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Fundación, cierre y renacimiento: la verdadera historia de la París

Cuando Juana Rosa Fajre compró la esquina de 7 y 49 tuvo un deseo, que se cumple hasta el día de hoy. Era el 30 de noviembre de 1954 y hacía ese calorcito típico de nuestra ciudad en el anteúltimo mes del año. En esa época, los documentos oficiales rezaban que La Plata no se llamaba La Plata, se llamaba Eva Perón. Y en esa época, Confitería París ya era “la París” desde hacía al menos tres décadas. El deseo de Juana, que nacía con la rúbrica de una escritura, sigue intacto, a pesar de que en varias ocasiones -la última en 2020- lo habrían intentado borrar de la memoria. El deseo de Juana fue y es que en la esquina de 7 y 49 funcione “la París”, con una tradición que enorgullece: sus medialunas.
La historia de París data de la década del ‘20, hace ya cien años. Y no estaba en la esquina famosa para quienes hoy viven en la ciudad, sino cuatro cuadras más al sur, en 7 entre 54 y 55. Don Víctor Alonso era propietario del Café París, que había comprado en 1921. Con mucho éxito, aprovechó la desgracia de una mueblería vecina llamada Chiesa que sucumbió a causa de un voraz incendio y adquirió ese local, para ampliar el cafetín. A Don Víctor lo sucedieron sus hijos Víctor y Eduardo, que hacia 1923 compraron el local lindero que ocupaba la cervecería Munich, en 7 y 54, donde hoy funciona la tradicional farmacia Zorich, tal como atestiguan los relatos del libro Ochenta años de tango platense, de Oscar Bozzarelli y las investigaciones del historiador Roberto Abrodos. Ese fue el inicio de la tradición que inspiraría al deseo de Juana.
El salón completo contaba con 22 mesas de billar, una gran barra y pequeñas mesas “cafeteras”, donde hombres de riguroso traje, camisa almidonada y sombrero, se hundían en el humo de cigarros que paseaban en charlas eternas abonadas por la política que llevaba adelante el gobernador radical José Luis Cantilo y el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Modestino Pizarro.
Eran célebres “la reunión de los domingos”, donde el doctor Rodolfo Rossi, uno de los médicos más importantes de la historia platense y cuyo nombre lleva el hospital de 37 entre 116 y 117, se juntaba largas horas con sus colegas Luis Felipe Cieza Rodríguez y Manuel Estiú, todos docentes de la Facultad de Ciencias Médicas de la universidad.
Como los principales salones porteños de esa época, la París fue también testigo del tango. Sobre un escenario montado por encima de la barra, la orquesta de “Tantín” Saborido actuó durante varias temporadas, mientras se convertía en una de las más renombradas de la ciudad.
El salón de la París en la década del ’20, en la esquina de 7 y 54
Pero lo que sobresalía, era su vitrina, única en el país, donde convivían bombones, caramelos y postres de elaboración propia.
El 9 de octubre de 1941 la confitería se mudó a la esquina de 7 y 49, donde se construyeron en el subsuelo los hornos a leña que cocinarían años después las clásicas medialunas de la ciudad, entre otras exquisiteces. Junto a la panadería, sobre 49, convivían también la sedería Rocha y la mercería Kuminsky.
Ese día, la sucesión de Víctor Alonso abrió al público la renovada “Confitería ParÍs”, que fue bendecida por el arzobispo Juan P. Chimento. Más tarde, los propietarios ofrecieron una reunión en honor de las autoridades.
En los agitados días de octubre de 1945, columnas de obreros provenientes de la estación de trenes de 1 y diagonal 80, intentaron asaltar la París, donde se refugiaban estudiantes universitarios que eran perseguidos por los manifestantes. Y fue ya entre el 17 y el 18 de ese mes, cuando los trabajadores, muchos de ellos de Berisso, atacaron edificios tradicionales de La Plata -como el Jockey Club- y en los que la Confitería no quedó exenta.
