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Amigos son los amigos: un éxito de 50 puntos de rating y la química de dos actores que muchos auguraban que se odiarían

Protagonizada por Carlos Calvo y Pablo Rago, fue un suceso a principios de los 90. Miles de personas se agolpaban para ver las grabaciones de exteriores. Justo en el Día del Amigo, los secretos de la ficción que representó como pocas lo que significa la amistad en la Argentina

Amigos son los amigos: un éxito de 50 puntos de rating y la química de dos actores que muchos auguraban que se odiarían
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20 Jul, 2023
Por Susana Ceballos
1992, la Bombonera ruge esperando por Boca-Huracán. Del túnel no salen los jugadores sino una mujer de belleza endiablada que corre por la cancha mientras un hombre de campera intenta alcanzarla. Lo logra, la besa, lo besa. La hinchada se paraliza. La Bombonera estalla: “¡Olé, olé, olé, Carlín, Carlín!”. El beso fue de ficción, la ovación no. El ovacionado no es un goleador pero si un ganador. Es Carlos Calvo, el actor que, como Carlín, la Argentina idolatra en la comedia Amigos son los amigos.
Fue un martes 1 de mayo de 1990 cuando se estrenó en Telefe la comedia con Calvo y Pablo Rago. La premisa fue reunir a un treintañero inmaduro con un adolescente serio, el hijo de un fletero con un joven que intentaba encontrar un destino con su banda de rock. Uno de Boca con uno de River, puestos por las circunstancias a convivir en un loft hasta hacerse amigos entrañables.
Calvo fue el nombre indiscutible como protagonista y para acompañarlo convocaron a Rago, que era la estrella juvenil de Clave de Sol. “Clave… era muy reiterativo y yo me iba, aunque no tuviera ninguna propuesta. Justo pasó Carlos Olivieri por el 13 y me contó el proyecto. Ese mismo día fui a hablar con Gustavo Yankelevich a Telefe. Ya me conocía de Los Manfredi, del que había sido productor y me dijo que a le gustaba mucho lo que yo hacía. Le tiró mi nombre a Carlín que estaba trabajando en Carlos Paz, le gustó la idea y se vino a Buenos Aires. Firmamos y nos pusimos a trabajar”, relató el actor en la revista Teleclic en marzo de 1992.
Rago se había cruzado únicamente dos veces en su vida con Carlín. La primera en un pasillo de Canal 9 y la segunda, durante un partido de fútbol en la cancha de Tigre. “No me lo olvido más. Pasó caminando y muy serio me dijo al oído: ‘Si hay algo que me revientan son los galancitos’”.
La presentación oficial del programa fue durante la entrega de los premios Oscar, en el segmento que se pasó desde el Colón, en marzo del 90. “Los transmitía Telefe e íbamos a aprovechar la oportunidad para presentar a la dupla Calvo- Rago. Me dijeron que debía ir al canal a buscar el frac y que Calvo me esperaría. Lo encontré en la escalera que va a la oficina de Yankelevich. Fue como si hubiera visto a Darín, al que conozco desde hace muchísimos años. En el remís me contó un montón de cosas, después me llevó hasta casa. Todo re buena onda”.
Aunque más de uno apostó que el actor de por entonces 38 años se “comería crudo” al de 17, no fue así. En aquella entrevista, Rago reconocía que “me compadecían y un montón de cosas más para desmoralizarme. Pero cuando lo conocí me pareció macanudísimo. Fue una doble sorpresa. Primero porque conocía a un tipo al que jamás había visto trabajar pero que me gustaba por todo lo que sabía de él por las revistas y la tele. Me parecía divertidísimo, bárbaro, estaba de j… todo el día. Y segundo porque me di cuenta de que es un tipo normal, que me bancó un montón de cosas, que me ayudó a conocer este medio. Él me dice: ‘Fijate esto, calá acá, calá allá’. Me pareció extraordinario poder confiar en un tipo de quien todo el mundo me decía que me iba a c…“.
Además de Rago y Calvo hubo una persona fundamental para el programa, Carlos Olivieri, director, encargado de la puesta y edición final del programa. “Con Carlín nos conocíamos del equipo de fútbol de los galancitos y nos hicimos muy amigos. Gustavo Yankelevich quería hacer una comedia y Carlín era ideal”, comparte Olivieri con Teleshow. “El programa fue revolucionario no solo porque cambió la estética con la escenografía de un loft que integraba espacios como la habitación y la cocina, también por el timing del programa, con escenas cortas. Además trataba dos temas que para los argentinos son fundamentales: la familia y los amigos”.
La fórmula de la comedia de enredos, matizada con escenarios y personajes de Buenos Aires bien reconocible, y chistes cortitos pero eficaces estilo: “Tuve una pesadilla”, “¿Qué? ¿Soñaste que volvía Martínez de Hoz?”, funcionó de entrada. Al comando de los guiones y propuesto por Yankelevich se encontraba Augusto Giustozzi, popularmente conocido como Gius, e impulsado por Olivieri se sumaron Gustavo Barrios y Ricardo Rodríguez, que le cuenta a Teleshow: “Era un equipo muy creativo y además nos divertíamos mucho haciendo el programa. Carlín venía de hacer telenovelas pero tenía una gran aptitud como comediante, ya que venía haciendo comedias en teatro con mucho éxito”.
