1 Sep, 2023
Por Mariana Dahbar
Tenía 18 años. Y lo que empezó con una invitación a un movimiento estético y disruptivo, terminó en esa revolución llamada Loco Mía. Aquella indeleble experiencia no solo marcaría el fin de su adolescencia, sino también el empujón para elegir al mundo del arte en todas sus versiones. Pero como no siempre la vida es color de rosa, Francesc Picas debió afrontar duros momentos personales para reencontrarse con un presente feliz, que lo trajo -después de 24 años- a Buenos Aires para presentar In Time, su nueva propuesta musical, en el teatro Picadilly.
Con ella, Francesc entierra para siempre la sombra de ser un ex Loco Mía. Porque cuando la pasión es real, no muere; solo tarda en aflorar. Y el arte lo salvó del abismo de la frivolidad y de lo efímero de una moda. Ya no viste pesados trajes ni lleva hombreras y botas estrafalarias, y mucho menos usa los célebres abanicos. Ya no sabe de rutinas extenuantes, sacrificios ni explotación. Debieron pasar 24 años para volver a ser el protagonista de su vida. Una nueva vida.
—¿Hace cuánto que no pisa Argentina?
—La última vez que vine fue en el 99.
—¿Se acuerda cómo fue ese día?
—Sí. Fue una de las últimas apariciones que hicimos con el grupo, presentando un tema nuevo, y probablemente ya sabíamos que era el final de una época. Lo que no sabía era que tendrían que pasar 24 años para volver a encontrar mi composición artística, para volver a presentarme y sentir que lo podía defender como ahora.
—Cuéntenos el motivo de su regreso. Y por qué Buenos Aires.
—Pues, el tener una construcción artística que yo sintiera que podía defender, ahora, a los 53 años, después de haber vivido toda una época, y creer de nuevo que podía subirme a un escenario y sentirme cómodo. Pero ha sido un proceso largo y muy natural. Volví hace tres, cuatro años a trabajar en música. Lo que ahora presentamos como concierto ha sido un proceso de ir poniendo piezas en un puzle para llegar a este concierto, que se llama In time. Y a lo segundo, porque en Buenos Aires he encontrado a una red de gente que creía en este proyecto, a la gente de Loco por Ti. Y pensamos que, ya que en mi pasado Buenos Aires fue la entrada a Latinoamérica y fue tan bien con el grupo, ahora podía volver a pasar.
—¿Qué género canta?
—Tocamos tango. Por ejemplo, el “Volver” es lo que abre el espectáculo.
—¿Vuelve con la frente marchita?
—Sí, sí, sí… El tango ese me gustó siempre muchísimo y digo, necesito canas, necesito arrugas, y ahora casi me excedo de frenada, pero es el momento de hacerlo. Eso a los 17 años no tenía ningún sentido, pero ahora ya estoy preparado para cantarlo. Y aparte del tango tenemos boleros, rock/pop, tenemos música flamenca, música clásica. A la gente que no le guste una de las piezas seguramente la otra le podrá gustar, por la disparidad de posibilidades que tenemos.
—¿Cómo conoció a los nuevos músicos que lo acompañan y cómo fue el proceso de unión?
—En estos tres años hemos ido interactuando entre nosotros. Yo empecé otra vez a volver a trabajar en voz, volví a cantar y a hacer solfeo con Mar Carrero, y ella me puso en contacto con el primero de estos chicos con los que ahora formamos el grupo Xarxa, que es la red. Todos estamos relacionados con el mundo artístico, con perfiles muy distintos, y entre todos somos capaces de hacer la producción, de hacer videos, de hacer todos los arreglos. Y entre nosotros nos vamos alimentando. Ha sido que uno ha llevado a otro y “este ha entrado”, “este encaja”, “esto es lo que necesitamos”, y ahora somos como una gran familia. Pero funcionamos muy bien, con muchísimo respeto, y eso hace que yo haya vuelto a creer en poder subirme a un escenario. Solo, eso no lo hubiese hecho.
—¿Por qué solo no volvía?
—Porque yo he sido siempre muy autoexigente: he tenido también el síndrome del impostor. Me ha acompañado quizás por la vorágine que arrastré desde jovencito, que todo funcionaba de entrada y fácilmente, y eso creó en mí la sensación de que siempre tenía que dar más porque la gente dudaba o exigía o no creía. Hubo muchas dudas en la formación del grupo (Loco Mía).
—¿De qué dudaba?
—Dudaban de la calidad artística que pudiera tener la historia, como fue en el grupo. Hubo muchas interferencias. Hubo muchos intereses creados que modularon externamente lo que tenía que ser el producto de Loco Mía.
