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No hay quien, amante del folklore y de sus movidas culturales, viva en La Plata y alguna vez no haya pisado el suelo vibrante, rayado y de madera de La Salamanca. Un centro de reunión que se sintetiza en una frase: “Hoy es noche de peña”. Están los que van a bailar chacareras y zambas, los que buscan amigos y amantes en los grupos allí nacidos, los que simplemente desean salir, divertirse y empaparse de folklore, los que se enamoran entre empanadas, jarras de vino, humaredas de cigarrillos y pañuelos danzantes en la madrugada.
La Salamanca como una comunidad de pertenencia. Cada pueblo construye su historia a partir de mojones, los cuales permiten hacer un alto en el camino y así dilucidar el horizonte por venir. Con más de 41 años de actividad, la familia Salamanca se ha constituido como uno de ellos. Aquel sueño de Luis Salamanca junto a su compañera Adriana Palmioli, o su grupo Los del Churcal, hoy es una realidad que impregna cada historia que relaciona a la cultura folklórica con la ciudad de La Plata y su región. Hoy podemos recorrer ese camino y ver cómo La Salamanca ha sido escenario ineludible de varios hitos culturales que marcaron la historia de generaciones de artistas y de público.
Recién en 1984 fue que comenzó a incorporarse el nombre Salamanca. Tuvo varias direcciones. Los comienzos fueron en clubes
Uno de esos grandes hitos, en efecto, fue la peña universitaria que se realizaba cada jueves y que durante casi dos décadas acudieron miles de estudiante, s semana a semana. El músico Seba Cayre, protagonista de aquellos años, cuenta: “Los jueves eran algo que vivíamos en las entrañas y que no llegábamos a dimensionar. A veces uno tenía momentos de lucidez, de verlo como de afuera y sentir o saber que lo que ahí pasaba era algo mágico, cosa de duendes, e iba a ser algo para siempre. Los jueves en la salamanca contagiaban, invitaban, hacían desear, invitaban a crecer, a creer que era posible la vida desde el arte”-
UN POCO DE HISTORIA
Luis Salamanca nació en Jujuy. Adriana, en la provincia de Buenos Aires. Ambos se conocieron en La Plata a principios de los ´80, años en que Luis, junto a un grupo de amigos, formaría el grupo Los del Churcal. Junto a ellos, comenzaría a desandar esta historia que tiene como primer antecedente la Peña Jujeña de Los Del Churcal, y que años después se convertiría en la Casa de Cultura y Peña la Salamanca.
Así recuerda Luis aquellos primeros años. “Desde el año 81, 82 empezamos a hacer peña en los clubes y en los centros de estudiantes. Ese es el primer antecedente. Esos años fueron importantes para la Salamanca porque éramos jóvenes y atrevidos. Todavía estábamos en la dictadura, época de las Malvinas. Hacer peña era crear un espacio de resistencia y de encuentro en una época muy dura en la que había miedo hasta de aplaudir. Éramos más chicos y bastante irreverentes en esa época ya que hacíamos peña hasta en la plaza, en cualquier lugar”.
Recién en 1984 fue que comenzó a incorporarse el nombre Salamanca. Tuvo varias direcciones. Los comienzos fueron en clubes, “los recorrimos casi todos”, -cuenta Luis, y luego agrega-, “hasta que por fin, en 1990, tuvimos nuestro propio lugar en calle 3 entre 47 y 48. Empezamos a hacerlo en los clubes, en las facultades también, en los comedores universitarios. La peña más grande fue en el ‘89 con 4.500 personas. Fue en Meridiano V. Luego hubo otras en el Club Deportivo La Plata y en el Club Universal, pero el Meridiano V era el más grande. Ahí estuvieron, por ejemplo, Fontova y sus Sobrinos, León Gieco, Hamlet Lima Quintana, Armando Tejada Gómez, Suma Paz, Antonio Tarragó Ros, Los Trovadores, Jaime Torres, Víctor Heredia, los Santiagueños (Peteco, Jacinto Piedra y Carlos Saavedra), Dúo Coplanacu y así diferentes artistas conocidos y no tan conocidos para nombrar algunos”.
