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Historias de vida

A usted que no entendió, no sabe y no vio el clásico platense del 31 de agosto de 1986

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Cielo cubierto, gris e indeciso como hoy tuvo un clásico platense, treinta y nueve años atrás, la edición 102 desde que se cuentan los choques en el fútbol profesional, pero que fue el 145 si se computan los amateurs.
“¡Vamos que se juega!”, salían los vecinos desde sus casas de La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena… Ya había caído toda el agua el día y la noche previa al partido.

Fue la octava fecha del Campeonato de Primera 1986/87, que pese a la resolución de la AFA durante las primeras horas del domingo, en ese tiempo también otorgaba poderes a los dirigentes de los clubes y a los árbitros.
Entonces, con intereses mediante, Boca y Racing acordaron entre sus dirigentes pasar ese otro clásico para la noche (debía jugarse a la tarde). Estos dos partidos iban a colmar el vaso para modificar la organización del futbol argentino.
Tomar la decisión era como un carbón encendido…
La personalidad de Abel Gnecco, designado para Gimnasia-Estudiantes, nunca fue la de un hombre con vacilaciones. Ese día temprano pasó a buscar a los jueces de línea y se fue a La Plata. Consultado por Radio La Plata, en este recuerdo especial, el hombre nacido en Villa Domínico advierte que “la decisión era que el árbitro revisara el campo faltando media hora, y se nos decía que había que entrar con la pelota para probar si podía correr en el agua o en el fango… Cuando yo veía que la pelota podía correr, yo dirigía”.

Cubierto de barro Sergio Merlini, remata; sin parentesco con el actual jugador Bautista Merlini

Pero hay historias nunca reveladas, que aquí se revelarán. La decisión del “sí, se juega”, empezó a las 11 horas, gracias a un encuentro entre el vice mens sana Jorge Antonucci y el presidente pincha Luis Ferella quienes decidieron jugarlo pese a la notificación de los miembros de la AFA que recomendó suspender los encuentros que se iban a jugar en Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Los directivos habían confiado en el pronóstico del tiempo y de hecho al mediodía estaba sin nubarrones amenazantes aquel 31 de agosto de 1986.
También fueron consultados los cuerpos técnicos en sus concentraciones, y tanto Luis Garisto por Gimnasia, como Eduardo Manera por Estudiantes, no pusieron ningún reparo. La sorpresa fue grande cuando al intentar comunicarse con Gnecco, un familiar del árbitro comunicó que ya había salido para La Plata, con sus jueces de línea.

Russo, Moriconi, Pighín, Tempesta, Espinola, Kuzemka; abajo: Pedrazzi, Merlini, Villazán, Carrió, Luquez
Bertero, Russo, Aguero, Rodríguez, Trossero, Craviotto; abajo: Gurrieri, Llane, Sabella, Gottardi, Insúa

Pero una de las mayores influencias, como tantas veces, llegó de las esferas del poder. Un dirigente de Gimnasia —del cual nunca trascendió el nombre—, movió un contacto en la Policía Bonaerense con la intención de asegurar el mejor terreno posible. Fue cuando apareció a las 14.50 un helicóptero casi al nivel del campo de juego. La tarea de secamiento duró cincuenta minutos y mitigó lo que el drenaje de la cancha (con su carbonilla de los ferrocarriles, sistema de las canchas inglesas) no pudo por sí sola.
“Así pudo así esparcirse el agua amontonada, complementándose el helicóptero la primera tarea múltiple de siete personas con trapos secadores”, detalló un matutino el día siguiente.

