Conecta con nosotros

Hola! que estas buscando?

Noticias

La sorprendente historia del geólogo que ayuda a explorar zonas peligrosas en el continente blanco

El experto hizo un relato de sus días en el continente más austral del planeta. Desde el viaje en el Hércules hasta su charla con Alberto Fernández. “Es como La Meca. No podía imaginar que yo podía llegar a pisar ese lugar”, le dijo a 0221.com.ar.

“Estaba dormido en el Hércules hasta que un compañero que estaba al lado mío, me despierta y dice: ‘Mirá, ya estamos llegando a la Antártida’. Miré por la ventana y vi el continente blanco. La primera foto que tengo son las hélices del avión y debajo una postal increíble. Fue algo alucinante”, relata con entusiasmo el geólogo platense y director de GeoAustral, Ignacio Borsani. En ese momento su mirada se pierde y la sonrisa le ilumina el rostro. Sus manos, en tanto, se deslizan suavemente sobre una remera que tiene frente a él, en la que se puede leer: “2023 Misión Tecnológica Antártica”.
Es miércoles en La Plata y aunque la temperatura supera la barrera de los 30°C, a Borsani no parece afectarle demasiado. Es que la frescura de sus recuerdos lo transporta de nuevo al continente blanco, al cual volverá en febrero. “Si todo sale bien, el 24 de febrero volvemos para allá a trabajar en la tercera etapa del proyecto”, anticipa en diálogo con un portal local de noticias.
La presencia de Borsani es en el marco de un proyecto de investigación y desarrollo para el Comando Conjunto Antártico -las tres fuerzas del Ejército Argentino. El elemento troncal de la misión es el Vehículo Terrestre No Tripulado Antártico con Inteligencia Artificial (UGV, por sus siglas en inglés), al que bautizaron Skua en referencia a un ave antártica.
La impactante vista de la Antártida que el geólogo de La Plata tuvo al llegar al continente blanco.
“El proyecto en el que fuimos convocados con GeoAustral es la creación de un vehículo no tripulado que permite recorrer diversas zonas del continente blanco, explorando nuevos sectores o transitando los que pueden ser peligrosos por la presencia de grietas glaciares, cavidades y bolsas de agua, entre otros posibilidades”, señala Borsani, al tiempo que recuerda la emoción que sintió cuando recibió el llamado que lo notificó del viaje: “Fue una emoción enorme, la verdad que no lo puedo poner en palabras… la Antártida es como La Meca. No podía imaginar que yo podía llegar a pisar ese lugar”.
En ese sentido, señala que “muchas personas viajan allá incluso a hacer funciones que no son están relacionadas con su profesión o a lo que se dedican, es tanto el interés para ir que uno se anota para hacer otras actividades con tal de conocer el lugar”. “Por eso, lo más gratificante de todo, es que nosotros fuimos específicamente a hacer lo que hacemos y a implementar el equipamiento que nosotros representamos, con lo que genera en la comunidad antártica, y encima, en el mejor de los casos, vamos a poder presentarlo en una publicación científica”, sostiene Borsani.
Borsani posa en la Antártida junto al drone terrestre que crearon para explorar zonas peligrosas para los humanos.
En concreto, el aporte de GeoAustral es la incorporación de una herramienta al UGV que “en términos prácticos es un emisor de pulsos electromagnéticos que realiza un ‘escaneo’ del subsuelo disparando varios pulsos en cortas distancias y logra así hacer un corte del subsuelo”. “El propósito de esto, es buscar brindarle una herramienta predictiva al UGV antes de transitar tales zonas, ya que, si bien no es tripulado, es importante protegerlo”, detalla el joven de 37 años.
El 20 de febrero de 2023 Borsani puso un pie en el avión Hércules de la Fuerza Aérea Argentina para emprender su expedición a la Antártida. El vuelo salió desde la base de El Palomar y tardó 4 horas 30 minutos en llegar a su primera escala, en Río Gallegos, Santa Cruz. “Es prácticamente un tanque con alas”, describe y resalta: “Las hélices te aturden, me habían comentado que llevara protectores auditivos pero igual te aturden”.
Luego de unas horas en esa provincia, que fueron vitales para comer y cargar energías, la tripulación salió a las 4 de la madrugada hacia Ushuaia, Tierra del Fuego. Tras otra parada técnica, finalmente llegó el momento tan esperado y soñado: la Antártida.
Sin embargo, debido a las condiciones climáticas hubo que esperar unas horas para aterrizar. “Me quedé mirando el continente blanco por la ventana, cuando sentí que el avión empezó a bajar. Intentó una vez, dio una vuelta; intentó otra vez, pero dio otra vuelta. En el tercer intento fallido, los pilotos decidieron regresar a Ushuaia porque estaba encapotado en la pista de aterrizaje y no podía hacerlo”, cuenta Borsani y ríe. “Parecía que no podía cumplirse el sueño. Entonces, otra vez a Ushuaia. Llegamos y estuvimos 30 minutos dando vueltas en el aeropuerto, aterrizamos nos quedamos una hora”, señala.
