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Hay nombres que se convierten en sinónimo de un club. Otros, en el recuerdo de un título inolvidable. Y luego está Miguel Ángel Russo, un hombre cuyo legado se teje con la pasión de múltiples colores, la gloria continental y una lección de lucha que trascendió el campo de juego. Su partida deja el vacío de un estratega y un ganador, pero sobre todo, el recuerdo de un hombre que respiró fútbol hasta su último aliento.
Estudiantes: La Cuna y el Corazón del Campeón
Todo comenzó en La Plata. En Estudiantes, Miguel Ángel Russo no solo se hizo futbolista, se hizo un símbolo. Fue el club de su vida, la única camiseta que vistió profesionalmente. Bajo la tutela del legendario Carlos Salvador Bilardo, aprendió que la entrega no se negocia y que la inteligencia táctica es tan crucial como el talento.
Russo fue el motor silencioso de un equipo histórico. Como único volante de recuperación, su trabajo incansable en el mediocampo era la base que permitía brillar al talento de figuras como Alejandro Sabella, Marcelo Trobbiani y José Daniel Ponce. Junto a pilares defensivos como José Luis Brown, conformó la columna vertebral de un equipo que se consagró campeón del Metropolitano 1982 y el Nacional 1983. Su brillantez lo llevó a la Selección, pero una inoportuna lesión le negó el sueño de jugar el Mundial de México 86, una de las mayores espinas de su carrera.
El Técnico: Un Legado de Gloria y Pertenencia
Como entrenador, su leyenda se multiplicó. Tras sus exitosos inicios en Lanús, al que ascendió dos veces, su primer gran grito de campeón en Primera llegó con Vélez Sarsfield en el Clausura 2005. Pero su carrera estaría marcada por dos amores deportivos imborrables.
El primero fue su momento de gloria eterna con Boca Juniors. En 2007, dirigió a un equipo brillante, con un Juan Román Riquelme en una de sus versiones más sublimes, y conquistó la Copa Libertadores. Esa copa no fue solo un título; fue su obra maestra, la consagración que lo inscribió para siempre en la historia grande del club y del continente.
Su segundo gran amor fue Rosario Central. Pocos entrenadores logran una simbiosis tan perfecta con un club. A lo largo de cinco ciclos, Russo fue refugio y solución. Lo devolvió a Primera en un momento crítico y, como un guion de película, le regaló la alegría de una última estrella con la Copa de la Liga 2023. Para el pueblo “Canalla”, Russo no fue un técnico más: fue uno de los suyos.
Un Luchador Hasta el Final
Miguel Ángel Russo luchó siempre. Con la misma tenacidad con la que disputaba cada pelota en la mitad de la cancha, enfrentó una larga enfermedad sin jamás bajar los brazos. Su imagen, serena e impartiendo sabiduría desde el banco hasta sus últimos días, es el retrato final de un hombre que dignificó su profesión. Se fue un estratega y un maestro, pero su huella perdura en las tribunas de La Plata, Liniers, Rosario y La Boca, unidas en el aplauso a un verdadero señor del fútbol.
Hasta siempre Miguel.

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