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En su columna Cuadros Técnicos, Leonardo Di Lorenzo eligió retroceder más de dos mil setecientos años para explicar el presente. “En el 763 a.C., el 21 de abril, se funda una ciudad, nace una civilización”, recordó. Y agregó: “Ellos eran gemelos, hijos de Rea Silvia, una sacerdotisa virgen. Queda embarazada y abandona a esos hermanos en el río Tíber. Los rescata una loba, los amamanta y los cría Faústulo”.
Ese mito, el de Rómulo y Remo, marcó el inicio de Roma, pero también el de una disputa. “Se sientan al amanecer y discuten dónde fundar la ciudad: uno decía el Palatino, el otro el Aventino. Consultan a los dioses, cuentan cuervos, se desconocen, y uno termina matando al otro”, relató Di Lorenzo en Código Baires.
Y acto seguido sostuvo que esa historia “podría haber pasado ayer”, pues adveirtió que los hermanos romanos son un espejo de los argentinos contemporáneos: “Nacen en el mismo barrio, crecen juntos, sueñan con refundar la ciudad. Pero cuando llega el momento de construir, se quiebra el pacto. Uno cree en la fuerza del mercado, el otro en el Estado como escudo. Uno en la eficiencia, el otro en la resistencia”.
En este contexto, afirmó que esas tensiones hoy no se dirimen con lanzas, sino con “carpetazos y operaciones”. La confrontación, dijo, se desplaza al terreno de las redes sociales, las listas electorales y los medios de comunicación, pero mantiene intacto su dramatismo.
La reflexión apareció al calor de un hecho local: la inauguración de una réplica de la Loba Capitalina en Plaza Italia, encabezada por el intendente platense Julio Alak y autoridades de la comunidad italiana. “Hice esta analogía porque Rómulo y Remo se matan en el 753 a.C. para ver quién fundaba la ciudad, y estamos en 2025. No nos matamos literalmente, pero nos matamos en las redes, en las familias. La grieta está por todos lados”, afirmó.
Di Lorenzo advirtió que esa división también contamina los vínculos más íntimos: “Amigos que se enojan entre sí por un partido político, familias en las que ya no se puede hablar más de política porque es mala palabra. Vos te metés en política y enseguida te dicen que sos un trucho”.
El mito de los gemelos romanos, entonces, aparece como metáfora de un país donde cada proyecto político imagina su propia ciudad y convoca a su propio pueblo fiel. La loba en Plaza Italia no solo recuerda la fundación de Roma, también interpela a una sociedad que sigue debatiéndose entre hermanos enfrentados.