Una vez que aterrizaron, Borsani y la tripulación estuvieron esperando cerca de 3 horas en el aeropuerto rodeados de aviones que tranquilamente pudieron haberse utilizado para una de película de Top Gun. Hasta ese momento, la experiencia era increíble, aunque todavía faltaba lo mejor.
El hangar repleto de aviones en el que Borsani esperó con ansias su chance de finalmente hacer tierra en la Antártida.
“Mientras el Hércules volvía a cargar combustible nos avisaron que en 40 minutos volvíamos a salir. Fuimos otra vez a bordo y, a todo esto, era casi mediodía y no habíamos dormido en toda la noche. Tampoco almorzamos”, relata. Pero poco importaba la fatiga y el hambre. Esta vez, el Hércules aterrizó en su primer intento. Y todo era alegría en la cabina.
Ahora sí, ya era momento de pisar ese hielo –que luce eterno en las fotografías– y de sentir en carne propia ese aire fresco que, según muchos habitantes de la Base Marambio, es un abrazo de bienvenida. “Hubo algo muy lindo cuando llegamos que fue el recibimiento de las personas que están en Marambio. Nos esperaban 8 personas en fila india para darnos la mano como si fuéramos comitiva presidencial”, comenta Borsani, al tiempo que añade que se tomó unos minutos para ver todo lo que tenía a su alrededor: “Había icebergs flotando sobre el mar de Weddell, vi el rompehielos Irízar y helicópteros levantando cargas del barco. No podía ser tan de película todo”.
“Los primeros días fue ponerse a laburar para que esté todo listo porque llegaba la comitiva presidencial para el Día de la Antártida. Rápidamente empezamos a armar los enganches para que el robot se moviera y, además, estuviera la antena para hacer su trabajo. Lo que hicimos fue una presentación”, comenta en diálogo con un portal local de noticias.
Las primeras horas fueron frenéticas. Es que además de estar cumpliendo el sueño de pisar la Antártida, Borsani mantuvo una charla con el presidente Alberto Fernández sobre el proyecto en el cual estaba participando. “Me tocó hablar con el presidente, darle la mano y tener que explicarle yo mismo de qué se trataba lo que íbamos a estar haciendo: investigar cómo se abre una grieta glaciar”. “La verdad que fue toda una curiosidad decir: ‘bueno, estoy en la Antártida.. y yo, en persona, explicándole al presidente con el Comandante Antártico al lado y toda una comitiva detrás, de qué se trataba un proyecto tan importante en el que estábamos trabajando'”, cuenta.
El geólogo platense le explica al entonces presidente de la Nación, Alberto Fernández, los detalles de su trabajo.
Sobre las tareas de campo, el geólogo formado en las aulas de la UNLP explica que cuando el clima lo permitió, los desplegaron en helicóptero a Base Esperanza”. “Ahí sí se hizo trabajo de relevamiento, porque base Esperanza tiene un glaciar al lado (llamado Buenos Aires) y ahí hicimos las pruebas. Esto ocurre porque en la Antártida, si tenés que hacer de acá a allá 100 metros, y el clima no te lo permite, no podés hacerlo. Y es caminar. Por las condiciones climáticas, de 15 días, solo pudimos hacer relevamiento en tres. De todas formas, juntamos una buena cantidad de datos que nos sirven y estuvimos y estamos trabajando sobre ellos”, manifiesta Borsani.
Luego, fue momento de presentar todo lo que estaban haciendo a toda la dotación de la base: “Pusieron un proyector en el colegio que hay ahí e hicimos una presentación a todos los médicos, científicos, militares y demás. Eso estuvo muy lindo porque nos mostraron mucho interés en el proyecto y la posibilidad de saber que existe un robot detecta grietas. En ese encuentro, una persona nos comentó que salió con un grupo de compañeros científicos (biólogos), iban caminando y, de un momento a otro, una de las chicas se hundió. Según dijo, como había nieve honda y quedó atrapada en la cintura. Todos se empezaron a reír porque cuando te hundís en nieve puede resultar algo simpático o gracioso, pero la chica dijo: ‘Chicos, no hago pie’. Es decir que estaba con las patas en el aire”. Y agrega: “En realidad, estaba apoyada en una grieta y lo que la sostenía era el puente de nieve que, si se rompía, se iba para abajo. Esa es la peligrosidad que hay y la idea es mitigarlo con este proyecto”.
Los sistemas de GeoAustral son puestos a punto en una de las salidas de campo.
