El exjefe de Gabinete de Cambiemos, Marcos Peña, desembarcó este martes en La Plata para presentar su libro “El arte de subir (y bajar) la montaña”, que se dedicó a escribir como epílogo de su paso por la cumbre del poder entre 2015 y 2019 y en el que habla de la “dimensión humana” del liderazgo.
Retirado de la política, quien supo ser la mano derecha del expresidente Mauricio Macri conversó con un portal local de noticias de la actualidad del PRO, del plan económico de Luis “Toto” Caputo, del uso de redes que hace Javier Milei y de la necesidad de habilitar la conversación sobre un tema tabú: la salud mental de los políticos. También se refirió al trascendido que indica que el asesor presidencial, Santiago Caputo, apuñala a diario el libro y aseguró que no lo conoce y que, si no le gusta, que lo regale ya que “tal vez le puede servir a otra persona”.
— ¿Qué te llevó a escribir el libro?
— ¿Hubo una intención de poder cambiar la imagen que tenías como de soberbio, de muy alejado de la gente?
— Había una parte de sentir que quería realinear un poco lo que se había desalineado entre el personaje y quien yo soy, digamos, ¿no? Eso sí. No tanto por un tema de imagen, sino por un tema mío personal, ¿no? Como por la sensación de que por descuido de alguna manera y por un montón de razones había crecido un personaje que poco tenía que ver conmigo y sentía que era parte de un proceso personal poder, digamos, en todo caso dar mi visión de las cosas desde un lado personal.
— ¿Qué es lo que va a encontrar alguien que no es político en el libro? ¿Por qué leerlo?
— Primero, porque es una historia humana, no es una historia política y parte de lo que entendí es que la situación del liderazgo la atravesamos todos, cien por cien y un montón de gente que ha leído el libro me dice que me sentí identificado con cosas, hablando a la distancia y en realidad cuando hablo de salud mental, salud física, la relación con el celular, la relación con el trabajo en equipo, con otras personas. Son un montón de variables que cruzan la vida de todo el mundo, entonces siento que es una reflexión que puede servirle a un montón de gente para también hacer un chequeo personal de muchas de estas variables que, por ahí en la locura del día a día, las omitimos.
— Contaste que el libro fue bien recibido por dirigentes incluso de la oposición. ¿Quiénes del peronismo te escribieron?— No, no voy a dar los nombres, pero sí (me escribieron) de todos los sectores, inclusive del kirchnerismo. Siento como que de alguna manera todo el mundo te devuelve algo parecido que es “está bueno que ayudes a habilitar un tema que parecía medio tabú”. Dar un paso en ese sentido de decir “tenemos que hablar un poco de esto”. Y creo que eso también habilita una conexión desde otro lugar, ¿no? Más desde las personas y menos desde las ideologías o los partidos políticos.
— Trascendió que un funcionario del Gobierno nacional, Santiago Caputo, apuñala a diario tu libro. ¿Por qué pensás que lo hace? — No, ni idea, no sé.
— ¿Nunca tuviste relación con él?
— No, no lo conozco personalmente. Si es cierto el trascendido, que lo explique él por qué, pero nada…
— ¿Qué pensás que le puede molestar del libro?
— No, no, no voy a ser analista de alguien que no conozco. Si es cierto es que no le gustó el libro, de mínima. Pero bueno, a él o a cualquier otra persona que no le guste el libro que se lo regale a otro, que por ahí le puede servir.
— Decís en el prólogo que el libro marca el cierre de una etapa, ¿colgaste el traje de político?
— Sí, sí, sí.
— ¿No vas a volver a la política?
— No, no, hoy no lo tengo ni por asomo en mis planes, la verdad. Siento que fue una etapa hermosa, que me encantó. Fueron 18 años seguidos de función pública, siento que fue una etapa hermosa. Pero siento hoy que mi aporte pasa por otro lado.
— ¿Cuál es ese lado?
— El trabajar desde el acompañar a las personas en situación de liderazgo. El ayudar a iluminar un poco este tema de la dimensión humana, hacer algún aporte también a cómo pensamos la cultura del liderazgo y del poder. Y no solo acá, en otros países también. Es algo que he venido haciendo estos años y siento que es un aporte que a mí me hubiese gustado tener cuando estaba en esa situación de liderazgo. Entonces siento que hoy seguir ese camino es un aporte.
