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En el marco del Día Internacional de la Mujer Originaria, este martes tuvo lugar en el espacio “Casa Abierta” de la ciudad de La Plata la inauguración de la muestra fotográfica “Prisioneras de la Ciencia”, exposición que se compone de las fotos tomadas por investigadores del Museo de La Plata, a hombres, mujeres y niños indígenas sobrevivientes de la mal llamada Campaña del Desierto, recluidos en el propio museo, meses antes de morir.
Esta muestra itinerante que lleva años recorriendo el país, llegó a la capital provincial por iniciativa de AJUS LPBE (Abogados por la Justicia Social La Plata, Berisso y Ensenada), el colectivo GUÍAS (Grupo autoconvocado Universitario de Investigación en Antropología Social – responsable de la exposición) y el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades bonaerense. El objetivo: “exponer la cruel historia de injusticia que sufrieron los pueblos originarios en el siglo pasado, si no también invitar a reflexionar sobre la actualidad que transitan las comunidades indígenas de nuestro país”.
La inauguración tuvo como oradoras principales a Karina Oldani, antropóloga miembro de GUÍAS; Estela Díaz, titular del Ministerio de las Mujeres y, Leticia Zabala Borgeaud, por parte de AJUS LPBE. Las imágenes en blanco y negro de la exposición cuentan el sufrimiento y el desarraigo, principalmente de mujeres y las niñas de los pueblos Mapuche, Tehuelche, Káwuesqar y Aché, que vivieron y murieron en el Museo de La Plata, donde sus esqueletos estuvieron exhibidos en vitrinas durante casi 100 años.
Karina Oldani, parte del grupo de investigadores responsable de la restitución de los restos a sus comunidades y de la exposición, explicó al respecto que la exposición “es una parte de una colección más amplia de fotografías del final del siglo XIX, tomadas por personas del Museo de La Plata en el momento su inauguración, fotos rescatadas por el colectivo Guías cuando iniciamos nuestro trabajo, en el año 2006”.
En este sentido, la investigadora afirmó que el Colectivo no estudia a los pueblos originarios, sino que se enfoca en “los antropólogos y antropólogas y otros actores sociales que permitieron e incluso fueron responsables de su genocidio, opresión y la violación de sus derechos”.
“Nuestro fin es acompañar la pelea por la reivindicación de esos pueblos, la restitución de la identidad y la vuelta a los territorios de los restos humanos que se encontraban y encuentran expuestos en nombre de la ciencia en el Museo”, apuntó.
La mayoría de las imágenes corresponden al grupo de prisioneras originarias que llegó a La Plata en el siglo XIX junto al logko Inakayal, traídos por Francisco “Perito” Moreno, para realizar tareas de “servidumbre” en la institución. La familia del cacique estuvo cautiva y murió en Museo. Las fotos muestran a la mujer del logko, su sobrina Margarita Foyel y una mujer del pueblo Káweqar llamada Eulltyalma, además de la imagen de la niña del pueblo Aché llamada Damiana, tomada días antes de su muerte.
Un poco de historia
A principios de los años 2000, comunidades originarias que sabían que sus ancestros estaban en el Museo reclamaron su retiro. Las autoridades convocaron a la comunidad académica a discutir el tema y, finalmente, se inició un expediente que la Dra. Silvia Ametrano, directora del museo, presentó en diciembre de 2005 en el Consejo Académico. Pero el pedido fue desaprobado por el Consejo. Entonces un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNLP y militantes se reúne para apoyar el reclamo y nace el colectivo GUÍAS.
A principios de marzo del 2006 este grupo comienza a reunirse para pensar cómo aportar al reclamo de las comunidades y decide trabajar en cinco ejes de investigación: a quiénes pertenecían los restos humanos; quién, cómo y por qué los había llevado al museo; la existencia de leyes que amparasen el pedido de las comunidades, y qué reclamos se habían realizado anteriormente al museo.
GUÍAS constata que muchos de los restos pertenecían a prisioneros de guerra y que el grupo más paradigmático de estos había vivido dentro del museo, muerto dentro del mismo y luego exhibido “como trofeo de guerra en sus vitrinas”. Este grupo había sido traído por Moreno, fundador y primer director del Museo, quien también había recibido “donaciones” de cráneos, que incluían a renombrados líderes de los pueblos originarios, de parte de Estanislao Zeballos y otros militares y “científicos”. Así se fue formando las colecciones más importantes del Museo de La Plata.
Pero los antropólogos también dieron con una ley nacional que amparaba el retiro reclamado por las comunidades, la ley nacional N° 25.517, que no estaba reglamentada, pero en su artículo 2° planteaba que debían ser dignamente conservados los restos que no fueran restituidos. Entonces, deciden sacar el tema a la luz, visibilizarlo y pedir la restitución de los restos, es decir, no sólo retirarlos de exhibición, sino restituirlos.
En el mismo año 2006 GUÌAS logra sacar todos los cuerpos de exhibición e inicia un largo camino para alcanzar la vuelta a sus comunidades, no sin haber encontrado resistencia dentro del Museo de La Plata y por parte de la comunidad científica.
“Estas son imágenes de un documental que hizo un compañero de nuestra facultad en el año 2002. Filmó una ceremonia de comunidades quechua-aymara dentro del Museo. Estos mujeres y hombres originarios iban regularmente a ver a sus ancestros expuestos y recorrían las salas llorando y preguntándose por qué los restos estaban ahí y no en su lugar de nacimiento”, continúo Oldani.
Y agregó: “Estos hombres y mujeres dejaron en el documental frases como estas: ‘Cualquier ser viviente, en cualquier punto del planeta, tiene derecho a descansar en el lugar de nacimiento… Y les queremos decir a los grupos de antropología que creen que nos hacen un bien teniendo a nuestros abuelos en el museo, pero nos hacen un daño terrible, irreparable, un daño muy grande. Ellos dicen investigar para obtener conocimiento de los pueblos originarios, pero lo obtienen desde la cultura occidental. ¿Qué nos van a enseñar? ¿Qué nos van a investigar?”.
Más allá del avance en las restituciones, aún queda camino por andar, ya que como advirtió la antropóloga, “el museo tiene unos 10.000 restos humanos e incluso todavía existen restos de personas apropiadas en el marco de la Campaña del Desierto”.