—¿Qué intereses?
—Ah, los intereses de las discográficas, de la industria, de mánagers….
—Esos intereses son afines a todos los productos musicales, interpreto.
—Seguro. Pero ahora precisamente mi enfoque es que yo no estoy buscando ni mánagers, ni discográficas. El mundo ha cambiado lo suficiente como para tú poder realizar, resolver cualquier producción, cualquier presentación, estar aquí. Esa posibilidad que ahora tenemos gracias a toda la tecnología que hay es lo que permite que esto tenga sentido. Y 30 años atrás estaba supeditado a grandes estudios, a grandes inversiones, a los managers, a las discográficas; sino, no había posibilidad de hacerlo. Ahora me siento mucho más libre artísticamente y muy bien acompañado.
—Nombró la palabra autoexigencia. ¿Qué es lo que más se autoexige?
—La perfección (risas).
—¿Por ejemplo?
—Lo que más me preocupaba era estar supeditado a las necesidades que tenía de ventas, por ejemplo, una discográfica. Que teníamos que tener no dos sino tres discos de oro. El segundo LP de Loco Mía tenía que ser muchísimo mejor que el primero porque si no, ¿cómo íbamos a llenar los estadios y los auditorios, y los Luna Park y todo? Evidentemente todo eso te dejaba en un lugar como indefenso. Y quizás no estábamos rodeados de los mejores músicos, porque habían decidido que con nosotros, el vestuario y los abanicos, estaba todo resuelto. Uno dice: “Vale, eso está muy bien en Ibiza para un primer disco a los 17 años, pero quizás a los 30 todo eso ya no tiene cabida. Ya no te diré a los 50…”. O sea que éramos muy conscientes que teníamos que evolucionar, pero probablemente era imposible que evolucionara la historia del grupo. Cualquier cambio que había ya era en detrimento de lo que la gente quería ver, y eso estaba supeditado a un gran éxito, pero también a un gran pozo, es decir, no había espiral donde crecer. Al final eso podía verlo, y sucedió.
—¿Fue feliz en Loco Mía?
—Sí. Pero también ha sido un ancla que me ha mantenido en un lugar muy determinado y ha sido una lucha continua. Cualquier cosa era compararlo con eso. Y hasta encontrar una alternativa, pues han pasado 30 años (risas).
—Y en esos 30 años, ¿qué fue de su vida? ¿Qué hizo?
—Después de Loco Mía yo saqué un disco como solista, Bendición, que estuvo muy bien y funcionaba muy bien, pero vivía de toda la sombra del grupo. Y una vez más tuve que huir porque el síndrome me perseguía.
—¿Cómo es vivir con la sombra de Loco Mía? ¿Cuándo sintió que la sombra ya no estaba más?
—Hace dos días…
—¿Hace dos días?
—Hace dos días quiero decir, hace muy poquito. Todo vuelve, y ahora los 80 y 90 vuelven a estar. Pues el documental, o la película que ya se ha grabado y va a salir supongo el año que viene. El intentar involucrarme con todo ese proceso y ser incapaz de hacerlo porque, una vez más, los intereses de productoras y de distribuidoras estaban marcando los tiempos y lo que querían contar y falsear la verdad.
—¿Cómo falsear la verdad?
—Pues te diré, por ejemplo, que en la película los guionistas me insistían a decir cosas que no eran reales.
—¿Qué fue lo primero que se le vino la cabeza cuando se enteró de la existencia de estas producciones?
—Uy, esto es removerlo todo. Volver a abrir baúles, sacar historias, contarlas, narrarlo, y que eso tenga un sentido con tu Francesc de hoy y que sea compatible todo eso en tu psicología. Problemas. O sea, lo que pensé es: “Esto será un quilombo. Será un problema y tendremos ahí una historia”. Pero luego vi a mis compañeros, me pidieron que estuviera, que la idea era que estuviéramos todos. Yo ahí cedí y lo intenté. Durante un año estuvimos negociando el documental para llegar a nada, pero a nada. Y la película fue más rápido porque ya tenía el engranaje del no. Ellos querían mi firma y que yo firmara como que daba fe de todo el discurso, y pues tú sabes el poder de una película: esa será la verdad oficial y para todo el mundo. Yo no podía firmar eso. O sea, la autorización y mis derechos de imagen y de nombre yo no lo podía dar ante un discurso donde la guionista me retaba a decir: “Sí, te entendemos, tu verdad, sabemos que estamos hablando de tu vida y de la gente que te rodeó, pero es que no nos conviene para el discurso de la película…”.
—O sea que lo que vamos a ver en la película no es 100 % real.