Sobre el método de trabajo, Rodríguez recuerda que “desde el libro trabajábamos Gius, Barrios y yo, en las historias semanalmente, armábamos el argumento del capítulo entre los tres, luego la escaleta, y finalmente los diálogos los escribíamos Barrios y yo. Nos tomaba casi toda la semana escribir cada libro porque tenía mucho trabajo. Al final agregábamos los gags verbales y algún otro detalle”.
Por sus dones para la comedia se pude pensar que Carlín improvisaría muchos de sus diálogos, pero el autor remarca que “era muy respetuoso de los libros. El programa se grababa en dos jornadas, una de piso y otra en exteriores. Antes de la grabación se realizaba una lectura de libro donde estaba todo el elenco, incluso los actores invitados del capítulo, el director, y alguno de los autores. Se leía y se agregaban algunos remates. Y el libro se respetaba”.
Rodríguez reconoce que tomaron algunas de las características personales de Calvo para generar el personaje. “En algunos aspectos, él tenía una actitud adolescente, y por supuesto, nosotros lo exacerbamos para generar la comedia”. Además, con la complicidad de Olivieri obligaban a Carlín a grabar situaciones que el actor aceptaba, divertido y asombrado, como la vez que en pleno invierno lo obligaron a tirarse a una pileta con un tapado. “Entre lo que pesaba el tapado y la ropa que tenía puesta no lograba salir del agua. Lo ayudamos a salir y me preguntó: ‘¿Vos pensás que yo soy un dibujito animado?’”, recuerda Olivieri.
A los diálogos trabajados empezaron a sumarle expresiones que se recuerdan hasta hoy: “péndex”, “vos, fumá”, “es una lucha…”, “Carlín, el macho del pirulín”. Rodríguez revela que “los latiguillos eran un ida y vuelta. A veces se generaban en el estudio, nosotros los tomábamos y empezábamos a repetirlos, y otras, se planteaba en el libro”. En ocasiones los mismos creadores se sorprendían del éxito de sus creaciones. “Cierta vez fui a un negocio de repuestos de autos y cuando pregunté por la calidad de una pieza el vendedor, que no conocía mi trabajo, me contestó: ‘Vos, fumá’”, relata Olivieri.
La propuesta, además, venía con otra novedad: la musicalización era parte central de su contenido. “La música fue otra de las claves del éxito del programa. Telefe tenía distintos acuerdos y lográbamos sacar temas inéditos de bandas reconocidas mundialmente”, cuenta Olivieri. En 1991 se editó la banda de sonido de la tira, que incluía a Los Gatos con “Viento dile a la lluvia”, pero también las canciones de Roxette, Queen, Loco Mía y Sergio Denis que se escuchaban en el programa.
El ritmo de trabajo era extenuante. Telefe necesitaba los estudios para grabar otros programas y los horarios se respetaban a rajatabla. “Las jornadas comenzaban muy temprano y podíamos terminar a las dos de la madrugada”, rememora Olivieri. A veces se “chicaneaban” con Carlín. “Lo tuyo es fácil, solo actuás”, le decía el director, que además de cámaras estaba en la edición, compaginación y música.
Amigos son los amigos fue un verdadero éxito de masas que no bajaba los 50 puntos de audiencia. La cifra no era un algoritmo sino real, y algo lo demostraba: “En las jornadas de grabación en exteriores y siempre había no menos de 2000 personas observándonos. En pleno invierno, con temperaturas bajísimas, la gente estaba igual. Era increíble porque de repente había que hacer una toma y pedirles a cientos de personas que se corrieran para no arruinar el plano. Y se corrían”, cuenta Olivieri.
Carlín solía acercarse a conversar con los curiosos. “Las mujeres le pedían sacarse fotos para regalárselas a los maridos. Es que él seducía a todos”. Lo suyo no solo era cuestión de pinta, también de personalidad. “Tenía gestos lindos. De pronto se ponía hablar con un técnico y le regalaba un chupetín. La gente lo amaba. Una mañana invernal se encontró con una chica que había pasado toda la noche en el palier del edificio solo para verlo salir”.
La complicidad en el trabajo y la amistad en la vida entre director y actor era más que evidente. “Había que grabar una escena de un baile de disfraces. Comenzamos, y aparece un tipo vestido de oso. Arruina el plano. Lo reto. Vuelvo a grabar. Otra vez el oso arruina el plano. Así varias veces hasta que, enfurecido, voy al estudio a increparlo. El tipo se saca la máscara y era… Carlín”, rememora Olivieri, divertido.
“En una escena final Carlín tenía que saltar desde un balcón con Rago y no quería. Para demostrarle que no había peligro, me tiré yo. Seguía desconfiando no solo porque saltaría con Rago sino porque la red era bastante precaria. Al final, saltaron y Pablo, al caer, lo golpeó con su pierna. Carlín me corrió como cinco cuadras, enfurecido”, cierra con una carcajada llena de añoranza.
