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El común denominador de los argentinos en la actualidad es, sin lugar a duda, la crisis económica. Así lo aseguró Santiago Giorgetta de Proyección Consultores, que viene midiendo el clima electoral en la provincia de Buenos Aires. En el interior, cada ciudadano encuentra su forma de señalar un responsable: la motosierra no pasó desapercibida, y los efectos del ajuste se sienten en todos lados. Por eso, lo que crece es el rechazo. No hay una épica, pero sí hay algo que empuja: votar en contra del gobierno.
En el conurbano el escenario es más disputado. Según Giorgetta, en la tercera sección el peronismo mantiene entre 8 y 12 puntos de ventaja sobre sus competidores, mientras que en la primera hay paridad, con un leve repunte de La Libertad Avanza. En cambio, Somos Buenos Aires tiene serias dificultades para meterse en ese territorio. Su electorado está, sobre todo, en el interior: mide bien en la cuarta, la sexta y la séptima sección, y también en la segunda gracias al caso puntual de los Passaglia, que siguen con buenos números. En la quinta podrían hacer una buena elección, no con chances de terciar, pero sí con resultados que molesten al PRO y a Milei.
En la tercera sección, Somos Buenos Aires ensayó una alianza informal con el partido local Hechos. Pero, para Giorgetta, esa jugada no parece rendirles: quien se ve beneficiado es el peronismo. El armado de los Passaglia, aunque competitivo, sigue sin lograr quebrar el techo de los espacios más consolidados. Además, en varios distritos, el radicalismo juega fuerte y puede condicionar los resultados finales.
Más allá de los armados, lo que marca el termómetro es la bronca. Y ahí aparece el dato que ordena todo: tres de cada diez bonaerenses hoy votan en función del rechazo a Milei. Un 20% dice que votará a favor del gobernador, un porcentaje menor lo hará por el peronismo como tal, y apenas entre 10 y 12% lo hará en apoyo a Milei. La mayoría restante, directamente, vota en contra. En contra de lo que hay.
Si se mira el mapa nacional, Milei viene mostrando un techo. Su mejor número fue en CABA, donde apenas alcanzó el 30%. En el resto, la intención de voto cae. La cuenta es simple: si seis o siete de cada diez argentinos no quieren volver a votarlo, después de haber sacado el 55% en el balotaje, la campaña oficialista tiene un problema serio. Y esa fragilidad se ve más clara en la provincia.
La reacción del gobierno fue inmediata: replegarse sobre un solo eje —la inseguridad— y jugar toda la comunicación ahí. Según Giorgetta, eso es muestra de debilidad. “Fueron por la segura”, señala, pero el efecto es otro: ya no hay polarización. No es kirchnerismo o antikirchnerismo. Lo único que ofrecen es eliminar al kirchnerismo. Nada más. Y en la provincia, donde decir “soy peronista” todavía es un atributo positivo, ese discurso no tracciona.
Después de haber ganado con 55 puntos, hoy Milei no supera los 30. Y la mayoría vota en contra. No hay relato, no hay disputa ideológica clara. Queda el miedo, el enojo y una campaña centrada en la inseguridad. Pero la motosierra perdió filo. Y en la provincia, eso pesa.
