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Este martes 16 de septiembre de 2025 se cumplen 49 años de la Noche de los Lápices, uno de los episodios más emblemáticos y dolorosos de la dictadura cívico-militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983. La fecha recuerda el secuestro y desaparición de un grupo de estudiantes secundarios de La Plata, quienes reclamaban por el boleto estudiantil y se habían vinculado con organizaciones políticas y sociales de la época.
La madrugada del 16 de septiembre de 1976, fuerzas de seguridad irrumpieron en los domicilios de varios adolescentes y los secuestraron ilegalmente. La mayoría tenía entre 16 y 18 años. De ese grupo, sólo cuatro sobrevivieron tras sufrir cautiverio y torturas en distintos centros clandestinos de detención. Claudia Falcone, María Claudia Poch, Horacio Ungaro, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Claudio de Acha permanecen desaparecidos; Emilce Moler, Patricia Miranda, Pablo Díaz y Gustavo Calotti lograron sobrevivir y dieron testimonio en los juicios por delitos de lesa humanidad.
Lejos de ser meramente una reivindicación del boleto estudiantil, estos jóvenes estaban comprometidos con un proyecto social y político más amplio, lo que los convirtió en blanco de la represión estatal. En democracia, la Noche de los Lápices se transformó en un símbolo de la lucha por los derechos humanos y del protagonismo de la juventud. Cada año, escuelas, universidades y espacios públicos realizan actividades para mantener viva la memoria y transmitirla a nuevas generaciones.
Organizaciones estudiantiles, gremiales y de derechos humanos convocan cada año a marchas, charlas y actividades culturales en La Plata, Buenos Aires y otras provincias. El mensaje es claro: memoria, verdad y justicia no son solo palabras del pasado, sino herramientas para imaginar y construir un futuro más justo.
Hoy, casi cinco décadas después, la lucha estudiantil continúa, aunque en un contexto diferente y sin violencia extrema. La educación pública enfrenta desafíos crecientes: desfinanciamiento, salarios congelados hace más de un año y medio, y la migración de docentes altamente capacitados al sector privado. Sin embargo, estudiantes y docentes resisten, defendiendo la calidad educativa y los derechos adquiridos, en un escenario donde las políticas públicas buscan restringir silenciosamente el acceso a una educación equitativa.
De alguna manera la juventud actual, hija de una democracia plena, toma la posta, recordando que la defensa de la educación pública es un compromiso permanente que se sostiene con organización y resistencia pacífica.
A 49 años de aquel septiembre de 1976, la Noche de los Lápices no solo es un episodio histórico: es un llamado a la reflexión sobre la democracia, la participación juvenil y la defensa de los derechos. La memoria de aquellos estudiantes desaparecidos sigue inspirando a las nuevas generaciones a no resignar los logros alcanzados y a continuar la lucha por una educación pública de calidad