—No. De eso ya doy fe. Pero no es porque yo lo diga, sino porque la gente verá que faltan personajes, que falta gente. Y ahí empecé un poquito el pensar pues “este es el final”. Y sí creo que lo mejor que le puede pasar a una historia, aunque sea 30 años después, es que tenga un final, bueno o malo, pero que tenga un final.
—¿Qué aprendió de Loco Mía?
—Yo los conocí con 17 años y aprendí realmente que había otra forma de vivir. Y además me dio la posibilidad de vivir de otra manera. Quiero decir, con 17 años yo estaba encarrilado a mi carrera, a mis estudios, y descubrí todo ese mundo en Ibiza tan alternativo y en el que, además, ya tenía tanto éxito, antes de ser nadie en el mundo. Pues eso me gustó y luego, cuando apareció el proyecto musical, pensé en que podría canalizar mis estudios de solfeo, de piano, para convertir a Ibiza en una buena plataforma. Y así fue.
—¿Qué le gustaba más: la plata o el éxito?
—La plata no, porque la hubo pero no tanto como para jubilarnos después del proceso Loco Mía. El éxito, seguro. O sea, el alimento de ego de esa manera indescriptible. Antes me preguntabas cómo han sido estos años: después de Loco Mía y Bendición, volví. Aterricé durante dos años, después de estar ahí, pensar en que eso era la vida, volví a tener los pies firmes en el suelo. Me costó tiempo pero luego me dije que quería recuperar lo que había empezado: mis estudios de Psicología.
—Además de tiempo, ¿qué otras cosas le costaron?
—Pues, mucha ilusión. Quiero decir, me costó internamente el volver a creer en que podía vivir intensamente. Después de Loco Mía y después de toda esa vorágine, volver a tener fuerzas y alegría de vivir. O sea, me costó mucha paz interna. Volver a creer en mí.
—En estos 30 años, ¿qué más pasó en su vida?
—Terminé los estudios de Psicología, me licencié.
—¿Qué le decían cuando estudiaba Psicología? Era un ex Loco Mía…
—Como creaba tanta incertidumbre alrededor, yo nunca lo llevé colgado en la solapa. Recuperé una vida como si hubiera sido un paréntesis y busqué una alternativa a todo eso que había vivido, porque si no la gente no podía entender cosas como que yo trabaje, porque se acabó el dinero durante ese tiempo. Y después yo, para pagarme los estudios, me puse a trabajar por ejemplo de portero de noche en una residencia de gente mayor. Era incompatible que yo hubiera estado en América triunfando y que luego estuviera, al cabo de unos años, ahí, trabajando de portero. Yo lo podía vivir porque era consciente de lo que estaba haciendo y por qué lo estaba haciendo, pero a la gente eso le parecía completamente extraño, y se preguntaban qué había pasado en mi vida como para que hubiera acabado de esa manera.
—¿Significaba haber fracasado?
—Era como un fracaso. Y no quería convivir con la duda que tuviera el de enfrente. Yo sabía si era fracaso o no, o qué dimensión o qué lugar ocupaba esa nueva versión de mi vida, pero no quería que los otros tuvieran el derecho de opinar. Entré en esa vida, acabé mi carrera. En esa misma residencia, por ejemplo, después fui el psicólogo.
— Convengamos que es fuerte el cambio. ¿Cómo lo vivió?
—Con dureza. Y aparte trabajaba de noche, y el que ha trabajado de noche lo sabe: las horas pueden ser eternas. Y sí, tenía mi disciplina de estudio, porque lo podía hacer. Me busqué un lugar donde lo pudiera hacer y tuviera el tiempo para estar trabajando, pero a la vez poder seguir estudiando. Y bueno, había momentos de muchas dudas, de decir “esto no era el guion que tenía previsto para evolucionar”. Pero lo digo con mucho respeto. Pero es que yo lo hacía siempre cuando entraba en dudas y en crisis y en catarsis, en comparación conmigo mismo. Bueno, busqué equilibrios demasiado a menudo porque todo era muy extremo: haber pasado de un sitio a otro. Supongo que cuando había crisis buscabas eso, los equilibrios, y los por qué, y los por qué no.
—¿Sufrió depresión?
—Sí, claro.
—¿Cómo la combatió?