En ese sentido, Borsani resalta que “además de la experiencia propia, también fue lindo ver el entusiasmo de la gente de ahí, de saber sobre qué trata el proyecto en el que estamos trabajando y lo importante que es a nivel seguridad y a nivel exploración para terrenos inexplorados o peligrosos cuando el clima es hostil”. “Nos pareció reconfortante. Esto también nos alienta no solo por tus propios resultados sino también por lo que genera en la comunidad antártica. Saber que, si se tiene que caminar por un lugar, tenés el soporte de un robot que va adelante tuyo, que va explorando y, en definitiva, son tus ojos”, completa.
Ignacio Borsani en la oficina de GeoAustral junto a su socio Facundo Ignomiriello.
“Consiste en una antena que tiene un transmisor y un receptor que dispara pulsos electromagnéticos a medida que va avanzando. Lo podés setear por distancia o tiempo, pero para hacer un promedio, cada dos centímetros (aproximadamente) hace un disparo. Imaginate que tiene mucha información en cortas distancias y eso genera que el medio, sobre el que se está penetrando el pulso que dispara, lo modifica conforme a lo que está atravesando”, explica el geólogo sobre el funcionamiento de la herramienta y detalla: “Entonces, si estoy trabajando o haciendo un relevamiento adquiriendo datos sobre la superficie del hielo y me encuentro de golpe con una discontinuidad, una grieta o un espacio vacío, la onda se va a comportar distinta. Eso es lo que estamos buscando, cómo se define un patrón, dentro de lo que adquirimos de información, dónde está el patrón que se asocia a la presencia de una grieta”.
En su relato, el geólogo platense no se olvida de nada: desde la vista que había en Marambio hasta cómo pasa sus días la gente en el continente blanco. “Es una comunidad que convive con mucha estrechez y está bueno”, comenta y agrega: “La vista desde el glaciar era alucinante, teníamos la vista que nos daba al mar desde dos ángulos diferentes y se veían los icebergs de fondo (al ras desde donde hacíamos el relevamiento de trabajo). Era alucinante lo que se podía ver”.
A menos de un mes de su próxima expedición, Borsani anticipa que en esta oportunidad solo estarán una semana pero colaborarán en otro proyecto. “Vamos a implementarlo con la otra rama de equipamiento de GeoAustral que es para prospección de recursos naturales que, a diferencia de esto, es más estático. Hacés un tendido de cable para estudiar el permafrost de la Base Petrel. Es una base que era transitoria hasta este año, es el primer año que se queda gente en invierno. La están reacondicionando porque quieren que sea otra base más que tiene aeropuerto como en Marambio”, revela.
Borsani se prepara para volver a la Antártida, esta vez con un nuevo proyecto.
“Marambio tiene la particularidad de que se encapotan las nubes debido a su ubicación a 200 metros sobre el nivel del mar. En cambio, Petrel se encuentra a nivel del mar, evitando así complicaciones climáticas. Esto, desde el punto de vista logístico, es de gran ayuda, ya que al descargar suministros desde el rompehielos Irízar, el desafío de subir toda esa carga a una elevación sobre el nivel del mar podría generar complicaciones”, explica el experto sobre el valor de esta nueva base y añade: “Por todas esas cuestiones, se definió el reacondicionamiento de la base Petrel y dentro de lo que se está trabajando nos pidieron si podíamos participar haciendo estudios para ver, como conocimiento general, cómo está el permafrost, que es el grado de consolidación del agua que se está por congelar en los primeros metros del suelo. Según ese grado de congelamiento brinda mayor soporte estructural a todo lo que se apoya arriba. Es un estudio de conocimiento general y, además, como anexo saber cuál sería un posible sector para hacer una laguna artificial, que es donde la precipitación cae, hacen pasar un tubo de agua caliente para que no se congele y con eso abastecen de agua a la base. Por eso estamos yendo con esos dos equipos y participamos de dos proyectos”.
El geólogo platense Ignacio Borsani junto al robot que lo acompañó en su expedición a la Antártida.
Sin dudas que todos estos trabajos de investigación son la antesala de una nueva expedición al Polo Sur o, mejor dicho, su conquista. “Es una cosa que, cuando nos la plantearon, dije: ‘Bueno esto es lo más extremo de lo que yo haría a nivel profesional’. Estas expediciones se hacen cada varios años y sería la primera vez que se hace con instrumental desarrollado de esta manera. Sería una locura participar de algo así. Veremos si se da, está planteado hacerlo. Es el objetivo”, se entusiasma Borsani.

Fuente: 0221

Haga clic para comentar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar