24 Ago, 2023
Por Matías Bauso
Hace 90 años nacía en Rosario, Alberto Olmedo.
Fue el cómico más grande de la televisión argentina. El que logró destrozar la cuarta pared, mostrar las bambalinas, sentarse junto a los reídores, mostrar a los apuntadores, contarle al público que pasaba detrás de cámara: le puso suciedad a una televisión pulcra, ascética.
Fue el que corrió los límites, el que en cada segundo que apareció en pantalla le hizo sentir al espectador que algo diferente podía pasar, daba vértigo su presencia y, por supuesto, causaba mucha gracia. Fue también el Capitán Piluso, el primer gran boom infantil de la televisión. Se convirtió en uno de los grandes nombres de la Revista Porteña. Y también, como si no le quedaron terrenos para conquistar, hizo una dupla histórica en cine con Jorge Porcel. Entre los dos estrenaron 36 películas. En 1988, en el pico de su carrera, cuando era exitoso como nunca lo había sido. Encontró una muerte absurda; una muerte difícil de entender y más difícil de explicar.
Tuvo una infancia muy dura. Su padre abandonó a la familia. Lo que ganaba su madre Matilde no alcanzaba para mantener a sus dos hijos. La vida en el barrio Pichincha de Rosario era difícil. A los 7 años, Alberto salió a trabajar para ayudar a su madre y para que su hermana menor pudiera tener todas las noches un plato de comida en la mesa. Fue repartidor en una verdulería, cadete en una farmacia, después en una carnicería. Allí le pidió al dueño que le enseñara sobre los cortes: quería tener un oficio. Pasó por muchos trabajos. Aceptaba cualquier cosa que le permitiera ganar unos pesos. No había espacio para el colegio, para estudiar. Se educó en la calle. Y siempre lo vivió como una carencia, muchas veces se avergonzó de sus falencias educativas.
Ya en la adolescencia entró en el equipo de acrobacia de Newell´s (aunque él era hincha de Central, pero no fanático). También comenzó a trabajar en el teatro La Comedia. Pero no como actor. Era parte de la claque: un grupo de reidores que desde el fondo de la sala empujaban con sus carcajadas forzadas al resto del público.
Conocía la calle y conocía la noche. Buscaba algo más.
Al mismo tiempo con Antonio Toño Ruiz formaron un dúo que presentaba un precario show que mezclaba bailes, acrobacias y humor. Quería dedicarse a la actuación. Hacía giras con algunos compañeros y se presentaban en distintos pueblos de Santa Fe. En la Comedia además de reidor atendía la boletería y barría la sala después de las funciones.
Algunos de sus amigos se habían ido a Buenos Aires. Juanito Belmonte probaba suerte como actor y Pancho Guerrero se había convertido en uno de los primeros directores de la televisión argentina. Le dijo que viajara a la Capital que apenas pudiera le conseguía un trabajo. Olmedo tomó sus pocas pertenencias y viajó casi sin dinero. Le alcanzaba apenas para un sándwich por día y para dos semanas de pensión. Pero a mediados de los cincuenta y con la habilidad para relacionarse que había desarrollado en sus tiempos más necesitados, no le costó nada conseguir trabajo en la gran ciudad. Lo tomaron como empleado en una zapatería. Él estaba feliz. Recorría la ciudad, trabajaba en un lugar amable, tenía trato con las clientes y ganaba lo suficiente para comer y pagar la pensión. Hasta le alcanzaba para salir de noche.
El puesto en Canal 7 no se liberaba. Pancho Guerrero cada tanto pasaba con su auto por la zapatería y le pedía que tuviera paciencia. Olmedo estaba lejos de desesperarse, esta nueva situación significaba un progreso para él. Unos meses después, logró ingresar a Canal 7. No fue, como se repitió muchas veces, tiracables. Entró como switcher, el operario que cambiaba de cámaras ante el pedido del director. Así estuvo algunos años: cámara 1, cámara 2, cámara 3. Subiendo y bajando las perillas para que apareciera un plano u otro. Pero lo que hizo en ese tiempo fue empaparse de ese ambiente, internalizar qué funcionaba en cámara. Sus compañeros de trabajo lo adoraban: los hacía reír con sus salidas inesperadas. Las chicas también caían bajo los encantos de ese rosarino fibroso (había empezado a desarrollar sus músculos involuntariamente a los 7 años: subiendo y bajando cajas de manzanas y bolsas de papas en la verdulería) pero delgado que se movía como un caballero y siempre tenía un chiste a mano.
Hasta que a fin de 1955, en la cena de fin de año del canal, su vida cambió para siempre. Estaba todo el personal. Los ejecutivos, los artistas, los técnicos. Cientos de personas. El clima era tenso por problemas internos y gremiales. Después de los primeros vinos, aquello que había comenzado como una broma se convirtió en reproche entre uno y otro bando, luego llegaron las agresiones verbales. Cuando parecía que iban a terminar a las piñas y que era inevitable una pelea multitudinaria, el switcher rosarino, se paró sobre una silla y comenzó un monólogo cómico. Sus bromas aplacaron a las fieras, de a poco todos se fueron sentando. Nadie podía parar de reírse. Al terminar la cena, con las peleas ya olvidadas, un importante productor del canal, Bringuer Herrera, ordenó que le dieran un trabajo frente a cámaras. De esa manera comenzó a actuar en La Troupe de la TV. Pero en esos años todavía había pocos aparatos de televisión, no más de 10.000. Por lo tanto no se ganaba demasiado dinero. Durante un largo tiempo, Olmedo conservó los dos trabajos y hasta se convirtió en jefe de switchers.