No jugaron las reservas, pero nadie esperó este hecho en la previa

Lo del piloto (que tampoco se supo de quién ni cómo recibió la orden) es digno de una película. Esperó un momento y de pronto empezó a acelerar el movimiento de las aspas de la máquina que se movía muy cerca de las tribunas, especialmente de la tribuna visitante. Más que insólito, fue realmente peligroso este recurso al que apostó la institución local.
Fue el show de la previa, el comentario de las radios y las risotadas y asombros de cada uno de los hinchas. Entre otras cosas, el movimiento de las hélices le “volaba” la gorra a los agentes policiales que vigilaban en el campo de juego, y más de uno debió asegurarse el uniforme con las dos manos. El ruido del helicópero “tapó” por completo el cántico y los agravios de las dos parcialidades, en un partido que venía precedido de dos clásicos apasionantes: el 100 lo ganó el Pincha 1 a 0 y el siguiente fue empate sin goles. Hacía dos meses y dos días que la Selección Argentina volvía de México con la copa del mundo.

El ingreso tripero. Charly Carrió fue figura, igual que Sabella

UN PARTIDAZO CON TRES GOLES

Tras la primera anormalidad, sobrevinieron 90 minutos, con buen arbitraje de Abel Gnecco. El partido estaba en el concurso del PRODE, en el casillero 6 (el premio en pesos lo repartirían trece apostadores). La cruz quedó marcada en el casillero local, por el triunfo 2 a 1, inolvidable para la falange albiazul. A ritmo de partidazo, el campo resbaladizo, barroso, ideal para el usufructo de la pelota parada, en efecto tuvo el primer gol por obra de Ruben Insúa, un poema escribió el 1 a 0, en el arco del Bosque. Corrían 33 minutos y salieron a celebrar sobre el lateral de la calle 60 donde estaba el pueblo albirrojo.

Moriconi no podrá alcanzar el “avión” que lanzó Insúa

En ese mismo arco, El Lobo aulló fuerte gracias a Jorge Villazán a los 3 minutos. El uruguayo, camiseta 11, alcanzó a abrir su pierna izquierda para desviar la trayectoria del balón. Pero la avalancha y los corazones extasiados de los locales fue el momento top del partido, en el minuto 23, por la exquisita pegada de Sergio Merlini (padre del actual de la primera albiazul) en un golazo de tiro libre, imposible para “Palito” Bertero.
Ganó uno… después el otro… Ganará el fútbol.

Bertero la ve meterse. Lo de Merlini fue sublime

UN “JUGADOR FANTASMA”
Hasta que se produjo la segunda anormalidad, la de un jugador “fantasma” (dicho con cariño para Eusebio Espinola, entonces 21 años) que debió quedarse afuera y no lo hizo… Gimnasia tenía que estar con diez y por el “Flaco” siguió con once.
Tras el 2-1 del “Mago” Merlini, los dirigidos por Eduardo Manera se sintieron tocados en sus fibras más íntimas y aportaron todo el fervor en busca del empate. Sabella e Insúa se juntaron en el medio, dribleaban, dialogaban, mientras Gottardi y Gurrieri rotaban por el frente de ataque, ya extenuados.

Sabella se le va a Espinola; detrás, el referí Gnecco

Dos caudillos con varias convocatorias del seleccionado (aunque no mundialistas) se bancaban los contraataques de Gimnasia, Miguel Russo, el capitán, Enzo Trossero, ex Independiente, y el “Negro” Ruben Agüero, ya que el Pincha quedaba expuesto en su afán por llegar al empate. En una ocasión Merlini llegó a probar desde 40 metros viendo al “uno” visitante adelantado… A punto del tercero albiazul.
También hubo una polémica, donde Gurrieri fue sujetado en el área y la mayoría pensó en la sanción de un penal que Gnecco decidió ignorar.