— ¿Y hoy con quiénes estás trabajando?
— Con personas de distintos mundos, de distintos países. O sea, de distintos mundos: del empresarial, el político, el social, deportivo, artístico De distintos países
— ¿Eso preferís reservártelo?
— Sí, por supuesto, es un tema personal. Yo trato de ser muy cuidadoso con eso Justamente no estar hablando con quién en particular, sino con perfiles de personas.
— ¿Cómo ves al PRO hoy? ¿Qué queda del PRO que fundaron en su momento? — Yo creo que queda una generación nueva que se metió en política por el PRO en su momento Y que hoy está creciendo, después de muchos años de experiencia, de gestión en distintos lugares Que tiene muchas ganas de levantar esas banderas por las cuales se involucró en su momento Y creo que hay muy buena gente en general Creo que es un grupo humano de mucha calidad y que tiene mucho para aportar al país.
— ¿Quiénes estarían en esa generación nueva que vos marcás?
— Todos, todos los que por biografía fueron introduciéndose en ese lugar. No es para hacer nombres, digo, como aporte, creo que es un grupo humano súper valioso.
— ¿Cómo está tu relación con Mauricio? ¿Hablaste después de que relanzó el PRO? — No, no hablamos en particular. Mi relación está súper bien, la verdad súper afecto, respeto, mucho agradecimiento también por los años compartidos, hemos mantenido relaciones desde lo personal y tengo mucha gratitud, mucha gratitud por la confianza que me tuvo, por la confianza que seguimos teniendo y por el aporte que hace el país.
— ¿Te consulta?— Realmente no estoy empapado del día a día de la política, tampoco estoy consumiendo información política todo el día, con lo cual, todos ellos saben que cuando necesitan o necesitaron alguna charla más humana yo siempre estaré disponible, pero no estoy en un rol de asesor en este momento.
— ¿Mantenés relación también con Patricia Bullrich y con Horacio Rodríguez Larreta? — Con todos mantenía relación, hemos compartido muchos años de una experiencia muy intensa y yo tengo mucho respeto también por todos los que dan la pelea por tratar de, desde la política, mejorar las cosas del país.— ¿Pensás que la Libertad Avanza y el PRO tendrían que unirse?
— No, no me voy a apuntar en esa discusión, creo que están súper calificados los dirigentes del PRO para dar esa discusión. Lo que tengo claro es que hay un sujeto político, que son los votantes que hace varias elecciones están empujando para ir en una cierta dirección. Tengo claro también que el país es muy diverso geográficamente, en su propia geografía política cada realidad es distinta, y creo que, como hacen la ingeniería electoral los dirigentes, les toca a ellos (analizar).
— Fuiste de los pioneros en ver que la comunicación iba a pasar por las redes y tuviste lo que se apodó como el “ejército de trolls de Peña”. Ese fenómeno se acrecentó en la pandemia y hoy tenemos a un presidente que prácticamente gobierna por las redes, echa funcionarios por las redes, agrede por las redes. ¿Qué opinás del manejo que hace el Gobierno de las redes?
— Primero aclarar que el mito del ejército de trolls, digamos, no fue real. Nunca creí en ese esquema de uso de las redes. Creo que las redes son un gran carril para darle protagonismo a la gente, para escuchar, para dialogar. En una etapa en la que, a medida que avanza la revolución digital, cada persona se vuelve un editor, un generador de contenido. Y, sin duda, como bien decís, cada año se ha ido profundizando eso. Llegamos a la ciudad de Buenos Aires en el 2007, el mismo año que se lanzó el iPhone, el smartphone. En el 2015 había muy poca penetración de smartphones todavía en Argentina y de banda ancha, ¿no? Y la pandemia, como decís, aceleró todo. Creo que es un gobierno que siempre ha estado en una fuerza política, digamos, un liderazgo político, no sé cómo llamarlo que ha estado siempre muy en ese ecosistema, muy activo, muy en esa cultura. Y tiene lógica que, si lo estuvieron antes, lo estén después. Creo que es parte de lo que la gente votó, o sea, no veo algo necesariamente muy distinto a lo que hacían antes. Ahora, si eso les sirve o no les sirve en la revolución, no lo sé, después se verá. — ¿Estás de acuerdo con ese uso que hacen de las redes?