A partir de ese momento realizó varios programas. Sus monólogos ya llamaban la atención, también su capacidad para encarnar diferentes personajes. Su primer gran éxito fue un personaje destinado al público infantil: Joe Bazooka, un héroe que adquiría fuerza y lograba salir de problemas en los que se metía solo al masticar los chicles globo de la marca que auspiciaba el programa y que le prestaba el apellido a Joe.
En ese tiempo se enamoró de una secretaria del canal que además oficiaba de productora del programa: Judith Jaroslavsky. Se pusieron de novios y se casaron al poco tiempo, en 1958. Tuvieron tres hijos. Mientras, Olmedo crecía en la profesión pudieron salir del cuarto de hotel que fue su primer hogar conyugal. A los pocos años compraron su primer departamento.
El gran despegue se dio en 1960 con otro personaje infantil. Una creación destinada a perdurar, a hacer historia, que en distintas versiones se mantuvo durante más de dos décadas: El Capitán Piluso. Tal fue el éxito del personaje que el tipo de gorro que usaba se sigue llamando hoy como Piluso.
El capitán tenía un fiel ladero, Coquito. Humberto Ortíz fue uno de los grandes amigos de Olmedo, se acompañaron mutuamente hasta que un cáncer venció a Coquito. Conformaron una dupla inolvidable, ineludible en el canon del espectáculo argentino.
Piluso fue una revolución. Nadie le hablaba así a los chicos en esa época (y muy pocos lo hicieron después). Era un héroe falible, casi caprichoso, que muchas veces buscaba sacar ventaja, que estaba lejos de la perfección. El programa derramó como nunca antes en la televisión argentina a otros productos y formatos: una película, discos, espectáculos en vivo, una revista y hasta merchandising (los chicos querían su honda de Piluso). Tal vez el momento cumbre haya sido su pelea en un Luna Park repleto frente a Martín Karadagián.
Después, una nueva transformación. En 1964, convocado por los hermanos Sofovich, se integra al elenco de Operación Ja Ja. Parece un salto audaz: del público infantil al humor para adultos. Su primer sketch es Los Guapos, su compañero es Javier Portales. Tras la primera edición todos supieron que tenían un éxito entre manos.
El programa tenía un elenco vasto pero de a poco Olmedo se fue destacando por sobre el resto. Sus personajes eran los que la gente quería ver. El Yeneral González, el Mago Ucraniano, Rucucu. Además un día, los Sofovich decidieron que un actor por programa hiciera el monólogo inicial para presentar los diferentes sketchs. Cuando llegó el turno de Olmedo, su presentación fue memorable. A partir de ese momento, ya no rotaron los actores. Ese lugar lo ocupó definitivamente el rosarino. Se convirtió en el actor mejor pago del elenco. En algún momento llegó a ganar lo mismo que Gerardo Sofovich, lo que disgustaba enormemente al productor y director.
Al mismo tiempo que Operación Ja ja, Olmedo hacía otros programas producidos por los Sofovich. A principios de la década del 70, recibe una oferta irresistible para pasar canal 13: se convierte en el actor mejor pago de la televisión. Allí, entre otras cosas, hace dupla con Porcel en Fresco y Batata.
El matrimonio con Judith se había desmoronado. Al tiempo de la separación, Olmedo comenzó a salir con Tita Russ. Con ella tuvo otros dos hijos. Estuvieron casados más de una década.
A partir de los primeros años de los setenta, la carrera de Olmedo se diversifica. Y conquista todos los territorios posibles. Triunfa en la televisión, en el cine y en el teatro de revistas (pese a que está muy asociado al género, hizo revista durante pocos años).
En 1973 hace Los Caballeros de la Cama Cuadrada, la primera de las decenas de películas que hará con Jorge Porcel, el rubro cómico más exitoso del cine nacional. Con títulos provocadores y guiones cada vez más débiles, durante 15 años convocaron multitudes a los cines. Cuando la fórmula pareció agotarse se dedicaron al público infantil y otra vez, las películas de Porcel y Olmedo encabezaron la taquilla.
Pero más allá de sus otros trabajos, Olmedo siempre fue un actor de televisión, ese era su terreno, su verdadero medio. El cine tenía varios problemas para él. Casi nunca interpretaba a un personaje como sí lo hacía en sus sketchs; esos personajes los iba construyendo grabación tras grabación hasta que al cuarto o quinto programa ya tenían una forma definida, variantes, cierta tridimensionalidad. Además esos sketchs duraban 12/14 minutos, el tiempo que él necesitaba para entrar en calor y sacar cada uno de sus recursos de improvisación, para ir venir como un músico de jazz por la melodía principal. Siguiendo un texto (por lo general flojo) estaba encorsetado, sin naturalidad. Lo otro que le quitaba el cine era uno de sus súper poderes: la movilidad, la posibilidad de desplazarse por todo el set y hasta por bambalinas, sin ataduras: una especie de Fred Astaire deslizándose por una inmensa pista de baile. El cine, el alcance de la cámara y las marcas lo opacaban.
