, me gusta atravesarlas. Y encontré una forma de vida. Conectando con el principio, con la primera pregunta que me hiciste, encontré una forma de vida donde, justamente, me pagan para que yo pueda vivir experiencias, conocer gente y contar cosas. Entonces estoy en un mundo, en este momento, para mí ideal.

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