En el auge de la peña La Salamanca, La Plata ya tenía un movimiento folklórico muy importante aunque no tan registrado. No se tenían las herramientas de hoy. Un dato que permite dimensionar lo importante de dicho movimiento fue cuando el Dúo Coplanacu llegó a la ciudad, por el año 90. Ellos todavía no hacían su peña en el Comedor Universitario de Córdoba. Cuando vieron las peñas multitudinarias que se realizaban en La Plata llevaron esa idea a la capital de la provincia mediterránea. Así nacieron las famosas peñas del Comedor Universitario de Córdoba.
Luego de estar un tiempo en la calle 3, durante un periodo corto, en 1997 se instalaron en diagonal 74 entre 48 y 49. Ese mismo año pasaron a 9 y 49, donde estuvieron hasta el 2001, cuando estalló la crisis. A partir de ahí hubo dos años sin Salamanca, aunque sin abandonar el proyecto y con Luis y Adriana refugiados en la docencia. Recién en 2003 pudieron instalarse en la histórica esquina de 10 y 60 donde residieron hasta el año 2019. Actualmente están en una vieja casona que alguna vez supo ser una gran panadería, en la calle 5 entre 61 y 62.
Otro de los hitos culturales de La Salamanca es el hecho que, desde hace más de once años, se trasladan todo enero a Cosquín, desde donde construyeron un puente para que los artistas de La Plata puedan proyectarse a nivel nacional. Y, a su vez, los de otras provincias lleguen a visitar La Plata.
JUEVES ETERNOS
Mariano llegó a La Plata a fines de los ´90. Como casi todos los estudiantes que migraban a esta ciudad, vivió sus primeros años en una pensión donde convivió con estudiantes de diferentes rincones del país. Entre ellos estaban Marco y el Tucu, con quienes compartía eternas noches de guitarreada. Una de esas tantas noches, el Tucu le dice “Si te gusta el folklore, tenés que ir a la Salamanca”.
Los jueves eran como una misa folklórica: allí sucedía algo mágico, cosa de duendes, que se propagaba en el boca a boca.
Hace tantos años de aquella primera vez que la peña funcionaba en el local de Diagonal 73, luego pasaría a calle 9 y finalmente a 10 y 60. Desde entonces, cada viernes asistía y se sentaba en una mesa al fondo, cerca de la barra. Todas las noches tocaba Seba Cayre, ya sea como solista o junto a los Duendes de La Salamanca, conjunto formado por el dueño de la peña y que congregó a muchos y destacados músicos. Una de esas noches, mientras compartía un vino con Seba éste le dice: “Tenés que venir los jueves, armamos una juntada muy linda”. Y al jueves siguiente fue. Lo que siguió fue una de las etapas más lindas de su estadía en La Plata.
A partir de entonces, él y sus amigos no faltaron nunca. Fueron cada jueves. Aprendieron, charlaron, se divirtieron y, de algún modo, se construyeron a partir de la elección de ese lugar para pasar sus fines de semana, el cuál adoptaron y lo constituyeron como parte de su todo identitario. Definitivamente, La Salamanca era el lugar en el que querían estar, donde se daba un hecho de celebración, amoroso, familiar.
“Siempre me pasa que viene algún padre de un chico que empieza la facultad y que antes estudió en La Plata y les dicen: ´bueno mirá, tenés que conocer La Salamanca, porque yo, en mis años de juventud, me demoré dos años en recibirme porque no iba a cursar los viernes a la Facultad…”, cuenta Luis Salamanca. Historias como estas se escuchan habitualmente, y es que muchos de quienes transitan edades de entre 40 y 50 años han tenido algún tipo de vivencia en La Salamanca, en especial en aquellas peñas eternas que se hacían los jueves y en las cuales no cabía un alfiler.
Mariano, estudiante por aquel entonces, cuenta: “Ahí aprendimos a bailar. Se generaba una situación de comunión. Aprendimos en la pista, con el de al lado, con la de al lado. Nos dictaban cuándo girar, cuándo dar la vuelta entera, ´escuchá el inicio, te das cuenta cuando la chacarera es doble, te lo dice la música, giro y se va´”.
