2 Sep, 2023
Por Víctor Ingrassia
Silvina Luna murió ayer a los 43 años en el Hospital Italiano, donde estaba internada desde el 13 de junio. Fueron 79 días en los que la modelo y actriz luchó por su vida a cada minuto.
Las complicaciones que enfrentó implicaron desde el cuadro de insuficiencia renal que padecía debido a la sustancia polimetilmetacrilato que el doctor Aníbal Lotocki le inyectó en los glúteos en 2011 en medio de una intervención estética, hasta diversas infecciones que postergaron el trasplante renal.
Además, hace pocos días cursó una infección más, esta vez por COVID-19, que se le detectó también mientras estaba internada. Estas situaciones aumentan el riego de los pacientes de complicaciones y rechazo del órgano por eso no era posible avanzar en ese sentido.
Y ese trasplante renal podría haberle salvado la vida.
Silvina desencadenó una serie de complicaciones médicas que con el tiempo se volvieron cada vez más severas. La modelo padecía hipercalcemia e insuficiencia renal aguda, condiciones que la obligaron a recibir tratamientos de diálisis durante cuatro horas al día, tres veces a la semana.
Pero cuando estaba en lista de espera en el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai) para recibir un trasplante de riñón debió ser internada en el Hospital Italiano para superar distintas infecciones en su cuerpo.
“Silvina había arrancado el año 2022 con dolores en la zona lumbar de tipo crónico. Mientras recibía su tratamiento con la diálisis, tres veces por semana y 4 horas cada sesión, toleraba muy poco estar sentada tanto tiempo y manifestaba muchos dolores de columna”, explicó a Infobae el cirujano traumatólogo Alejandro Druetto, quien trató a la modelo durante los últimos años por sus permanente dolores óseos que sufría.
“Mediante estudios de resonancia magnética y tomografías computadas se comprobaron trastornos en su columna, observándose que tenía osteopenia, que es una distinta densidad mineral en los huesos, con menos calcio, y también osteosporosis. Se sometió a infiltraciones bajo tomografía computada y estábamos por iniciar el tratamiento de cámara hiperbárica que es un tratamiento de oxígeno a alta presión para mejorar la calidad de sus tejidos óseos. Pero no llegamos a realizarlo por la última internación”, precisó el especialista.
Druetto comentó que antes de la internación en el Hospital Italiano y mientras él la trataba en las distintas sesiones de traumatología, Silvina debió suspender un posible trasplante renal por una infección en la piel.
“Mientras estaba con la esperanza de hacerse el trasplante renal, le detectaron una micobacteria en la piel, que es un hongo. Eso la dejó sin posibilidad de ingresar a una lista de espera, hasta que no se curara. Los pacientes que entran en lista de ser trasplantados, no deben cursar infecciones. Pero algunos pacientes como Silvina son inmunológicamente comprometidos”, detalló Druetto.
Y amplió: “Todos tenemos infecciones en el organismo. El cuerpo humano es un balance, entre la defensa y agresión. Nuestro organismo está llenos de bacterias, intestinales, en la boca, en la piel. Pero nosotros nos defendemos a cada momento frente a ellas. Por ejemplo, cuando nos bajan un poco las defensas, se puede desencadenar un herpes. Y si no tengo defensa, la balanza se inclina hacia la infección. Los pacientes que reciben corticoides en altas dosis como Silvina, son pacientes con inmunológicamente comprometidos”.
“Luego vino la infección intrahospitalaria, como la superbacteria KPC, que es una bacteria que vive en las terapias intensivas”, agregó y explicó el problema que causa este tipo de bacterias. “Es una lucha doble. Que la medicación que le aplico al paciente pueda con la bacteria y que ésta no genere resistencia, porque estos microorganismos aprenden y comienzan a resistir los efectos de los antibióticos. Y por otro lado, que este paciente inmunocomprometido y con sus defensas bajas, soporte el fármaco administrado. La medicación puede estar. El problema es saber qué le puedo administrar al paciente que no le cause mayores daños”, sostuvo el cirujano traumatólogo.