Entre los personajes femeninos estuvo Katja Alemann, que recuerda para Teleshow. “Era muy divertido grabar, nos reíamos muchísimo todo el tiempo. Carlín con Olivieri eras imbatibles. No paraban de hacer chistes y yo no paraba de reír”. La actriz asegura que en los dos años que estuvo en el programa “me enseñaron mucho sobre comedia y el trabajo del comediante, que es distinto al trabajo dramático. Yo siempre les hacía cuestionamientos porque venía del palo del trabajo interno del actor, y acá todo era cuestión de entonación y ritmo. Aprendí muchísimo y la pasé muy bien con ellos”.
Para Katja, Amigos son los amigos fue un éxito que todavía se recuerda porque Carlín “encarnaba a esta especie de típico personaje argentino, no sé si lo llamaría arquetípico porque no es arquetípico sino estereotípico, que es el chanta argentino pero medio bonachón. Muchos hicieron ese personaje, Darín lo hizo, Luis Brandoni también, pero Carlín creo que fue el que lo coronó, el que mejor lo hizo: encarnó ese inconsciente colectivo nacional del chanta de buen corazón”. Conocedora de que un actor no es nada sin un buen texto, resalta a los autores, que “estaban muy al servicio para que la comedia estuviera siempre atrapante y con buenas escenas”.
Sobre si hoy se repetiría ese éxito, la actriz de los ojos sin tiempo reflexiona: “Creo que han cambiado un poco los parámetros, quizás no sea más el único personaje o el personaje más potente para las nuevas generaciones. Hay mucha deconstrucción, muchas cosas que hicimos en esa época hoy estarían muy mal vistas. Por ejemplo, cómo se trataba a las mujeres en general que aparecían en el programa. No a mí, porque yo era como la protagonista, entonces era la buena, la linda y la respetada, pero había muchas otras que eran carne de cañón, el típico de los programas de humor argentinos de la época. Situaciones que hoy se han deconstruido muchísimo y no funcionaría de la misma manera. Como recuerdo, siempre fueron divertidos los capítulos. Estaban muy bien armados, muy bien escritos, con ocurrencias increíbles. Así que fue una muy buena experiencia”.
Convertidos en furor, en 1993, Carlín y los autores fueron tentados por Alejandro Romay para pasarse a Canal 9. “Telefe estaba con un éxito extraordinario a las 21: Francella los lunes, Carlín los martes, Puig los miércoles, Brandoni y Darín los jueves. Era indestructible”, le relata a Teleshow el productor Omar Romay. “Mi papá logró convencer a Carlín y a uno de los autores para pasarse al 9 con la ilusión de armar una Torá competitiva de comedias para 1994. Pero ocurrió que yo tenía 160 capítulos de la novela Más allá del horizonte y se los ofrecí. Me pidió arrancar en enero y que hiciera un cierre para marzo, con 60 capítulos, pero que si la tira estaba fuerte en marzo continuaba”.
La historia protagonizada por Grecia Colmenares y Osvaldo Laport fue un éxito y siguió en el horario de las 21, por eso aunque no era la idea original, Romay decidió emitir la comedia de Carlín los sábados.
Con el pase de canal Amigos son los amigos perdió su encanto no por la emisora sino por los cambios en la historia. Los amigos dejaron de ser fleteros para ser publicitarios, vivían en un loft lujoso y muy frío. Pero lo que más alteró la trama fue que faltaban personajes queribles encarnados por actores que habían decidido quedarse en Telefe. “No estaban Mabel Landó que hacía de la mamá, Menchu Quesada, la abuela, y sus amigos Paco y Manija encarnados Jorge Paccini y Gabriel Laborde. Entraron Jorge Mayorano y Chichilo Viale”, rememora Olivieri. A fin de año el programa dejó de emitirse.
Aunque Teleshow intentó contactarse con Rago, el actor no respondió, pero buceando en el archivo se encuentra el balance que realizó del programa. “El éxito lo viví con culpa. A mí no me costaba ningún esfuerzo hacerlo. Con Carlín la pasábamos bárbaro y ganábamos mucha guita. Pero yo sentía mucha culpa. De hecho hoy, de esa guita no tengo ni un mango: la patiné, viajé, me compré autos, de todo. Solo me quedó el departamento. Me acuerdo que veía el teatro Opera lleno y no podía disfrutarlo. El éxito te permite gozar del cariño de la gente y conocer a Carlín me hizo entender la mitad de la profesión en un segundo”.
Luego de Amigos son los amigos, Carlín intentó desprenderse de su personaje pero jamás lo consiguió del todo. Si le preguntaban por Rago, contestaba con humor: “Está preso, se robó un salamín”. Recién volvieron a trabajar juntos en el teatro en el 2006.
El 11 de diciembre Calvo falleció, a los 67 años. Carlos Olivieri cuenta que cada vez que “íbamos de gira, a Carlín lo recibían como a un prócer”. Y seguro era así, aunque quizás más que como a un prócer lo recibían como a un amigo, de esos que cuando estás en la estacada, te sacan una sonrisa mientras te dicen: “Vos, fumá”.

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