Producto de esas peñas que se hacían, primero en 9 y 49, y luego en 10 y 60, generaciones completas extendieron sus años de estudio por concluir sus semanas estudiantiles los jueves por la noche. “Era como el boliche para nosotros los peñeros, ahí hacíamos noche, en especial los jueves”, sentencia Diego Ortíz, músico, quien junto a sus hermanos formaron el conjunto Los Ortiz. Él asiste a La Salamanca desde los ´90. “Siempre fue la peña de La Plata. Un lugar de reencuentro y donde uno aprendió a disfrutar tanto arriba del escenario como abajo. La Salamanca siempre fue un espacio abierto para subir y cantar, para hacer lo que uno ama. Fue importantísima para toda nuestra generación“.
Muchos de esos estudiantes que extendían sus estadías en La Plata o que alargaban sus carreras uno o dos años más, luego se convirtieron en músicos. Varios de ellos se formaron artísticamente en La Salamanca, parcial o integralmente.
Artistas como Bruno Arias, José Simón, Luciano Cañete, Manuel y Javier Caminos, Seba Cayre, Pato Molina, Los Ortiz, Los Chaza, por nombrar sólo algunos, fueron protagonistas de aquellas noches de peña que luego se convertían en guitarreadas amanecidas en las plazas de los alrededores o en alguna casa.
Uno de los músicos que se formaron en La Salamanca es Seba Cayre. El cantautor cuenta lo siguiente: “En esos jueves de la Salamanca, de calle 49 y 9, alguna vez subía a cantar y ahí me escuchó Luis Salamanca y se interesó en cómo cantaba. Yo estaba estudiando en Bellas Artes y me ofrecen formar parte de los Duendes de la Salamanca. De a poquito comencé a ensayar en reemplazo de Daniel Marcial, el guitarrista. Luego, en 2003 o 2004, que la Salamanca reabre en 10 y 60, desde el primer día estuve arriba del escenario tocando y cantando, al principio con Luis, los dos solos, él en el bombo y yo en la guitarra animándome de a poco y ahí empecé los jueves a tocar. No iba nadie en ese momento y Luis me decía ‘tranquilo, paciencia que ya se va a ir corriendo la bola y ya la changada va a empezar a caer porque este es su espacio’. Y así fue, de a poco se empezó a llenar. Lo que ocurría en ese lugar era impresionante. Yo estaba estudiando en Bellas Artes, y dejé la carrera porque no había música popular en ese momento, así que La Salamanca se transformó en mi escuela de música popular”.
El éxito de La Salamanca influyó al Dúo Coplanacu a crearse la suya, en Córdoba.
“De pequeña hacía de todo para estar si o sí en la peña de mi papá”, sentenció alguna vez Milena Salamanca, hija de Luis y en la actualidad una de las voces femeninas más consagradas de la escena musical.
Ella fue primero bailarina y luego comenzó a cantar. Se crio en esa peña. Allí junto a sus hermanas y hermanos transitó su niñez y su adolescencia. “Siempre me subía al escenario. Mis abuelos me vestían de coyita y me subían a las actuaciones de papá. Después, papá decidió que no estuviera en todas las presentaciones y me protegió un poco de ese ritmo, y fue entonces que llegué a hacer travesuras para no irme de las peñas, como esconderme en las heladeras”, cuenta Milena, quien con apenas 18 años, en 2012, fue revelación como cantante en el Festival de Cosquín, reconocimiento que luego obtendría en 2017 pero esta vez como bailarina.