—Con todo. Quiero decir, la formación de psicólogo me sirvió: yo creo que casi todos los psicólogos nos hacemos psicólogos por todos los dramas internos que llevamos. Una gran cosa, que eso sí he recomendado siempre a todo el mundo, es que estudiar Psicología a cualquier edad está bien, pero cuando ya has vivido unas cuantas cosas. Porque luego ya no es teoría en frío sino la teoría la puedes adecuar muy bien a un fracaso, a un éxito, a cada uno de los movimientos que hayas tenido en tu vida. O sea, estudia Psicología, es de las carreras como cualquier humanismo, pero cuando ya has recorrido un poquito el mundo es fácil colocarla. Te ayuda a ti, y paralelamente puedes ayudar mejor y puedes empatizar mejor con el que tienes enfrente. ¿Pero cómo lo resolví? Con terapias, con meditación, y he pasado por todos los procesos.
— Estoy imaginándome una escena: combis, Loco Mía saliendo del hotel, las fans gritando. ¿Qué pensaba en ese momento?
—En ese momento de marabunta no ves a nadie, solo ves una masa de gente que te está siguiendo. Sufríamos, muchas veces, salidas de teatro aquí, en (Avenida) Corrientes, saliendo de cualquiera de los teatros que habíamos actuado, gente y gente, no poder salir, esperar horas en los camerinos… Y era igual: tenías que salir por el medio de la gente, salir con furgonetas casi atropellando a la gente. Las persecuciones con los taxis arriba y abajo. La gente, seis, siete o más en un taxi, saliendo por las ventanillas yendo a Ezeiza. Eso era lo que sufríamos. Ya decíamos, mantenernos ahí, sin dar estímulo a nadie, porque era peor. O sea, era como un sufrimiento de ver que no estábamos congeniando, interactuando de ninguna manera. En estos días en Argentina fue la primera vez que pude pasear por Corrientes. Pero pasear es andar, y ver las cosas con proximidad y disfrutarlo. En todos los viajes que había hecho en el pasado nunca me había podido dar ese placer de pisar una calle y pasearla de esta manera. Ibas a un sitio, ahí hacías la foto con el Obelisco y todo eso, pero era ir y volvías a subirte y desaparecer, y siempre en medio de todo ese caos humano. Yo creo que esa fue una de las cosas, ese nivel de éxito y de movimiento que envolvía al grupo, que yo creía que no podían ser para siempre.
—¿Vive solo o está en pareja?
—Tengo un loro, que es el único loro de origen africano. Son unos animales muy bellos, grises, con una cola roja. Muy bonito. Se llama Gris. Y no sabes lo que habla. Los loros hablan y tienen la fama de hablar, pero este, no sabes lo que habla. Pero de una manera focalizada hasta, no sé, el exceso. Él te da los buenos días, te da las buenas noches, pero te lo da en su momento, nunca se va a confundir de tiempos. Lo que él quiere te lo pide.
—El amor solo de Gris, ¿le alcanza?
— ¿Si con Gris me alcanza? (Risas). Bueno, no a todo (risas). Pero tenemos una intimidad muy buena.
—Se pone colorado.
—He pasado muchos periplos acompañado oficialmente, pero ahora ya me siento muy bien solo.
—¿Sufrió por amor?
—Sí, claro. Eso ya está hecho (risas). Pero yo ahora estoy muy bien.
—¿Pero está esperando al amor de su vida?
—No, no espero. No espero.
—¿Padeció mucho el amor? Me parece que sí…
—Quizás no tanto, pero sí lo suficiente. Tuve relaciones lo suficientemente largas como para no sentirme aprisionado. Encontrar el equilibrio en las libertades de cada uno y que todo eso sea compatible en momentos tan intensos y, para que luego cada uno tenga su vida, se aguanta quizás un tiempo en la teoría, pero yo estoy muy bien solo. Y a mí me gusta mucho llegar a un espacio donde no tenga que negociar con nadie.
—Para finalizar, le regalo una caja con todas las cosas que perdió en su vida y por un instante puede abrirla y recuperar una sola cosa. ¿Qué sería?
—Yo tengo unos baúles y unos almacenes como muy intensos. No tengo la sensación de haber perdido nada. Creo que todo ya se vivió intensamente. No sé, no tengo la sensación de que quiera recuperar nada. Quiero decir: yo me siento satisfecho de lo vivido, de los altos, los bajos, las depresiones, las luces. No pondría nada. Se la daría a quien necesite recuperar más cosas.
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Francesc Picas y la vida después de Loco Mía: “Terminé trabajando de portero en una residencia para mayores”
Abierto y honesto, habló de por qué no participó en la película sobre el grupo que fue furor en los 90. El disfrute del éxito, el padecimiento de la fama, y un dinero que no fue tal. También la depresión. Y el volver a encontrarse para, tres décadas después, regresar a los escenarios de Buenos Aires desde otro lugar: con su nuevo grupo musical, Xarxa