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Rosa Bru: Saber dónde está el cuerpo de Miguel es una necesidad y un derecho

En la previa de otra vigilia, la mamá de Miguel Bru cuenta por qué quiere encontrar el cuerpo y da detalles del último rastrillaje en el Cementerio de General Lavalle.

La voz de Rosa Bru se escucha algo cansada después de 31 años de lucha por saber qué hicieron con el cuerpo de su hijo sus secuestradores y asesinos. De todos modos su voluntad por volver a contar tanto tiempo de calvario no cede y se interna sin dudar en un relato con lujo de detalles de una historia que ya pocos desconocen en La Plata.
El “¿Dónde está Miguel?” que fue bandera desde la primera marcha cuando los estudiantes de periodismo salieron a la calle para reclamar por su compañero desaparecido resuena en el relato y Rosa lo traduce en palabras que resignifican la consigna más de tres décadas después. “Saber dónde está el cuerpo es una necesidad y un derecho”, dice y renueva su pedido para que Justo López, el único policía condenado por el crimen que aún vive aporte la información incluso con el beneficio de recuperar la libertad.
A lo largo de los años se realizaron 41 rastrillajes en busca del cuerpo y todos resultaron negativos. El último, aportado por un testigo que vio cómo un mes después de la desaparición de Miguel enterraban un cuerpo NN en el cementerio de General Lavalle, generó expectativas. La exhumación de los cuerpos se hizo en mayo pasado y aún se aguardan los resultado de ADN, pero Rosa, que estuvo presente y conoce detalles de lo que había en esas tumbas de las que extrajeron restos de dos personas, no tiene expectativas: “Ninguno de esos cuerpos es Miguel”, le dice a un portal local de noticias y da algunos detalles que sostienen su argumento.
Rosa Bru en una de las vigilias frente a la Comisaría Novena.
Todo indica que la espera seguirá y eso la angustia. Su cable a tierra, sus lazos con la vida están en sus seis nietos y su bisnieto que tienen presente a su tío Miguel como si lo hubieran conocido.
En agosto de 1993 Miguel Bru, un estudiante de Periodismo de 23 años, denunció a efectivos de comisaría Novena por un allanamiento ilegal en su casa y a partir de ese momento comenzó a ser amenazado y hostigado para que retirara la denuncia.
Según consta en el expediente, fue secuestrado cerca de la localidad de Bavio, en el partido de La Plata, el 17 de agosto de 1993, y las declaraciones de varios detenidos y las pericias en el libro de guardia permitieron comprobar que fue ingresado en esa seccional, entre las 19 y las 20 de aquel feriado, donde fue visto por última vez mientras era torturado.
Miguel Bru desapareció en La Plata el 17 de agosto de 1993.
En 1999, en un juicio oral y público se condenó a perpetua al exsubcomisario Walter Abrigo, quien murió en la cárcel, y el sargento Justo López, por el homicidio y desaparición, mientras que por encubrimiento fueron sentenciados el excomisario Domingo Ojeda y al exoficial Ramón Ceressetto.
—Pasaron 31 años y sigue contando con total precisión y detalles esos primeros días en los que la familia se dio cuenta de que algo había pasado con Miguel ¿Cómo le afecta eso?
—Es que son tantas preguntas que siguen sin respuestas, que es como si fuera ayer. Hay en esos primeros días tantos detalles que parecen insignificantes pero que hubieran sido tan importantes de haber tenido un juez que no fuera cómplice de la Policía (por Amilcar Vara, el prime juez de la causa) como quedó demostrado. Si no hubiera sido así, tal vez hubiéramos llegado antes a la verdad.
—¿Con el correr de los años cambió su mirada de la Justicia?
—Sí cambió, aunque al principio fue difícil porque los medíamos a todos con la misma vara. Mi mirada cambió cuando tomó la causa el doctor Ricardo Szelagowski porque vi como actuaba y hoy después de 31 mañana le sigo totalmente agradecida. Hoy nos acercamos con un dato o una pista y se llevan adelante las búsquedas. Eso es un montón y yo agradezco que todavía nos escuchan.
—Es evidente que en estos años ha cambiado como persona ¿Quién era Rosa en 1993 y quién es hoy?
