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Historias de vida

El Pibe Sano, un programa de 25 años que marcó un hito en el fútbol infantil

El médico pediatra Guillermo Betancor atiende a este periodista con la misma pasión con que se vive el fútbol, con el “bien-estar” que surge del alma. Fue el hombre de guardapolvo blanco que entró a todas las Ligas de fútbol y a la Asociación del Fútbol Argentino para sembrar conciencia y priorizar ante que el campeonato la salud de los hijos, esos que decimos “deportistas”, con pantalón y número en la camiseta.
Hay una fecha del 2 de noviembre que no es una más en el calendario del doctor que nunca mide el horario. Corría el año 2000 y aquella fecha fue la que el cuerpo de ediles del Concejo Deliberante de la Municipalidad  de La Plata promulgaba el Pibe Sano, para la realización de exámenes precompetitivos obligatorios para todos los que desarrollen la actividad deportiva del fútbol en la ciudad.
El Pibe Sano fue el encuentro de las familias con un derecho, a la salud, al chequeo médico, a que los vean, los revisen y en caso de ser necesario derivarlos a otro nivel y seguir los casos. La Ordenanza Municipal 9127 entró en vigencia y aunque en este momento el programa no esté funcionando, desde hace veinticinco años este pediatra atendió lo que los dirigentes y los entrenadores muchas veces no pueden lograr.

El doctor Betancor atendiendo en la República de los Niños

Betancor fue el motor y su programa excedió largamente la cuestión médica, porque incursionó en lo social, en ese complejo mundo en el que los chicos crecen, a veces con necesidades básicas insatisfechas, viendo su hábitat, su nivel de escolaridad.
El consultorio fue por muchos años el mismo lugar, el Centro de Salud Número 29, en la República de los Niños, que será el primer centro cardiológico municipal, con su electrocardiógrafo. El programa destinado a las ligas y sus categorías competitivas del fútbol en cancha chica, llegó a ser declarado de interés por entidades científicas. Y Betancor no dejaba de dejar mensajes: “Que los clubes no tienen que ser deportivos, sino sociales y culturales”. “Que el deporte tiene su razón de ser, el compañerismo”. Lo encontramos una vez más, con la misma elegancia y energía entusiasta. En el “hola, doctor”, quedó a la vista todo lo que había trabajado. Jubilado de la Municipalidad desde 2020, pero disponible como le enseñaron sus maestros. Por ahí atendiendo el llamado de un presidente de alguna institución de bien público, esos donde él se creó la posibilidad laboral y jerarquizó un ambiente casi siempre a la deriva en estos temas de salud.
“Antes del Pibe Sano no se pedía nada desde una Liga”, se sincera. Respiramos el silencio en el consultorio y por un momento las escenas de tantos chicos que ahora son adultos vienen a la mente. Los cursos de Entrenadores de fútbol infantil con Ignomriello, Rosl y Kistenmacher, donde inculcaba las prácticas de RCP para que cada Club aprendiera ante las urgencias cómo hacer la reanimación mientras se pide una ambulancia. Un
“médico comodín”, que en los primeros días del Estadio Ciudad de La Plata, en un evento de la Liga Amateur Platense, tuvo que asistir a un chico que caía de la tribuna y con un traumatismo debieron trasladarlo con una puerta de vestuario convertida en camilla.

Los agradecimientos que recibió una vez la comisión directiva de LISFI. El padre de un pibe de la categoría 1997 de Monasterio que creía que su hijo estaba sano, y a simple vista nada hacía pensar lo contrario. “Un jugador con mucha sangre, que corría todo el partido defendiendo o atacando, no le gustaba perder, en fin… En el 2009 la Liga nos envía al programa Pibe Sano organizado por el doctor Betancor para hacerle los estudios de rutina, y no fui, porque creí que no tenía nada. En el año 2010 el presidente del Club me exigió que fuera y no me quedó otra, así que fuimos a la República de los Niños.
Durante los estudios la cardióloga María Collura vio algo que no le gustó y me mandó a hacer otros estudios para descartar lo que ella sospechaba; quince días después me informaron que mi hijo sufría Sindrome de Wolff Parkinson White, que es una falla del corazón, una falla eléctrica que le produce taquicardias que pueden llegar a los 220 latidos por minuto. Esta enfermedad en algunos casos no presenta síntomas, como el caso de mi hijo, y lo peor, es que tiene alto porcentaje de muerte súbita (el riesgo si bien es mínimo, está latense). Hoy mi hijo está bajo tratamiento y se lo debo a ustedes… Hoy mi hijo está controlado y con posibilidad de curarse”.

