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En esos 86 años y 8 meses que vivió, fue una persona inolvidable. Fue gentil. Respetuoso. Profesional. Fue un “Maestro”, hizo docencia en cada lugar donde estuvo y preparó a sus dirigidos para afrontar un partido, pero mucho más, para su vida fuera de una cancha.
Se dice que alguien es grande o alcanza el título de ídolo popular, cuando solo con decir su nombre o sobrenombre, se sabe de quién hablamos. Y si lo ponemos en práctica parece ser una verdad irrefutable. Si decimos “Diego”, lo primero que te sale es “Maradona”. Si decimos “Ringo”, es “Bonavena”. Si decimos “Leo”, no hay duda que es “Messi”. O “Gaby”, es “Sabatini”. Por eso, no hay dudas cuando decimos “Timoteo” o el “Viejo” o “Maestro”, se sabe perfectamente en el mundo del fútbol, que hablamos de “Griguol”. Y eso lo hace grande, eterno e inolvidable.
Sin lugar a dudas, Carlos Timoteo Griguol es una parte importante en la historia del fútbol argentino, al que le dio cosas, muchas… Y a los futbolistas que dirigió, más aún. Les cambió la vida, y así pasó en Gimnasia. Se nos fue en 2021 físicamente, pero nadie podrá olvidarlo. Quienes tuvimos la suerte de tener un vínculo, aunque más no sea profesional, podemos decir que lo tenemos presente de manera permanente. Nos dejó cosas, y no solo futbolísticas, sino que nos dio lecciones de vida. Nos hizo pensar y desde la simpleza, nos hizo crecer.
En aquel mes de octubre de 1994 ingresó en la historia del fútbol platense y se quedaría para siempre. Con sobrados pergaminos e historia sobre sus espaldas llegaba a Gimnasia para hacerse cargo del primer equipo tras la salida de Roberto Perfumo. Fue una muy buena jugada de aquella dirigencia albiazul, presidida por Héctor Delmar. El Lobo ese año venía de haber ganado la Copa Centenario, pero con el correr de los meses con Perfumo las cosas no habían salido bien en cuanto a resultados.
El Promedio empezaba a flaquear y se necesitaba un técnico de los denominados “saca puntos”. En tiempos donde se sumaba de a dos por ganar, Timoteo fue un cultor de la “media inglesa”, que era ganar de local y empatar de visitante, al menos. En el Mundial México 86, Cacho Delmar junto a Jorge Antonucci habían tomado un café con el DT y le habían dicho que alguna vez lo querían en el Lobo.
El lazo había quedado cordial, y por eso en el ´94 y ante el mal momento no dudaron en llamarlo a su departamento en Caballito para ofrecerle ser el DT del Lobo. Igualmente, aquí se puede hacer un alto. Semanas antes de su arribo a Gimnasia, la dirigencia de Estudiantes lo había llamado a Timoteo. El descenso del Pincha era un hecho, lo fueron a buscar, Griguol dio el “sí”, pero no se pusieron de acuerdo por detalles.
En ese momento se dijo algo así como que una parte quería que asumiera de inmediato y aun habiendo descendido para afrontar el final del torneo de Primera División, y otra parte decía directamente arrancar de cero el proceso en la B Nacional. Así la negociación se cayó. Para suerte de Gimnasia, Griguol quedó libre, y una mañana de mediados de octubre tras dar el “sí” a la CD, apareció en Estancia Chica con su cuerpo técnico para arrancar lo que sería la primera etapa (de las tres que tuvo en el Lobo). De saludo cordial y la inconfundible tonada cordobesa, Timoteo se transformó en el motor de todos los sueños del Club.
