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En agosto de 1991, Miguel Bru, un joven estudiante de periodismo en La Plata, desapareció en circunstancias que marcarían para siempre a su familia y a quienes lo conocieron. Su caso, que involucró secuestro, tortura y asesinato, dejó en evidencia la impunidad de ciertos sectores policiales y judiciales, así como la necesidad de movilización social para exigir justicia. Desde entonces, familiares, amigos y compañeros de facultad han sostenido una lucha constante, con marchas, vigílias y denuncias públicas, convirtiendo la pregunta “¿Dónde está Miguel?” en un grito colectivo que trasciende el tiempo.
Al ser consultada sobre la trayectoria de su hijo y su influencia en la sociedad, Rosa Schonfeld de Bru rememoró: “Diré lo que dije mil veces y mil veces siempre van a ser pocas. Le agradezco a Dios que le dirigió los pasos a esa querida escuela de periodismo. Era la escuela de periodismo, era el primer hijo que iba a una facultad, y que tenga los amigos que tiene. En periodismo son especiales, muy solidarios. Por eso digo que a esta causa la manejó la solidaridad”.
Sobre la situación judicial de la causa y en diálogo con Código Baires, Rosa detalló: “Como todos saben nosotros en 1999 llegamos al juicio, con un juicio en donde hubo dos condenas a prisión perpetua, de Walter Abrigo y Justo López; una condena irrisoria al comisario responsable de la Comisaría, Juan Domingo Ojeda y Ramón Cerecetto, el policía que roba el libro de guardia donde le dan ingreso como detenido, e ingresa dos veces a la misma persona que era José Luis Fernández, que esa noche también había sido detenido”.
La historia, la causa y la política
Asimismo, manifestó: “Yo siempre digo que tenemos que agradecer porque si nosotros hubiéramos estado solos nunca hubiésemos sabido hacer nada, porque no hubiéramos sabido porque el mismo dolor te paraliza. Uno siempre piensa ‘qué le pasó’, pero no ‘qué le hicieron’… Fueron los amigos los primeros que empezaron a moverse, los que sabían hacer un volante, lo que era un panfleto, que sea corto y diga lo que tenía que decir. Yo recuerdo que ellos venían a casa porque en ese tiempo no había Facebook, teléfonos, nada… Fue 32 años atrás. Eso me emociona porque ellos no paraban, para comunicarse con nosotros tenían que venir a casa; abríamos la puerta y lo primero que escuchaba era ‘vengo porque tenés que…’ y ese ‘tenés’ era una obligación; porque si ellos, sus amigos, los que se estaban moviendo, como no íbamos a ser nosotros. Muchas veces dicen ‘la madre, la madre…’ pero para mí el motor principal fueron ellos. La solidaridad. De las autoridades de la facultad, del 93 a hoy, con ese compromiso para estar”.
Al referirse a la dificultad de confrontar la impunidad en democracia, Rosa remarcó: “Recuerdo que estábamos en la escuela de periodismo, en 44 y vino un muchacho y nos dice que él también tenía su hermano desaparecido por la policía y también tenía el mismo juez. Este muchacho era el hermano de Andrés Núñez. Andrés fue el 28 de septiembre del 90, en el 93 no hablaba nadie de Andrés Núñez. Entonces, ¿cómo si el mismo juez de la brigada de investigación de La Plata, que hasta hoy no sabemos nada? Y después viene Roberto Díaz ¿Qué le había pasado a Roberto Díaz? Roberto Díaz dice, a mí me torturaron en la Comisaría Quinta de La Plata, y uno de mis torturadores fue Walter Abrigo. Y tenemos el mismo juez, el mismo juez. Y después resultó, esta policía que el juez decía que no, que era la madre la que inventaba, la que le parecía, era el mismo policía que torturó a Miguel, también torturó a Roberto Díaz durante nueve horas y media y mientras le quedaban unas marcas de cómo lo habían golpeado le dijo, ‘¿me conoces? Mirame bien, yo soy Abrigo‘… como ‘cuidate de mí’. Y bueno, y ahí empezó la lucha”.