Druetto indicó que cuando a un paciente se lo intuba, se lo pincha o se le hace una traqueotomía, por ejemplo, se lo están invadiendo constantemente. “Eso genera más focos de infección, por lo que las infecciones intrahospitalarias pueden ser muchas. Por eso se dan antibióticos y tratamientos de amplio espectro, para combatir las múltiples bacterias que puedan afectarlo. Además, el paciente está internado en un lugar en contacto con otras personas que también están internadas sometidas a distintos tratamientos”, profundizó el experto.
“KPC es una súperbacteria, porque es una bacteria multirresistente. Es la Klebsiella pneumoniae carbapenemasa, así se llama científicamente que, por supuesto afecta a las personas que tienen su salud más debilitada, como a los inmunodeprimidos y da infecciones graves”, explicó días atrás a Infobae el doctor Guillermo Capuya.
“Es una bacteria muy compleja, porque el tratamiento es largo y a veces requiere combinaciones múltiples de antibióticos hasta dar con los que logren combatirla. Siete, ocho y hasta diez antibióticos se pueden requerir para poder erradicarla”.
En cuanto a la manera en que pudo haberse contagiado, el médico encargado de las Relaciones Institucionales del Sanatorio Finochietto dijo que es muy frecuente en los pacientes que están hospitalizados. “Se puede contraer a través de los catéteres, de la saliva, por contacto. La verdad que cuando los médicos tenemos un cultivo con KPC es un problema complicado, muy complicado porque esta bacteria tiene la capacidad de resistir a la mayoría de los antibióticos y puede dar infecciones generalizadas causando una sepsis. Suele presentarse principalmente en unidades de cuidados intensivos en los hospitales justamente por la debilidad en su organismo que presentan los pacientes que están allí internados”.
“El tratamiento para combatirla consiste en antibióticos específicos que se pueden dar de 10 a 14 días aproximadamente, combinándolos entre ellos. Uno de los que se usan habitualmente es la Polimixina B y la Tigeciclina, entre otros”, concluyó el especialista.
El doctor Sunil K. Ahuja, experto infectólogo de la Universidad de Texas en San Antonio (EEUU) explicó a Infobae cómo algunos adultos jóvenes que están expuestos repetidamente a amenazas inmunológicas pueden tener su resiliencia inmunitaria (RI) menos óptima.
“La resiliencia inmunológica es la capacidad de preservar la competencia inmunológica, el tener una buena salud inmune, y poder controlar la inflamación. Son dos cosas diferentes, generalmente inversas entre sí. Si tienes una inflamación alta, la competencia inmunológica es baja; y si tienes la inflamación controlada, tienes una inmunocompetencia elevada”, afirmó el experto y enseguida lo ejemplificó con una cachetada.
“Una resiliencia inmunológica óptima es aquella que logra equilibrar estas variables. Si me das una cachetada ahora mismo, parte de mi cara se inflamará, se pondrá roja y por dentro tendré una reducción transitoria de mi capacidad inmunológica. Pero hay que tener una inflamación proporcional. Se debe manifestar en la cantidad correcta, en el lugar y en el momento correcto. Si tienes demasiado o muy poco, es malo. Entonces, el concepto de resiliencia inmunológica es que, una vez que el cuerpo controla la inflamación, mejora rápidamente la competencia inmunológica”, remarcó el experto
“Si se repiten esas agresiones que generan inflamación, se puede comprometer el equilibrio corporal. Igualmente, existen personas cuyo organismo se las arregla para preservar la competencia inmunológica y el control de la inflamación, mejor que otras a lo largo de la vida”, agregó Ahuja, que encabezó un reciente estudio publicado por la prestigiosa revista Nature sobre “resiliencia inmunitaria” en más de 48.000 personas de diferentes edades en el que se busca profundizar por qué algunas personas se mantienen más sanas a lo largo de la vida.
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