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Mi papá dijo que no, y el silencio fue un suplicio; llevarme al clásico era “un peligro”. Desde que se jugaba en el fútbol profesional era el número 100, y a mis 10 años, me dolería por mucho más tiempo de lo imaginado. Quizá por eso hoy llego a ser periodista. Un tema de diván, pero la negación del viejo solo incrementó mi locura por el fútbol. Escuchamos la radio, uno de los pocos que transmitía por Provincia, a Daniel Barinaga.
Hacía frío, sensación térmica de 5 grados y el verse las caras después de cinco años, el clásico platense, el del domingo 15 de septiembre de 1985, con viento y llovizna, y los paragüas que parecían nevados de papelitos. En casa estaba el diario en la mesa, con la nota a Miguel Russo y a Ricardo Kuzemka, dos que iban a meter todo. “Este tipo de partidos lo ganan los jugadores de mente fría”, decía el “Palomo”. “Ninguno de los dos es más que el otro”, intuía la “Momia”. En una mesa que reunió a ex jugadores, Anibal Guidi, desaparecido periodista, se dio el lujazo de tener al “Tanque” Alfredo Rojas, Daniel Bayo, “Beto” Infante y “Cacho” Malbernat. “Creo que tiene más ventaja Gimnasia porque se juega menos que Estudiantes”, dijo Bayo; “yo me inclino por el empate”, se escuchó a Infante. “Yo me inclino adonde apunta mi corazón, ojalá que gane Gimnasia, pero hablando bien, tiene más ventajas Estudiantes, que es local además…” El turno de Cacho, capitán de los campeones del mundo, fue toda una marca: “Yo nunca di un resultado de un clásico… Aunque un empate no sería un mal resultado, para los dos”.
El café de los vendedores que cotizaba en la platea. La reserva que estuvo en duda y se la llevó Estudiantes 3 a 2, un pincha dirigido por Carlos Trullet que dispuso a Villamil; Craviotto, Jeannoteguy; Sambrana y Creuso; Arizaga, Martínez, Recchiutti; Nicoletti, Alonso y Fernández. Para la dupla tripera de Agostinelli y Di Plácido, esta oncena: Canay; Merlo, Espinola, Galvagni, Juan Solari; Carlos García, Ferrer, Fernando López, Rodolfo López; Sánchez Astrolog y Ortega. Los cambios llevaron al campo a Airez y Luján; y a Patricio Mac Allister (tío de Alexis, mundialista en Qatar) y a Sergio Alvarez por el equipo local. Se jugó a cancha llena, y dos veces pasó a ganarlo el Lobo, pero se le escapó a tres minutos del final, con grito de Alvarez.
“Nosotros somos más barreros que ellos”, oyó un periodista asomado a las ventanas del vestuario visitante.
La ironía del tablón local lanzando a una gallina coloreada de azul y blanco, que se quedó dando vueltas hasta que el “Indio” Ingrao le tiró un inexplicable puntapié. El piso del bajo tribuna alfombrado de papelitos y serpentinas. Las dos cabeceras se tiñeron de blanco; primero, salió al campo Gimnasia. La vieja guardia de Estudiantes: Aguirre Suárez, el Bocha Flores, Juanchi Taverna, el profesor Ricardo Echevarría están juntos, nerviosos. Sale Estudiantes y se repite el acto del papel al cielo”. Se había suspendido San Lorenzo-Vélez en Boca por el clima adverso y de común acuerdo entre dirigentes por la escases de público.
El once pincha no tuvo ni siquiera un nacido en La Plata: 1 Islas, 4 Issa, 3 Agüero, 6 Russo, 5 Herrera; 7 Llane, 2 Ronci, 10 Ponce; 8 Vieta, 9 Iglesias, 11 Gurrieri. Solo le tocó esa fortuna a Daniel Rodríguez (entró por Vieta al reanudarse el pleito). “El Pata” falleció muy joven a finales de los noventa. El otro ingreso para bancar el resultado y enfriar fue el que hizo el DT Humberto “El Flaco” Zuccarellli metiendo al “Flaco” Larramendi faltando cinco por “Toti” Iglesias.
Gimnasia, de la mano de Garisto, tuvo a dos oriundos de la región, el berissense Tempesta y el platense (y criado en Berisso) Kuzemka. Los dorsales eran reglamentariamente del uno al once. 1 Gustavo Fernández; 4 Luquez, 2 Carlos Russo, 6 Ingrao, 3 Tempesta; 8 Berta, 5 Kuzemka, 10 Andrada; 7 Bastia, 9 Carrió, 11 Flores. El único cambio fue el de Otermín por Berta.