Betancor fue el estratega que no dejó de recorrer las canchas, que organizó charlas de concientización, que se presentó a la puerta de familias que vieron en él un sacerdote, un guía, un maestro en la vida. “El que se dedica a la medicina lo hace por vocación, no por un afán comercial, y le dedicas las 24 horas”, coincidimos.

“Acá en Tolosa vivía el doctor Salvador Badoyan que estuvo hasta grande haciendo guardias en la Clínica del Niño. Una vez le pregunté porque sigue haciendo guardias a los ochenta años?’. Y me contestó que no se podía despegar de la pediatría. Era una persona muy compinche, muy querida y muy hincha de Estudiantes como yo”.

“A esa gente les quiero agradecer de corazón. Convocabas y ahí estaban. Agradezco a todo aquel que colaboró y que creyó en que estaba mejorando la calidad de vida; a esa gente de los vínculos deportivos, políticos… Mirá, te cuento…. Al pibe se lo vacunaba, se le daba instrucciones de calidad de vida, y hasta detectamos casos de trabajo infantil y adicciones”.

La idea surgió mientras integraba un departamento de Medicina Social en el ámbito municipal, desde donde halló una puerta: “Me metí en los clubes, porque es necesario controlar a los chicos”.
“El primer nivel fue  difundir, prevenir, detectar, diagnosticar —cuenta Guillermo—, y el segundo vehiculizar según la patología detectada. Una vez que se solucionaba, volvía a incorporarse a la práctica deportiva con un apto nuestro”.
El Pibe Sano llegó a crecer y tuvo a un equipo interidisciplinario de profesionales: clínicos, cardiólogos, ortopédicos, nutricionistas, psicopedagogos y asistentes sociales. El caudal de deportistas es incalculable, pero estima que superaron los diez mil. Todavía se levanta de madrugada para atender ese timbre de un papá o una mamá con la preocupación por su hijo. Todavía parece que fue ayer cuando empezó a generar esos carnets de aptitud.

Llegó a conocer al doctor Carlos Salvador Bilardo, a interactuar con Racing Solidario, Fundación Boca Juniors, y en estos días habló con la Fundación Estudiantes de La Plata. Recuerda a Alejandro Sabella, de quien se hizo un buen amigo, viviendo a doscientos metros de su casa. A la República de los Niños llevó el doctor a todo el Cuerpo técnico de la Selección. Luego, el recordado dirigente de Vélez y del fútbol infantil en la era “grondonista”, Ricardo Petraca, destacó al médico de La Plata en AFA. Y otro laurel que no está en las paredes, pero sí en la memoria: Acción Social de Nación lo convocó para dar charlas.

Rosl, Betancor, Sabella, Ignomiriello

“La pediatría llega hasta los 14 años, pero hay pediatras que también se ocupan de la adolescencia, de los 15 a los 20 años es una época muy difícil, son grandes para los pediatras y son chicos para los clínicos, por eso yo creo que el pediatra debe acompañarlos en esos años que está como desprotegido”, cuenta Guillermo, un médico de barrio, un platense nacido el día que llegó la primavera en 1954. Y laburó siempre, desde que ayudaba a vender frutas. Villa Elvira, su barrio de crianza. En la facultad no desaprobó nunca. Allí se enamoró de quien es la madre de sus hijos.

Desea que el programa Pibe Sano “continúe, porque está inscripto, pero hoy funciona a medias”.
El doctor no cambió, ni en la costumbre del horario de consultorio… “No existe un horario para los controles… ¿sabes? El horario de consulta es el horario en el que la gente lo necesita”.

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