Rosa también recordó la importancia de la solidaridad colectiva en los primeros reclamos: “Las primeras marchas, recuerdo que eran todas fotitos de Miguel, pero para la segunda marcha dijeron, no vamos a llevar solamente, porque están los padres de Maxi Albanese. ¿Qué le pasó a Maxi? En el año 90 lo mató un policía. Recuerdo que cuando invitaron a los padres, ya seguramente habían dejado un poco las pancartas, y yo la veo a Alicia, la mamá de Maxi, me la imagino y la recuerdo abrazando un retrato y marchando. Fue sumarlos, sumarlos a los reclamos”.
Al ser consultada sobre la relación con las autoridades provinciales y municipales, Rosa destacó: “El gobernador que tenía la causa, que era gobernador, era Duhalde, donde el jefe de policía era Pedro Klodczyk, donde Duhalde entendía que tenía la mejor policía del mundo, una policía que había cometido muchos hechos horrendos, horribles, y él seguía sosteniendo que era la mejor policía. Duhalde, creo que lo poco que hizo, lo hizo justamente por la presión que ejercían las movilizaciones y la denuncia continua en los medios”.
“Después vino Felipe Solá que era como la otra cara. Brindaba presencia. Incluso me llamó una vez para disculparse por unas declaraciones que se habían malentendido. Siempre de forma solidaria, y para mí, que no entiendo mucho de política, fue muy favorable a la causa. Después vino Aldo Rico y ahí ya mejor dejar de recordar”.
Al ser consultada sobre la actualidad política y los comentarios agresivos del Presidente Javier Milei, Rosa expresó con firmeza: “¿Y qué me produce? Me produce algo que no puedo creer. No puedo creer que tengamos un Presidente con esas cualidades, por decirlo de alguna manera. Un rechazo único, porque qué te puede reclamar con un ser… que ni siquiera es ser, es un energúmeno… Si tuviera dos dedos de frente, creo que cambiaría su actitud. Porque puede estar no de acuerdo con el otro gobierno o con los que quiera, pero ser más educado, ubicarse donde está. Yo pienso cuando lo ven de afuera, porque así como nosotros vemos cosas de los otros países, en los otros países tienen que ver. ¿Qué piensan de la Argentina? ¿Nos gobierna quién? Para mí es nefasto, me da vergüenza”.
Sobre la vigilia que conmemora la desaparición de Miguel Bru, Rosa explicó: “Bueno, el domingo va a ser la ya tradicional vigilia en la comisaría novena, que ésta empezó en el año 99, cuando terminó el juicio. Terminó el juicio y nos encontramos, que estábamos igual que antes, nadie había hablado, nadie dijo nada. Y dije, bueno, cada 17 de agosto nosotros vamos a venir a la comisaría, desde la hora que dicen los detenidos que lo ingresan, que eran alrededor de las 19, 19:30, a las 2 de la mañana… El primer año, que fue en el 99, lo hicimos solitos. Éramos los muy pocos, los más allegaditos, porque teníamos miedo siempre de que, como estaba en la esquina, de que pasara algo con los jóvenes y la policía. Entonces estábamos muy poquitos, solo recuerdo que yo tenía un megáfono y daba la vuelta a la manzana con el megáfono, diciendo qué estaba reclamando. Y un señor de la calle sobre 59, se asoma al galpón y me grita ‘zurda de mierda’. Yo dije, si soy zurda por defender y exigir de saber dónde está mi hijo, soy más zurda que vos todavía”.
Finalmente, al ser consultada sobre la importancia de acompañar otras luchas, Rosa concluyó: “Alguna vez alguien dijo, ¿por qué haces todo eso? Porque de alguna manera tengo que devolver todo lo que hicieron por nosotros. Entonces creo que dando una mano o acompañando nomás a un familiar, a que no entre solo en ese poder judicial que muchas veces es tan injusto, que no esté solo ya es un montón… Bueno, que no seamos solo los familiares”.