Villazán (11) y Pedrazzi se van contra Enzo Trossero

Hasta que Gnecco volvió a ser protagonista de esta historia a un minuto del final. Expulsó al arquero tripero Gustavo Moriconi, por demorar. El santafesino de 25 años consultado por esta efémeride reconoció su “demoro al sacar en un tiro libre”.
Allá lejos y hace tiempo, mientras “El Mori” se iba camino a las duchas, Gnecco anotó el cambio de Gimnasia que el DT ordenó: el 12 José Luis Sosa, por el 4 Eusebio Espinola. Pero este fue el cambio que no se hizo nunca. O en verdad, sí, porque Sosa entró, pero ¡no se fue nadie!
El “Niño” Sosa tenía 30 años y provenía de Nacional de su país.
La cosa estaba caliente en el momento que ocupa el arco próximo al túnel: la jugada anterior Gnecco también expulsó el médico de Gimnasia, Alberto Ricard.

El “Flaco” Espinola estaba afuera de la cancha, ya que se encontraba con molestias físicas. Pero como todo jugador con las revoluciones a mil, ansioso para que el triunfo no se les escapara, se hizo el desentendido y se metió disimuladamente al campo, para defender con cierta renguera en esos dramáticos instantes finales. Fue algo más de un minuto.
Once contra once, el formoseño (con una llamativa barba candado) no participó en ninguna situación de riesgo en el área, algo que hubiera significado, por un lado, que el referí tal vez lo descubriera. Pero el 4 de Gimnasia seguía en el campo, casi como “un fantasma”. Como contrapartida, el banco visitante reclamaba a los cuatro vientos, con el recordado “Oveja” Manera a la cabeza.

Insúa dibuja ante el barbado Espinola, el que nunca salió pese al cambio

A 39 años de ese clásico, el árbitro fue consultado por Radio La Plata, y con una gran sinceridad, reconoció la falla, pero llevó agua para su molino: “Antes no había audios. El juez de línea sí lo vio y me gritaba, pero yo estaba de espaldas y nunca lo escuché. No faltaba nada… Era distinto a lo que pasaría hoy, porque no teníamos los intercomunicadores”.

“El juez de línea número uno fue Roberto Leis —agregó Abel, que además lamentó la pérdida fisica de aquel ex compañero—. Después me dijo que me gritaba, pero con el lío que había, y yo lejos de su posición, no lo escuché”.
Gnecco aún está activo con 68 años dentro del mundo AFA. Brinda charlas en todo el país, en representación del Consejo Federal. Antes, integró el cuerpo docente de la Escuela de árbitros de AFA y la comisión arbitral Conmebol.
Aquella semana posterior al clásico, Abel fue citado a declarar por el Tribunal de Disciplina y al mencionado Colegio debido a la irregularidad cometida.

Por supuesto y con razón, Estudiantes hizo conocer su voz en la calle Viamonte, ya que en la planilla figuraba el cambio hecho de Sosa por Espinola.
Un dirigente albirrojo manifestó que “lo ocurrido en el último minuto es de exclusiva responsabilidad del árbitro internacional Abel Gnecco, aunque él haya declarado que aquí no hay culpables”. En tanto, el presidente Ferella se sorprendió ante una versión periodística. “Eso de protestar el partido no sé de donde surgió, indudablemente fue un error del árbitro, pero ahora hay que pensar en el próximo partido. Siempre hay revancha en el fútbol y Estudiantes está para cosas mayores. Estudiantes nunca fue amigo de llorar puntos perdidos en la cancha tratando de ganarlos en las oficinas de AFA y ahora no será la excepción”.

Carlos Russo y Sergio Gurrieri, en el fango; mira Tempesta

Amén del final polémico, de la controvertida situación del helicóptero, fue digno de elogio el comportamiento de los jugadores. Aunque abundaron los “fauls”, nadie se pasó de rosca.
En esos tiempos, con Héctor Atilio Delmar presidente de los mens sana, fue muy conocido el trato cordial entre los miembros directivos. De hecho, el ex presidente Raúl Correbo y el ex vice primero Cholo Fauci aquel clásico lo vieron desde la platea techada que les obsequió el recordado Cacho, cinco veces presidente del club.