En los setenta y los ochenta siguió haciendo sus programas de sketchs en los que encarnaba personajes. Le iba muy bien. La gente lo quería. Tuvo un traspié en 1976, cuando al principio de la temporada, fingió su muerte y los militares recién llegados a la intervención del canal, lo echaron. Volvió a recurrir a Piluso (aunque le hicieron sacarse el traje de marinero y la honda).
Tuvo muchísimo éxito, pero no encabeza el rating. Eso no lo desvelaba. Eso cambió en 1987. No Toca Botón era visto por millones y los latiguillos que utilizaban los diferentes personajes de Olmedo se metieron en el habla popular: éramos tan pobres, adianchi, poniendo estaba la gansa, de acá.
El verano anterior del 87 había sido, para Olmedo, el de los grandes contrastes. En el teatro, su obra El Negro No Puede batió todo los récords de recaudación en la historia de las temporadas de verano. En menos de tres meses lo vieron 120.000 espectadores. No sólo nunca tuvo localidades vacías sino que en cada función, tuvieron que recurrir a un viejo truco de los productores marplatenses: agregaban sillas en los pasillos y al costado de la sala para que entrara más público. Los sábados había tres funciones. Sus chicas, las actrices y modelos despampanantes que lo acompañaban –sobre las tablas y en la tele-, se habían convertido en las sex symbols indiscutidas del país. Susana Romero, Beatriz Salomón y Silvia Pérez monopolizaban tapas de revistas y los sueños húmedos de gran parte de la población; hasta había salido una edición especial de Playboy, Las Chicas de Olmedo, compilando sus desnudos: la publicación se agotó en horas. A la salida del teatro, los miembros del elenco (en especial Olmedo y las chicas) debían ser custodiados por guardaespaldas para que el cariño (o el fervor o la calentura) del público no los aplastara.
Pero en medio de la temporada, su pareja Nancy Herrera, de 26 años, salió en la tapa de las revistas junto a otro mito del ambiente y amigo de Olmedo: Cacho Fontana. Olmedo había sido engañado.
El escándalo fue enorme. Ocupó la tapa de las revistas y los programas de chimentos durante semanas. Se separaron y Olmedo esquivó a la prensa todo lo que pudo. No Toca Botón ya en Canal 9 rompía el rating. Pero Olmedo tenía el corazón roto y no era feliz.
Después llegó el verano del 88. El trágico verano del 88. El asesinato de Alicia Muñiz en manos de Monzón, amigo de Olmedo y del Facha Martel, integrante de su elenco. Los rumores sobre drogas se esparcieron por todo el país. En Mar del Plata comentaban que el juez buscaba desesperadamente detener a Olmedo con cocaína en su poder.
Durante los últimos meses, Olmedo había mantenido un romance con una compañera de elenco: la despampanante Silvia Pérez. Pero también volvió a frecuentar a Nancy Herrera.
La noche del 5 de marzo de 1988, Nancy viajó a Mar del Plata para estar con Olmedo y para contarle una noticia inesperada pero que la ponía muy feliz: estaba embarazada.
Olmedo terminó la función (estaba teniendo otra gran temporada), fue a comer cochinillo con varios compañeros de elenco. Después fue hacia su departamento del edificio Maral 39. Allí lo esperaba Nancy. Hablaron y tomaron toda la noche. Hasta que a los 8 de la mañana, en jeans y con el torso descubierto, Olmedo salió al balcón. Un minuto después caía desde el piso 11, con los brazos en cruz. Tenía 55 años.
La noticia produjo una conmoción en la sociedad. Olmedo era una de las tres personas más populares del país. Las otras dos, eran Maradona y Susana.
Las imágenes de su cuerpo en el piso fueron emitidas por la televisión durante muchísimas horas.
Pasaron 35 años y la muerte de Alberto Olmedo, el gran actor cómico de la televisión argentina, el que derrumbó la cuarta pared, el que hizo de la improvisación un arte, el que tenía un don natural para hacer reír, el capitán Piluso que hizo tomar la merienda y que trató de igual a igual a millones de chicos, la muerte de Olmedo sigue estando rodeado de misterio y de incomprensión. Es una de las característicos de lo absurdo.
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Olmedo cumpliría 90: la vida de contrastes del gran actor cómico, de Piluso a la muerte absurda
Hace 90 años nacía Alberto Olmedo. Su infancia dura. La llegada a Buenos Aires y la primera inesperada oportunidad en la televisión. El fenómeno de Piluso. Los primeros trabajos con los Hermanos Sofovich. Sus casamientos. El éxito televisivo. El desembarco en el cine y el teatro de revistas. El trágico verano del 88 y su muerte absurda