Una publicación de 1930 del diario El Argentino, que evidencia el nombre que tuvo durante toda su historia: Confitería París
Hacia 1950, los Alonso, familia fundadora de la París, se había desprendido del café y la sociedad “Arias, Limia & Cia”, conformada por Eugenio Silvosa, Ginés García, José Arias y Celso Limia, se había hecho cargo del negocio de 7 y 49, cuya propiedad pertenecía a María Angélica Arditi, quien en 1894 había heredado el edificio de su padre, Julio Arditi. En el local ya funcionaba la confitería, tal como se la conoció hasta su cierre en 2020.
Fue en 1954, cuando Juana Rosa Fajre entra en esta historia con su deseo. Frente al escribano Pablo Galli adquirió la propiedad que pertenecía a doña María Angélica, por entonces de 79 años. La escritura -a la que tuvo acceso un portal local de noticias- firmada bajo el folio 579 dejaba algo en claro: “Los edificios existentes en los inmuebles sobre los que versa esta venta, están alquilados a terceros, que tienen instalados negocios conocidos por: Confitería París, en la avenida 7 esquina 49, con contrato que vence a mediados de 1956; Mercería Kuminsky, en el local de calle 49 número 611 y Sedería Rocha, en el local de calle 49 número 613, sin que existan contratos acerca de ambos”.
“La finca dada en alquiler se destinará única y exclusivamente por la inquilina para la instalación y funcionamiento del negocio de confitería de su propiedad denominada Confitería París” (Contrato de 1956) “La finca dada en alquiler se destinará única y exclusivamente por la inquilina para la instalación y funcionamiento del negocio de confitería de su propiedad denominada Confitería París” (Contrato de 1956)
La finca dada en alquiler se destinará única y exclusivamente por la inquilina para la instalación y funcionamiento del negocio de confitería de su propiedad denominada “Confitería París”. Reza desde el primer contrato firmado en 1956 con los dueños de propiedad de 7 y 49.
Dos años después de esa operación, la sociedad que explotaba la confitería renovó el contrato, el primero con su nueva dueña. Fue un 3 de abril de 1956 y en el punto 3 del mismo, Juana, como haría para siempre en cada contrato, dejaría por escrito su deseo: “La finca dada en alquiler se destinará única y exclusivamente por la inquilina para la instalación y funcionamiento del negocio de confitería de su propiedad denominada ‘Confitería París’”. Y para dejarlo más claro aún, en el punto 4 del documento recalcaba: “La inquilina no podrá dar a la finca alquilada otro destino que el especificado anteriormente”.
La escritura de 1954 con la que Juana Fajre compra la propiedad de 7 y 49, donde ya funcionaba la Confitería París
Seis años después, eran tiempos violentos en la capital bonaerense. El gremialista Andrés Framini se había consagrado gobernador, pero nunca pudo acceder al sillón de Dardo Rocha. Un golpe cívico militar dinamitaba la presidencia de Arturo Frondizi. Y la ciudad no era ajena a todo este ambiente. La sociedad “Arias, Limia & Cia” había dejado de manejar la París y la confitería tenía un nuevo dueño: José Santamaría, o como todos los conocían, el Gallego, quien también rubricó un contrato por seis años en el que quedaba asentado que el local debería seguir siendo la Confitería París, como Juana Fajre deseaba.
Bajo su mando, la París volvió a parecerse más al local de sus inicios de la década del 20: mesas de café, mucha discusión política y una cantidad de empleados, que años después, le jugaría en contra. Mientras los panificados y la facturería quedaron en un segundo plano.
El primer contrato de alquiler de 1956, donde Juana Fajre deja en claro el deseo que extendió en el tiempo: que 7 y 49 sea siempre la París
El local continuó siendo uno de los espacios donde la política se encendía. Según registros de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), hoy en manos de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), en las las mesas se reunían asiduamente militantes de Tacuara, la organización católica nacionalista que funcionó hasta mediados de los ‘60.