— Yo opino de lo que hicimos nosotros. Nosotros creímos en su momento en la importancia de ser respetuosos, de no atacar a nadie, digamos, creo en eso. Pero no me pongo a juzgarlos de qué es lo que hacen, cada uno responderá por lo suyo.
— ¿Y qué opinás del plan económico que está aplicando el Gobierno?
— Bueno, de vuelta, creo que hay personas, a las cuales conozco mucho, porque trabajamos mucho juntos, muchos años que están ahí liderando una intención de normalizar la economía y ojalá ellos tengan mucho más información sobre la realidad. Una cosa que sí aprendí cuando estuve ahí, que en general en el debate público hay mucha menos información de lo que se maneja en el gobierno. Y entonces hay un punto donde tenés que confiar en las personas o no, digamos. Yo lo que deseo es que les vaya bien, no estoy en condiciones de evaluar la micro del plan económico.
— ¿Confiás en Luis Caputo como ministro?
— Quiero que les vaya bien, no es un tema de confianza. Quiero que les vaya bien, sé que son competentes. En este caso es más un tema también de entender que la intención de lo que están tratando de hacer va en una dirección de normalizar la economía, que es necesaria. Después uno escucha muchas versiones y tal o cual medida, si corresponde o no: de vuelta, estuvimos ahí adentro, sé lo difícil que es porque muchas veces hay opiniones, pero también muchas veces hay intereses y hay una sábana corta que es complicada de administrar.
— En el libro hablás mucho de esto de la salud mental de los líderes como un tema tabú. En la campaña, Sergio Massa planteó esto de que los candidatos tendrían que ser sometidos a un psicotécnico. ¿Pensás que los candidatos deberían someterse a un test de ese tipo?
— Creo que es muy fácil volverlo algo chabacano o un arma pretendida para atacar a uno. Creo que es un tema súper delicado, súper complejo El caso de (Gabriel) Boric en Chile fue muy interesante en ese sentido porque él contó que era bipolar y enseguida se convirtió en un arma, ¿no? entre un sector y otro, y al final la gente lo tomó muy bien porque en el fondo estaba hablando de algo que el resto de la población sí habla mucho más. Entonces, naturalizar que estamos hablando de seres humanos, que su salud física, su salud mental es un dato relevante no por un tema de bienestar sino por un tema de calidad de decisiones. Creo que es súper importante, pero no se debe, nunca creo que plantear en el marco de una agresión. Naturalizar esta conversación es súper relevante Es una de las cosas que en la conversación pública pueden ayudar incluso hasta a salvar vidas porque la idea de la invulnerabilidad, de que esto solo le pasa a los que están mal genera muchos problemas. Y creo que es muy interesante lo que muchos artistas y deportistas empezaron a hablar del tema mucho más, creo que eso es súper saludable.
— ¿Pero no pensás que debería ser un requisito a cumplir para los candidatos políticos?
— Es súper delicado. También en el libro hablo del tema, vos tomás un ministro en un área y no hay ningún tipo de pregunta en ningún momento: si esa persona tiene una enfermedad, física, ni hablar mental, pero también física. Pero, por otro lado, se entiende que si vos pedís una declaración jurada física también eso muy fácilmente se puede convertir en un arma y es muy complicado. Entonces no es fácil resolverlo. Yo llego hasta el punto de decir, che, esto es un tema que obviarlo no está bueno, nada más.
— Javier Milei eligió Axel Kicillof como el enemigo. ¿Cómo lo ves al gobernador? — Lo sigo poco. — ¿Qué opinás de su gestión? — Lo sigo poco. Como te decía, desde que estoy viajando mucho a otros países y traté de desintoxicarme un poco del día a día de la política, no tengo elementos como para evaluar. Nada, no tengo nada.
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Si a Santiago Caputo no le gustó mi libro, que se lo regale a otra persona
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