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La política de desregulación total del mercado de combustibles implementada por el gobierno de Javier Milei queda en evidencia en las calles, donde los aumentos se aplican sin previo aviso y, muchas veces, de manera consecutiva. Lo que para el Ejecutivo es “libre competencia”, para los consumidores se traduce en incertidumbre y pérdida de poder adquisitivo.
La situación no es un relato ajeno: ocurrió a uno de los integrantes de Radio La Plata, y no hizo más que confirmar lo que muchos automovilistas sienten. Cargó nafta a la tarde, y cuando pasó nuevamente a la noche, el precio había subido a $1.810.
—“¿Otra vez aumentó la nafta?”, le dijo al playero.
—“Sí, aumenta casi todas las noches. Lo de los descuentos es puro chamuyo”, contestó el trabajador.
La anécdota refleja un fenómeno que ya dejó de ser excepcional: las subas se aplican de manera casi diaria y sin obligación de ser informadas previamente, una normativa que el propio Gobierno eliminó. Desde entonces, la única forma de enterarse del nuevo precio es mirando el cartel, aunque para ello es necesario también saber cuál era el precio anterior.
Tomando los datos desde enero de 2024 hasta diciembre de 2025, el precio del combustible pasó de $862 a $1.1810, lo que representa un incremento del 110% en dos años. Pero aún más llamativo es que, incluso en meses donde la inflación se desaceleró (según los datos oficiales), los combustibles continuaron subiendo por encima del promedio general.
En solo doce meses (de diciembre de 2024 a diciembre de 2025), la nafta subió de $1.317 a $1.1810, es decir, un 32% anual, muy por encima de las proyecciones oficiales de inflación para ese período.
La inestabilidad de precios como norma
El impacto directo de la desregulación se observa también en la irregularidad mensual de los aumentos. Mientras en enero y julio de 2024 las subas fueron constantes pero moderadas, desde agosto en adelante se aceleraron, superaron los $1.300 en un solo mes y nunca volvieron a bajar. En 2025, el incremento mensual promedio fue del 4% al 5%, aún en un contexto de recesión económica y caída del consumo.
La eliminación de controles obligatorios dejó a los precios atados exclusivamente a decisiones empresariales, que hoy responden a expectativas de mercado más que a variables locales y tangibles para el público. Sin mecanismos de supervisión, los aumentos nocturnos se volvieron una práctica habitual.
Asimismo, el encarecimiento constante del combustible no solo afecta al automovilista común. Impacta directamente en los costos logísticos, productivos y en la cadena de abastecimiento completa. Es uno de los factores que dificulta la baja de precios en góndola, presiona sobre tarifas y complica la recuperación de sectores que ya están en caída.
Una economía donde el ciudadano debe “estar atento”
La anécdota del automovilista que descubre el aumento recién al ver el cartel sintetiza el nuevo escenario: un mercado sin reglas, donde el precio puede cambiar en cualquier momento y donde el Estado se retiró deliberadamente de su rol regulador.
A dos años de iniciada la gestión, los combustibles muestran una tendencia clara: aumentan por encima de los salarios, por encima de la inflación y sin señales de estabilización. Para millones de argentinos, el costo de la desregulación no es un concepto abstracto: está en cada ticket de la estación de servicio.

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