A La Salamanca asistían changadas de todas las provincias. El cantautor tucumano Pato Molina, quien por aquel entonces había creado, junto a su hermano Benjamín Molina Chazarreta, el grupo Los Chaza, cuenta lo siguiente: “Los jueves eran muy de los estudiantes, pero de facultades como la de Trabajo Social, también de Bellas Artes, aunque no tantos porque quienes cursaban por entonces en aquella facultad no eran tan del palo de la música popular. Muchos te miraban de reojo como al provinciano que curtía folklore y no música más del palo de lo clásico o del rock, como la mayoría de quienes iban a esa facultad. Cuando se crea la carrera de Música Popular todo cambió y se hizo un nexo más fluido entre los estudiantes de Bellas Artes y La Salamanca. Quienes sí iban mucho eran los bailarines. Ahí hacían sus talleres que en aquel entonces daban Diego García o Juan Saavedra. Ahí se generó como una mística muy interesante, sobre todo porque empezaron a caer músicos como el Cuervo Pajón o Bruno Arias, a quienes los bailarines seguían mucho”.
Ya para los años 2010 y 2011 era tal el caudal de gente que asistía a La Salamanca que parecía un boliche más de la movida estudiantil platense como lo eran Río o Siddharta, por mencionar algunos. Se había puesto de moda. De a poco los bailarines fueron perdiendo espacio y se fueron alejando. Se empezaba a generar otro tipo de ambiente y otro tipo de propuestas.
Ir un jueves a La Salamanca era como ir a un boliche, pero con música folklórica en vivo. No sólo se llenaba el local sino que también las veredas. Poco a poco y tras quejas de algunos vecinos, aquellos jueves de peñas masivas se fueron apagando y dando espacio a otro tipo de espectáculos que terminaban más temprano, y que tenían más que ver con los comienzos de la casa de cultura y peña. Sin embargo, los recuerdos de aquellos años siguen vigentes y marcaron a fuego a toda una generación que siente a La Salamanca como parte fundamental de sus vidas. Así lo manifiesta el músico Manuel Caminos: “Como músico y como artista me enseñó a desentramar la escena nacional, pudiendo disfrutar de artistas de primera línea en un clima íntimo y de sonoridad excepcional. Pasan cosas que en otro lado no. Siempre fue un espacio de respeto a la música y a los artistas. Allí, más que ‘el cliente tiene la razón’, era ‘el artista tiene la razón’, y por eso tengo los mejores recuerdos de aquella etapa. La Salamanca fue el bunker, la escuela y el patio de juegos de muchos de nosotros”.
LO QUE PERMANECE
Luis y Adriana, junto a su hijo Nazareno, y la colaboración del resto de la familia, siguen sosteniendo este espacio cual pirca que resiste los embates del tiempo y se sostienen como bastión cultural ante tanto desamparo que genera la cultura del mercado. La Salamanca se ha convertido en una referencia cultural que trasciende los límites de La Plata. No hay un sólo amante del folklore que no referencie a La Plata con La Salamanca.
Además de espacio de baile, fue una cantera inagotable de artistas. Milena, la hija de Luis Salamanca, es una de las que despegó de aquel escenario.
“Es el folklore -reflexiona largamente Luis Salamanca, sobre el sentido del término-. Cuando alguien quiere hablar mal de la política, dice ‘es el folklore de la política’. Cuando alguien quiere decir algo feo del fútbol, dice ‘es el folklore del fútbol’, y así. A mí eso me rompe bastante, te digo, no me gusta, y es porque están hablando de la cultura de tu país, ni más ni menos. Muchos argentinos no saben de qué se trata. Para poner un ejemplo gráfico: nosotros vivimos en Sudamérica, no vivimos en Norteamérica y tampoco en Europa. Sin embargo, muchos argentinos viven y piensan como si fuera así, y te estoy hablando también de los presidentes y de los políticos en general”.
La Salamanca, en el presente, sigue desarrollando sus actividades en un nuevo escenario ubicado en la calle 5 entre 61 y 62. Allí funciona como espacio cultural con recitales de jueves a domingos. Los martes suele haber ciclos de cine y durante las tardes hay talleres, charlas y funciona una cafetería con una de las mejores gastronomías de la ciudad. Los miércoles por la noche estudiantes de la Facultad de Artes se reúnen en este espacio para guitarrear, como invocando a la salamanca, donde el micrófono se encuentra abierto para que todos tengan su espacio.
Las raíces salamanqueras siguen aún intactas y floreciendo cada día.