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Es de Tandil, no olvidó la leche y el pan que su vecino platense le dio y su historia emocionó a todos: “Lo repetiría…”

“Qué emocionante relato”, “Qué maravilla encontrar gente así”, “Hermoso reconocimiento ojalá llegue a sus hijos y nietos”, fueron algunos de los comentarios recibidos

Es de Tandil

Un señor obtuvo una importante repercusión y miles de comentarios de gente emocionada en Facebook, luego de que compartiera su emotivo paso por la ciudad de La Plata cuando era estudiante.
Decidió conmemorar a su vecino ´Rubio´, quien lo bancó en las malas y celebró a viva voz el preciado día en que se recibió. Él jamás lo olvidó, siempre lo tuvo en su corazón y es por eso que una tan bonita historia merecía tener aún más repercusión.
“Yo vivía en calle 9 casi 40. Haciendo cruz, o sea por 40, había un almacencito que, entre otras cosas del ramo, también, la señora del dueño, hacia comidas para llevar. Recuerdo las pascualinas, que muchas veces nos sacaron de apuro cuando el tiempo de finales nos apremiaba. Pero la compra diaria era fundamentalmente leche y pan. Pasó el tiempo y dada la bonhomía del dueño hizo que entabláramos cierta relación amistosa”, comenzó relatando Eduardo Diez Blanchod en el grupo de Facebook “Historias y recuerdos de la ciudad de La Plata”.
Y siguió detallando: “En unas de esas tantas huelgas generales, tan habituales por aquellas épocas (no me acuerdo el año), resultó que el giro mensual no llegaba. Así que con mi primo (con quien vivíamos juntos y estudiaba) tuvimos que ´achicar´ gastos para subsistir. Lo primero que suspendimos fue el pan y la leche que a diario comprábamos en lo del ´Rubio´. Así le llamábamos por su origen lituano”.

Luego, contó el enorme gesto que tuvo su vecino: “Pasaron varios días, y una mañana nos tocan timbre. Al ir atender me lo encuentro al Rubio que con leche, pan y dinero en la mano, me dijo ´yo sé que andan flojos de plata por la huelga así que acepten esto hasta que reciban la mensualidad y saquen lo que quieran del negocio, que yo lo anoto y lo pagan cuando puedan´. Mi intención fue negarme pero se reusó enfáticamente diciéndome que un amigo esta para ayudar a otro amigo”.
“A mí se me hizo un nudo en la garganta ante tal actitud solidaria. Y se lo acepté. Nos despedimos con un abrazo. Al poco tiempo la cosa se normalizó y pagamos la deuda. Cuando me gradué él y su familia, a modo de homenaje, nos invitó a cenar”, manifestó.
Y lamentó: “Alguna vez me comento que muchos estudiantes una vez recibidos se olvidaban de él y no volvían más. No fue mi caso. En varias oportunidades que viajé a La Plata, fui a visitarlo. En uno de esos retornos, encuentro el almacén cerrado y un vecino me informó que había fallecido. Fue grande mi pena. Rastree el paradero de su señora, la encontré muy desmejorada y me contó lo sucedido. Volví al tiempo y también había fallecido”.
“Se llamaba Néstor Da Pieve, y su esposa Nilda. Si alguna de sus dos hijas lograra leer esto, sepan que es un homenaje a esas personas de gran corazón que fueron su padre y su madre. Y de la gran suerte que tuve de encontrar a ese lituano de Berisso y que fue mi amigo en las épocas difíciles. Hay gente buena en La Plata”, cerró. 

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