Juan Portesi, el ministro de gobieno, entrega la copa Challenger a “Cacho” Delmar

¿CÓMO SE VIO DESDE LAS TRIBUNAS?
En la tapa del diario del lunes, un párrafo destacó que “sólo la confusión final del árbitro Abel Gnecco empañó una jornada de fiesta. Todo ocurrió cuando tras la expulsión de Moriconi en el último minuto del partido, permitió el ingreso del suplente Sosa, sin que se retirara otro jugador. Esto generó nerviosismo en los jugadores albirrojos y reclamos de parte del cuerpo técnico, además de encender el ánimo en las tribunas, que fueron apaciguadas con el empleo de agua y gases lacrimógenos. Según se informó, hubo ocho detenidos”.

Diario La Nación

Por otro lado, el veterano periodista “Mercurio” escribió que “el agua de los bomberos aplacó bastante la temperatura elevada de un epílogo curioso y dramático. Dije curioso porque al ser expulsado Moriconi, ya en las postrimerías del ardoroso trámite, ingresó el suplente Sosa, sin que desde el Palco se advirtiera el retiro de un jugador que compensara la entrada del meta uruguayo. La confusión producida, la nerviosidad del juez y el hecho de estar en el último minuto del tiempo agregado, fueron ingredientes que se añaden a la polémica que siempre deparan estas confrontaciones en la ciudad”.

Fue el 31 de agosto de 1986, un domingo como hoy.

De sainete ¿verdad?

Gimnasia (2):
1 Gustavo Moriconi, 4 Luquez, 2 Carlos Russo, 6 Espinola, 3 Tempesta; 8 Pighín, 5 Kuzemka, 10 Carrió (capitán); 7 Pedrazzi, 9 Merlini, 11 Villazán.
Suplentes: 12 José Luis Sosa, 13 Galvagni, 14 Ferrer, 15 Vilar, 16 Ballejo.
DT Luis Garisto
Estudiantes (1)
1 Carlos Bertero; 5 Llane, 2 Agüero, 4 Trossero, 2 Craviotto; 8 Guillermo Rodríguez, 5 Miguel Russo (capitán), 10 Ruben Darío Insúa; 7 Gottardi, 9 Sabella, 11 Gurrieri.
Suplentes: 12 Battaglia Mendes, 13 Jeannoteguy, 14 Arizaga, 15 Antonio Vidal González, 16 Yalvé.
DT Eduardo Manera

Goles: PT 33m Insúa E. ST 3m Villazán, 23m Merlini.
Cambios: ST 26m Fernando Vilar por Pedrazzi, lesionado; 31m Vidal González por Rodríguez.
Expulsado: ST 44m Moriconi (G) por demorar.
Nota: En la planilla del árbitro figuró el cambio de Sosa por Espinola, pero el defensor no abandonó el campo de juego.

Gnecco, con sus asistentes Espósito y el recordado Romero; en Brasil

Gnecco llegó a dirigir “treinta años, y veinte de ellos en Primera división”; de 1973 a 1993. “Fui internacional en 1978, antes de Grondona, en la gestión Cantilo y otros jerarcas del Jockey Club que me eligieron”. En tren de recuerdos, recordó su primer clásico Boca-River en 1976, que terminó a favor del visitante con gol de Perfumo.
Reconoce que con su carácter vehemente tuvo muchos inconvenientes, pero no está arrepentido de su forma de ser. “No es una satisfacción haber echado a los más grandes (dice después de enumerar a Maradona, Kempes, Ramón Díaz, Gatti...), porque el mejor árbitro es el que termina con los veintidós”.
En nuestra ciudad don Abel tuvo más situaciones apremiantes. En 1981, Gareca, jugador de Boca, le arrojó la tarjeta roja con la que iba a expulsar a Pasucci. Los echó a los dos.
Cinco años después del clásico del helicóptero, en 1 y 57, un plateista pincharrata le arrojaron un zapato.

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