El árbitro Juan Bava no quiso “lolas” y amonestó a Berta, que empezó como creador y apoyo en el medio junto a Kuzemka; advirtió a Miguel Russo por una acción fuerte.
Avisó Ponce con un buscapié para que alguien lo transformara en gol, sacando Carlos Russo. Y en el otro arco el “Colo Bastía se llevó la pelota en forma dudosa y lo tuvo a Islas a tiro de puñalada, pero defeccionó en su remate”, escribió Mercurio en el palo de prensa. Pero sobre la media hora se dio el momento crucial de esta etapa inicial: córner de Llane, falló Gustavo Fernández al calcular la trayectoria dado el viento fuerte, el balón pegó dos veces en el travesaño y una en el palo.
El cronista de El Gráfico apunta que en el primer tiempo Estudiantes, apegado a la marca, “se parece al Temperley del ’84”; claro, lo dirigía el mismo Humberto Zucarelli. El juicio fue unánime: discreto juego, enorme esfuerzo mens sana, sin ningún provecho. El Pincha conservó fuerzas.
En el segundo tiempo Russo levantó, Ronci le tomó la mano a Kuzemka y en particular Ponce trabajó y creó.
A los 25 minutos del complemento, una falta que corta el avance de Jorge Llane por el andarivel del 9. Un tiro libre más, que tomará José Daniel Ponce, el “Bocha”, con un shot bajo. La bola, una “Tango” de Adidas, rozó la pelota en la pierna de Berta en la barrera y el desvío no podrá alcanzarlo en su arrojo el uruguayo Fernández, que quiso arañar esa “caprichosa” mojada, muy mojada. El autor de la conquista tenía 23 años, era soltero y habia llegado al club seis años antes, desde Godoy Cruz de Mendoza; hoy, suele concurrir al Estadio UNO, y es socio activo del club con el carnet número 319705.
El intendente municipal Carlos Albertí no puede disimular la caída del Lobo y se toma su cabellera pelirroja. Vio el buen arranque y la culminación de su equipo, pero chocó con su falta de contundencia y en las pocas que tuvo se las ahogó ese notable arquero que es Islas (al otro año volverá de México con la copa del mundo).
De saco, como de pibe se acostumbró con sus maestros Ignomiriello, Zubelbía y Urriolabeitia, el entrenador Zucarelli se mete al campo para abrazarse al “Pulpo” Islas. En el vestuario del bajo tribuna de 55, el presidente Raúl Correbo y su vice Luis Ferella recibieron la copa Challenger donada por el gobierno de la Provincia. Todo era un desahogo placentero. Y el trofeo se celebró a rabiar, permaneciendo en las vitrinas de Estudiantes hasta la disputa del 101, que fue para Gimnasia.
El partido quedó en el alma de la ciudad por todo lo que envolvía los años sin cruzar las caras; como quedó ese silencioso dolor en mi. Desde entonces, empecé a querer estar como sea, con quien pudiera llevarme. Me mandé solo de pibe, y mi viejo me pudo llevar recién al 102. Ese viejo que por algo nos dice las cosas sin anestesia. Y lo del “peligro” fue cierto, porque sobre el sector de 115 hubo problemas graves. En un recorte de un amarillento diario, el subcomisario dejó su palabra impresa: “No podemos garantizar seguridad en un sector que tiene capacidad para 8.000 personas y en donde hay 12.000”. Y un presidente que tuvieron los triperos, famoso por su local de ropas y desfiles de modelos, Héctor “Cacho” Delmar (ganador del ascenso el año anterior y de la Copa Centenaro diez años después) imploraba en aquel tiempo “que las dos hinchadas se comporten como se debe, y si no es así, el partido se suspende”.
“Fiiinaaalll… fiiinaaalll, fiiinaaalll del partidooo… Ha ganado Estudiantes!”. Aquel día la radio fue como abrazarme a un bote cuando el descorazonamiento había invadido mi ser ingenuo, infantil. Una radio que por ahí me daba señales que ahí podía estar mi futuro, ligado a la prensa, a las notas, a los papeles viejos como los que guardo con cariño, algunos de ellos, donados por entrañables amigos. En aquella casa de Berisso, al lado del querido viejo, y al que ahora no tengo y puedo comprender cada vez mejor, ahora que se mudó de barrio para siempre, y ya con cuarenta años entre este aquí y ahora y aquella enorme fiesta popular.