—Yo era “Rosita la de las ollas” porque mi trabajo era vender ollas. Recuerdo que nosotros estábamos haciendo una casilla y todo costaba mucho, empecé a trabajar con eso y todo giraba alrededor de las ollas. Y bueno el tiempo me cambio. Me acuerdo cuando una vez otra madre que había sufrido una pérdida se acercó y me dijo “vos sos quien creo que sos” y yo le dije “lamentablemente, sí, tristemente conocida”. Si hubiera sido reconocida por otra cosa, porque logré que los pibes dejaran de robar por ejemplo, me hubiera sentido orgullosa sinceramente, pero ser conocida por esto, duele. Pero está también esa solidaridad, esas palabritas aunque sean pequeñas que ayudan a seguir.
Rosa Bru en la facultad de Periodismo de la UNLP. Siempre agradece el apoyo de esa casa de estudios y los amigos de Miguel.
—¿Sigue pidiendo que Justo López -el único condenado que aún vive- revele donde está Miguel a cambio de un beneficio para su situación penal?
—Eso está escrito. Que colabore con la justicia para encontrar los restos de Miguel y tenga un beneficio con su libertad. Le han ido a hablar para planteárselo, pero el tipo se declara inocente. Hace algunos años cuando López fue detenido nuevamente después de haber estado en libertad condicional dos años entendí que esto no servía para nada y entonces empecé a ofrecerle la libertad a cambio de que colabore con la Justicia. Y un abogado que ayudaba a la asociación, Juan Carlos Villaruel, planteó que a eso que yo decía había que darle un marco jurídico, para que tuviera peso y no fuera solo una promesa mía. Que recupere la libertad, que se vaya a la casa, pero que diga dónde está Miguel, pero se sigue declarando inocente.
—¿Qué significaría conocer finalmente qué hicieron con el cuerpo de Miguel?
—Sería cerrar una etapa. Que diga lo que hicieron aunque eso implique que nunca encontremos el cuerpo porque lo destruyeron. Que me diga, “mira, no vas a encontrar nunca los restos de tu hijo porque hicimos esto”. Es una necesidad saber dónde está Miguel, y es un derecho también. El derecho que tiene cualquier ser humano, el que tienen las madres de los desaparecidos de la dictadura. Eso no es nuevo en la Argentina y quienes saben lo que hicieron con Miguel sienten la misma impunidad que sintieron los militares.
—El último rastrillaje fue el de General Lavalle ¿Cómo surgió la pista y qué pasó finalmente?
—Bueno, ahí había algo muy fuerte. Cuando se cumplieron los 30 años había llamado un señor que dijo que el 17 de septiembre de 1993 habían enterrado un NN en ese lugar, algo que constaba además en los libros del cementerio. La exhumación se hizo con los peritos de la Policía Científica y tenemos que resaltar el trabajo que hicieron. Sacaron dos cadáveres y cuando sacaron el primero, que era realmente el que más interesaba me dicen, “tiene un cinturón”, es decir tenía pantalón, dije “no es Miguel”. Y después como tenía un pantalón con nylon, estaba entero, y en el bolsillo de atrás tenía un reloj y un manojo de llaves. Entonces yo volví a insistir, “no es Miguel”.
El último operativo de búsqueda en el Cementerio de General Lavalle. Todavía no están los resultados de ADN.
—¿Pero no tiene ninguna expectativa pese a que todavía no tienen la confirmación?
—Ahora estamos esperando los resultados de la Asesoría Pericial del ADN. Más allá de que estoy segura de que no es Miguel.
Este sábado Rosa Bru junto a su familia y amigos de Miguel protagonizarán otra vigilia frente a la comisaría Novena, en 5 y 59, el último lugar donde el estudiante de periodismo fue visto con vida. Tiene la expectativa que sea la última porque como ya ha dicho tantas veces, dejará de ir a ese lugar todos los 17 de agosto cuando sepa lo que hicieron con el cuerpo de su hijo.
Las vigilias se realizan cada año en la puerta de la comisaría Novena, donde Miguel fue torturado y asesinado.
Miguel sigue presente en la familia. Incluso en los nietos de Rosa que no lo conocieron. “Los más grandes me hablan de Miguel como si lo hubieran conocido. Tenemos a Joaquín Miguel que es mi nieto mayor que nunca lo vio pero lo vivió como si estuviera ahí, porque vivió toda la lucha. Y también Lauti, que es Lautaro Miguel, a quien su mamá le decía permanentemente ‘este es el tío Miguel’ con la foto. Entonces cuando empezó a hablar y le preguntaban ‘cómo te llamás’, el decía ‘Lautaro tío Miguel’. Así que todos tenemos en claro que el reclamo que siempre estará entre nosotros es el de saber dónde está Miguel”.

Fuente: 0221

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