En paralelo, sobre la calle 49, donde había funcionado la mercería Kuminsky, un grupo de socios, entre ellos un panadero llamado Roberto Pérez, abrió el Bar Capri. Hacia fines de la década del ‘60, el “Gallego Santamaría” comenzaba a no poder afrontar los gastos del local e iniciaba una retirada. Pero no sería el fin de la París, sino, otro resurgimiento.
Atenta a los problemas de su inquilino, Juana Fajre ofició de “celestina” entre Santamaría y los dueños del Bar Capri, quedando dos de ellos al frente de la Confitería: Roberto Pérez y Alberto Pérez de Vargas.
Corría 1969 y la París tomaba un nuevo rumbo. Los hornos del subsuelo iniciaban una producción diaria intensa, que abastecía a la confitería y panadería y hacia 1974 cerraba definitivamente el bar. La Plata, considerada una de las ciudades con mayor pujanza del rubro en la Argentina, tuvo con la Confitería París un esplendor. Y sus medialunas se convirtieron en la segunda mitad del siglo XX en una tradición que hoy vuelve a renacer.
El Café París data de 1921. En 1923 se convirtió en Confitería París, nombre que sostuvo al mudarse de 7 y 54 a la tradicional esquina de 7 y 49, en 1941. Hasta su cierre en 2020, nunca cambió de nombre, a pesar de las diferentes personas y sociedades que la manejaron.
Hasta esa época, era de uso que los contratos comerciales se rubricaran por un lapso de seis años, pero en 1973, Juana Fajre y los Pérez dieron firma a una locación por siete años, extendible dos años más. Y como en todos los contratos, quedaba claro en su artículo 3 que “el inquilino destinará el inmueble alquilado para el uso Confitería”.
La sociedad de los Pérez y Pérez de Vargas se terminó hacia fines de 1982. Los socios no lograban llevar con salud el bienestar del negocio y debieron ponerle fin. Con la firma de un convenio de desocupación, el 10 de enero de 1983 (fecha que se extendió unos días más) debían entregar la propiedad.
Publicación del diario El Día, en la inauguración del local de 7 y 49 en 1941
Pero no sería el fin de la París. Roberto Pérez tenía otros planes. Tres meses después de haber entregado el negocio, ya sin su socio, volvió alquilar la propiedad. Una vez más, el artículo 3 del contrato estipulaba que “el inquilino destinará el inmueble alquilado para el ramo Confitería”. Pero el dato que se agregaba era que Pérez no realizaba la operación a su nombre, sino al de una nueva sociedad: Gran Confitería París SRL. Pese a ello, el lugar siguió siendo Confitería París, el nombre con el que Juana había comprado la esquina y con el que funcionó hasta 2020.
La década del ‘80 recobró el esplendor del café, la panadería y confitería; sumó al negocio a los hijos de Roberto: Francisco “Chiqui” Pérez y Alicia Pérez. Ya para los ‘90 la París contaba con salón de eventos en su primer piso y luego se agregaría una torre de depósito.
El negocio no varió su fisonomía durante los últimos 20 años de vida. El salón, las mesas de café, las medialunas, la panadería, las masas. Muchos aseguran que la salida de Roberto Pérez del día a día de la París se notó en el tiempo.
A casi 100 años de su fundación, en una La Plata moderna con una sociedad que había cambiado sus hábitos de consumo, las tradicionales medialunas parecieron no alcanzar para sostener un imperio. La pandemia asestó un golpe letal a la esquina más emblemática de la ciudad. Con su “último gran dueño” fallecido, sus herederos bajaron la persiana y apagaron el fuego eterno de los hornos del subsuelo.
A casi cuatro años de su cierre y a más de cien de su fundación, el deseo de Juana Fajre vuelve a encenderse. Este viernes 5 de enero la París, tal como era su anhelo al comprarla y estampar su firma para el resto de los tiempos, reabre una vez más sus puertas. Y, nuevamente, la historia vuelve a recomenzar.

Fuente: 0221

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